Categorías: Opinión

La suspensión de la huelga médica rompe el inmovilismo de un problema enquistado

Por Francisco Robles

 

Me asomo de nuevo al mirador de la actualidad, porque no me he podido sustraer a hacerme eco de la reciente noticia sobre la huelga médica en Melilla: el Comité de Huelga la suspende para propiciar un marco adecuado de diálogo con el INGESA.

Cuando de manera fatalista se aproximaba un nuevo titular sobre la huelga, el de sus siete meses de duración, la oferta del Comité de Huelga para facilitar un franco y real diálogo, se ha convertido en una bocanada de aire fresco, que quiere despejar el ambiente inmovilista de tantos meses, en el que la única noticia era que no las había.

Y en este caso, aquello de “no news, good news” no era cierto, sobre todo para los usuarios de la asistencia pública, ya que con casos con más de un año de demora de lista de espera quirúrgica o las más de tres mil consultas suspendidas, son los grandes perjudicados de esta huelga.

Que la asistencia sanitaria en Melilla –incluida su gestión-, no son las deseables y mucho menos las mejores, es una realidad que en los últimos años se ha agravado; y lo es también el que hasta ahora se habían “salvado los muebles”, gracias a la dedicación y profesionalidad de sus trabajadores, que serán buenos o menos buenos pero son los nuestros -y por lo tanto los mejores-, y los debemos de considerar y cuidar.

Ese agravamiento en los últimos años obedece a varios factores, uno que destaca es la falta y desacierto en la previsión y planificación desde el Ministerio de Sanidad –sobre todo en el caso de los médicos-; pero con ser una situación de carácter nacional, ello no puede servir de excusa y menos el aceptarla de modo fatalista, debiendo estudiarse y aplicarse medidas paliativas adecuadas.

Y en eso ha llegado esta huelga de médicos, en Ceuta y en Melilla, o sea, en el territorio de gestión del INGESA y por ello del propio Ministerio de Sanidad del Gobierno de España.

Nadie imaginaba que un conflicto iniciado por una reivindicación de efectos meramente económicos y acotada al ejercicio en el ámbito privado -pero fundamentada en un claro agravio comparativo de nuestros profesionales frente a los de otras regiones españolas-, pudiera abrir la caja de los truenos que ha llevado a una huelga médica indefinida en nuestra sanidad pública.

Al económico inicial, se han unido motivos de mayor peso y de diversa naturaleza, que siempre han estado ahí pero que no se habían exteriorizado con tal intensidad, extendiendo el conflicto desde un grupo de facultativos a todas los niveles asistenciales, dándole una mayor repercusión e interés social y público si cabe, en los que la administración  debe de implicarse activamente, porque son sus profesionales.

La suspensión de la huelga y la oferta de diálogo desde el Comité de Huelga, debe de ser una ocasión aprovechada por el INGESA, pero desde un principio de realidad para todos; así hay cuestiones cuya solución es posible y su efectividad se puede y debe determinar ya, para otras su solución es actualmente posible pero no se puede determinar su efectividad en la situación política interina de España, y por último hay cuestiones -el tema del complemento es un claro ejemplo-, que sólo dirigentes con mandato efectivo y duradero, pueden comprometerse a su solución.

Urge pues abrir la mesa de diálogo, y pasar ya a los contactos oficiales -mañana mejor que pasado, este semana mejor que la próxima-, y acordar un cronograma de los temas de encuentro y acuerdo, porque en este punto y ante los ciudadanos, la responsabilidad ya es compartida por todas las partes en conflicto.

Y todas las partes corren riesgos si no se logra, en particular el INGESA si propicia el poner en cuestión el modelo de gestión de la sanidad pública, ya que una correa administrativa demasiado larga e ineficaz, se puede convertir en una cadena pesada e insoportable, para los profesionales .. y para los ciudadanos!

Hagamos votos –porque supondría una más pronta resolución-, para que no sea necesario llegar a ese planteamiento.

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