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Llega la Legión a defender Melilla: 24 de julio de 1921

Mapa de Melilla

Por Carlos José Antón Gutiérrez

A las ocho de la mañana del día 24 de julio una gran multitud esperaba en los muelles la llegada de las tropas de socorro. Muchos pasaron la noche en Melilla la Vieja, al abrigo de sus murallas, o en los alrededores del puerto para subir a los barcos atracados si los moros invadían la ciudad. Se corrió la voz de que los vapores de la compañía Transmediterránea no volverían a Melilla para no caer en manos de los rifeños.

En cuanto divisaron en el horizonte el vapor Isla de Menorca la muchedumbre comenzó a aplaudir. Lo vitorearon en Melilla la Vieja, en el puerto y en las playas, donde durmieron muchos por la creencia general de que los moros no sabían nadar y podrían escapar a nado hacia las embarcaciones ancladas en la dársena.

El buque atracó en el muelle Villanueva. La banda de música de Ceriñola hizo los honores cuando desembarcó el regimiento de la Corona al mando del teniente coronel Barrera Faus. Los ciudadanos sufrieron una gran decepción al ver que solo llegaban veinte oficiales, cuatrocientos cincuenta soldados y diecinueve acémilas. 

Las tropas desfilaron por las calles Alfonso XIII e Isabel Católica antes de presentarse al alto comisario en la Comandancia General. Más tarde, se dirigieron al cuartel de San Fernando donde pernoctarían mientras estuvieran en Melilla. 

Los melillenses no se movieron del puerto. La llegada de cuatrocientos soldados no los tranquilizaba. Ni a ellos ni a los moros de Beni Sicar que estaban pendientes de la ayuda que recibía la ciudad.

Poco después del mediodía atracó el trasatlántico Ciudad de Cádiz llevando dos banderas del Tercio de Extranjeros de Ceuta, treinta y dos jefes y oficiales y ochocientos cuarentaiún soldados. El gentío los aclamó con entusiasmo. En sus diez meses de existencia, el tercio había adquirido fama de unidad victoriosa, con el arrojo por bandera. Los legionarios desembarcaron y formaron con marcialidad. Su jefe, el teniente coronel José Millán-Astray y Terreros dirigió una arenga patriótica: 

—¡Caballeros legionarios! Melilla nos ha llamado en su socorro. Ha llegado nuestra hora. La situación es grave, quizás en esta empresa tengamos que morir todos… ¡Caballeros legionarios! Si hay alguno que no quiera estar con nosotros que salga de filas, que se marche, queda licenciado ahora mismo… ¡Caballeros legionarios! Ahora jurad: ¿Juráis todos morir si es preciso en socorro de Melilla?

— ¡Sí, juramos!

— ¡Viva España! 

— ¡Viva!

— ¡Viva el Rey! 

— ¡Viva!

— ¡Viva el Tercio!».

— ¡Viva!

El Tercio desfiló desde el puerto hacia el centro de la ciudad seguido por la multitud entusiasmada. Los legionarios marchaban con su paso de ataque, mostrando las armas. Hicieron varios movimientos militares, muy aplaudidos, que impresionaron a los moros de Beni Sicar. Las dos banderas presentaron sus armas en la Comandancia General gritando: ¡Viva Silvestre! 

La primera bandera, a las órdenes del comandante Francisco Franco, se dirigió a los Lavaderos, el Hipódromo y el Atalayón. La segunda bandera, dirigida por el comandante Carlos Rodríguez Fontanes, se repartió entre los fuertes de Rostrogordo, Cabrerizas Altas, Camellos, y el reducto de Alfonso XIII. El perímetro de la ciudad quedó defendido por los legionarios. Una compañía desfiló de continuo por las calles para elevar la moral de la población. Aquellos hombres no temían andar. Hicieron cien kilómetros en día y medio, durmiendo tres horas en el suelo, para llegar a tiempo de embarcar hacia Melilla.

Cuando pasó el tumulto creado por el Tercio de Extranjeros, desembarcó del buque el general José Sanjurjo Sacanell, jefe de las fuerzas expedicionarias de Ceuta. 

Sobre las seis de la tarde, el vapor Herculano desembarcó dos tabores de regulares de Ceuta, novecientos sesenta hombres, a las órdenes del teniente coronel Santiago González Tablas y los comandantes Delgado Toro y Ferrer. También llegó una sección de artillería al cargo del teniente García Paredes. 

Los regulares desfilaron por la calle Alfonso XIII con vivas a España, al rey y a Melilla. Más tarde, una compañía al mando del capitán Pio Echeverría se dirigió a Zoco el Had para ayudar a Abdelkader, el jefe de la cabila, a luchar contra los rebeldes.

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