La presencia de Su Majestad la Reina Doña Sofía en Melilla este jueves, 8 de mayo, representa mucho más que una visita institucional. Su paso por la sede del Banco de Alimentos de la ciudad supone un acto profundamente simbólico y necesario en un momento en el que el compromiso con lo social cobra un valor incalculable.
La Reina emérita no acude a Melilla en un viaje protocolario o para inaugurar una gran infraestructura, sino para conocer, de primera mano, la labor de quienes sostienen con esfuerzo, solidaridad y generosidad una red que combate el hambre y la exclusión. Lo hace en nombre de la Fundación Reina Sofía, como presidenta ejecutiva, y dentro de su firme compromiso con los bancos de alimentos de toda España. Y lo hace, además, con una sensibilidad que trasciende la representación institucional y conecta con el alma del voluntariado melillense.
La ciudad recibe así a una figura que ya dejó huella hace 18 años, cuando junto al Rey Don Juan Carlos, protagonizó una visita histórica que marcó a toda una generación. Aquella jornada de noviembre de 2007 fue la primera visita real desde los tiempos de Alfonso XIII. No fue una visita exenta de controversia política, pero sí lo fue de cariño popular. Melilla salió entonces a la calle para demostrar su afecto a la Corona. Hoy lo hace para abrazar a quien regresa por una causa que honra tanto a quien la protagoniza como a quienes la sostienen: el Banco de Alimentos de Melilla.
Pedro Paredes Ruíz, presidente de la entidad, lo ha dicho claro: “Nos llena de satisfacción”. Y no es para menos. Casi dos décadas de labor solidaria, de voluntariado incansable y de atención a los más vulnerables se verán reconocidos en un acto que pondrá rostro y nombre al esfuerzo anónimo de cientos de personas.
El acto del jueves no es sólo una visita, es una oportunidad para visibilizar el trabajo silencioso que cada día permite que muchas familias puedan salir adelante. Es, también, una señal clara de que Melilla cuenta y de que su tejido social merece ser escuchado, apoyado y valorado.
En tiempos de desencanto, cuando la política y las instituciones muchas veces se perciben como distantes, la presencia de Doña Sofía representa cercanía, coherencia y respeto. Su agenda, centrada en causas sociales, en la infancia, en la cooperación internacional y en el voluntariado, refleja una forma de entender la responsabilidad pública con humildad y constancia.
Melilla, ciudad frontera, diversa, hospitalaria y resiliente, necesita estos gestos. Necesita que se reconozca su potencial, su compromiso y su humanidad. Y necesita, sobre todo, que se la escuche y se la incluya en el relato nacional no sólo cuando hay polémica, sino cuando hay esperanza, como la que siembra el Banco de Alimentos cada día.
Bienvenida de nuevo, Majestad. Su visita nos honra. Y sobre todo, nos recuerda que la dignidad de un pueblo se mide también por cómo cuida de los suyos.
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