Categorías: Opinión

Los diferentes túneles de Gaza

El pasado viernes recibimos la noticia de que algunos de los rehenes capturados por el grupo terrorista Hamás, habían sido liberados. Para ello se habría acordado un cese el fuego temporal de cuatro días prorrogables, así como permitir la entrada de varios cientos de camiones de ayuda humanitaria y la liberación de varias decenas de presos palestinos en Israel.

Según los datos disponibles, en estos días Hamás liberaría a unos cincuenta de los aproximadamente doscientos cuarenta rehenes que capturo recientemente y, a cambio, Israel liberaría a ciento cincuenta prisioneros palestinos, de los más de siete mil que se encuentran en sus cárceles. La diferencia en el número de personas liberadas podría deberse a varias razones. Por una parte, la diferente cantidad de personas retenidas a uno u otro lado de la frontera, pero también al valor claramente diferente que Israel y Hamás otorgan a la vida de sus ciudadanos.

En las últimas semanas se ha escrito mucho sobre los túneles de Hamás en Gaza. Sobre ellos ha habido una ‘guerra’ de comentarios, unos diciendo que usaban hospitales y edificios civiles para ocultar sus entradas y otros negándolo o dudando de la veracidad de dichas afirmaciones.

Pero el ‘túnel’ cuya existencia e importancia estratégica nadie puede negar, es el que se inició el pasado siete de octubre, con el sangriento ataque de Hamás que costó la vida a unos mil cuatrocientos israelíes. Sería fácil decir que ese ataque fue una acción más en la larga guerra que han abrazado Hamás, Irán y demás países y grupos que buscan la destrucción del estado de Israel.  También sería fácil enfocarnos en la respuesta israelí, en los muertos y la destrucción que han causado en Gaza, condenándola o entendiéndola, en todo o en parte, según la posición ideológica que adopte el observador.

Pero la terrible realidad es que, para los dirigentes de Hamás, las muertes y la destrucción que está sufriendo Gaza no es el resultado lamentable de un gran error de cálculo. Más bien es todo lo contrario: es el precio necesario que pagar para la obtención de un gran logro, la ruptura del statu quo que, entre otros indicadores, estaba llevando al reconocimiento de Israel por parte de Arabia Saudita, y la creciente debilidad percibida para la causa palestina.

Es más fácil entender la diferente percepción que Israel y Palestina dan a las vidas de sus ciudadanos cuando, retrocediendo al año 2011, observamos que para obtener la devolución de un solo soldado, Gilad Shalit, Israel liberó a más de mil prisioneros palestinos, entre ellos a Yahia Sinwar, quien es ahora el líder de Hamás. Cuando organizó el ataque, Hamás sabía de la previsible respuesta israelí, pero aceptaba que la segura muerte de muchos de sus conciudadanos era un muy pequeño precio que pagar, si con ello se conseguía frenar la percibida tendencia geopolítica, contraria a los intereses de Hamás, Irán y sus aliados.

Era necesario “cambiar toda la ecuación y no solo tener un enfrentamiento”, declaró a ‘The New York Times’ en Doha, Catar, Khalil al-Hayya, miembro del máximo órgano de dirección de Hamás. “Logramos volver a poner la cuestión palestina sobre la mesa, y ahora nadie en la región vive en calma”.

Algunos esperan que se desencadene un conflicto sostenido que acabe con cualquier pretensión de coexistencia entre Israel, Gaza y los países de su entorno. “Espero que el estado de guerra con Israel se vuelva permanente en todas las fronteras, y que el mundo árabe se ponga de nuestro lado”, le dijo al Times Taher el-Nounou, un asesor de medios de comunicación de Hamás.

Dadas las evidentes discrepancias y facciones existentes dentro de la comunidad palestina, no es de extrañar que expertos en el área afirmen que el ataque de Hamás había sido planeado y ejecutado por un reducido círculo de comandantes en Gaza, quienes no compartieron los detalles con sus propios representantes políticos en el extranjero, ni con sus aliados regionales, como Hizbulá.

Afirmaron que el ataque acabó siendo más mortífero de lo que incluso sus planificadores habían previsto, en gran parte porque los asaltantes consiguieron atravesar con facilidad las defensas, supuestamente inexpugnables, en la frontera con Israel, lo que les permitió invadir bases militares y zonas residenciales casi sin resistencia. Ello facilitó además la consecución de otro de los principales objetivos de los instigadores del ataque, el romper la división en el seno de Hamás sobre la identidad y la finalidad del grupo, entre los que pretendían que Hamás fuera un ente político encargado de la gestión de Gaza y los que buscaban que fuera un grupo militar, enfocado en la destrucción del estado de Israel.

Con el ataque, salieron vencedores de esa confrontación Yahya Sinwar, quien había pasado más de veinte años en prisiones israelíes, y Mohammed Deif, un comandante militar poco conocido al que Israel había intentado asesinar en repetidas ocasiones. Ellos aprovecharon la creciente inquietud provocada en Gaza por las imágenes de colonos israelíes atacando a palestinos en Cisjordania, de judíos rezando abiertamente en un lugar en disputa reservado habitualmente a los musulmanes y de la policía israelí asaltando la mezquita de Aqsa en Jerusalén, piedra angular de las reivindicaciones palestinas sobre la ciudad santa.

Sinwar asumió el mando de Hamás en Gaza en 2017. Pertenece a la primera generación de Hamás, movimiento que fue creado como consecuencia de la primera intifada (levantamiento) palestina, ocurrido a finales de la década de 1980. Sinwar ayudó a crear las Brigadas al-Qassam, brazo armado de Hamás.  Adquirió una reputación de gran brutalidad por su búsqueda de espías israelíes dentro de Hamás. En 1988 fue detenido y, posteriormente, procesado por la muerte de cuatro palestinos sospechosos de colaborar con Israel. Por ello, estuvo en prisión en Israel durante más de veinte años.

Cuando fue liberado, en el intercambio con el soldado Shalit del 2011, Sinwar regresó a Gaza y encontró que el movimiento palestino estaba profundamente dividido. Algunas facciones buscaban la paz y el establecimiento de un estado palestino, respetando al ya existente estado de Israel. Hamás, por su parte, pretendía regresar al año 1948, impidiendo la creación del estado de Israel.

La división política palestina quedó plasmada geográficamente en 2007, cuando Hamás ganó un combate entre facciones en Gaza y se hizo con el control del territorio. De repente, no solo luchaba contra Israel, sino que también gobernaba Gaza. Israel, junto con Egipto, impuso un bloqueo a la franja con el objetivo de debilitar a Hamás, sumiendo a sus habitantes en un aislamiento y una pobreza cada vez mayores.

Continuaremos el próximo domingo.

Gonzalo Fernández

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