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Lavandera blanca: Un ave cosmopolita

Por Manuel Tapia, miembro de la Sociedad de Estudios Biológicos Iberoafricanos y responsable del área de conservación de la naturaleza de Guelaya-Ecologistas en Acción Melilla

Globales y locales
Este pajarillo de larga cola y elegante plumaje que combina el gris con el blanco y el negro está presente en gran parte del Viejo Mundo, lo que se conoce como la región Holártica, que incluye Europa, Asia y el norte de África. Una de las particularidades de la lavandera blanca (Motacilla alba) es precisamente su gran área de distribución, pero aunque todo esa área está ocupada por una sola especie, prácticamente cada región cuenta con su propia subespecie, por lo que este pajarillo es tan cosmopolita como local al mismo tiempo. Estas subespecies, aunque similares entre sí, suelen distinguirse bien por las diferentes formas de combinar los grises, blancos y negros de sus plumajes; así, la subespecie yarreli, que es la que habita en las Islas Británicas, luce un elegante plumaje en el que el negro predomina sobre los otros dos colores, y es una de las más buscadas por los aficionados a las aves. El hecho de que muchas de estas subespecies vivan en zonas frías y migren en invierno a otras zonas más templadas, donde viven otras lavanderas diferentes, hace más complicada la correcta identificación de estas aves.

Lavanderas en Melilla
En nuestra ciudad, por estar enclavada en el continente africano pero asomada al continente europeo, conviven las subespecies subpersonata, de distribución norteafricana, y la subespecie nominal, Motacilla alba alba, la más abundante y extendida en el continente europeo. Nuestra ciudad, por tanto, es un buen lugar para ver juntas a las dos especies y observar sus diferencias. En el rostro de nuestra lavandera norteafricana, la subpersonata, predomina el color negro, con una gran mancha que le cubre pecho y garganta y dos líneas negras, una de ellas sobre los ojos, que convergen en su pico y que les da un aire a figuras del antiguo Egipto. Nuestra lavandera europea, la alba, se distingue muy bien por carecer de estas líneas oscuras que marcan el rostro de la subpersonata.

Pepitas de las nieves
Se les llama “lavanderas” porque suelen estar en las orillas, como las antiguas lavanderas que acudían a los ríos a lavar la ropa. Pero también tienen muchos nombres locales, siendo el de Melilla “pepita de las nieves”. Este nombre, que los melillenses hemos adoptado de otras regiones españolas, alude al hecho de que en invierno son mucho más abundantes en nuestro país, debido a que las lavanderas blancas del norte de Europa baja al sur huyendo del frío. Es en invierno, por tanto, cuando veremos en nuestra ciudad con más facilidad a las dos subespecies juntas. Nunca se alejan mucho del agua, ya sea de los ríos, embalses, lagos, fuentes urbanas y hasta el mar; su alimento es muy diverso, y en las orillas pueden encontrar tanto invertebrados terrestres como acuáticos, y otros alimentos que ofrecen estas zonas de transición, justo donde el agua hace contacto con la tierra, por eso suelen recorrer y escudriñar estas orillas incansablemente. En nuestra ciudad las podemos observar con facilidad en el puerto deportivo, en las playas y en el río, pero también se les suele ver en el casco urbano, donde visitan con regularidad las fuentes y los estanques de los parques.

Aves de ciudad
Las otras especies de lavanderas que podemos ver por Melilla, la lavandera boyera (Motacilla flava) y la lavandera cascadeña (Motacilla cinerea), se distinguen con claridad de la lavandera blanca por ser parte de su plumaje de color amarillo, con mayor intensidad en la lavandera boyera, lo que explica la denominación local de “pepitas canarias”. Estas dos especies son también migratorias, y por tanto si las observamos en la ciudad lo más probable es que se trate de un ejemplar en paso pre o post-nupcial. Además, rehúyen los núcleos urbanos, a diferencia de la lavandera blanca, una especie común en pueblos y ciudades.
De hecho, la lavandera blanca es una de las aves consideradas “urbanas”, un grupo de aves tradicionalmente vinculadas a nuestras urbes, y que en las últimas décadas son cada vez más escasas, debido a los cambios que se están operando en las ciudades actuales.
Estos cambios están afectando tanto a la alimentación como a la cría de estas aves, un hecho que no ha pasado desapercibido para la comunidad científica, que ya ha dado la voz de alarma. La labor de control y limpieza de estos pajarillos en nuestras urbes puede pasar desapercibido, pero es un factor vital para que las ciudades sean lugares habitables.

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Lavandera blanca: Un ave cosmopolita

Redacción

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