Cuenta la mitología griega que Poseidón, Dios de los mares, ostenta un poder omnímodo sobre todas las formas de agua. Capaz de crear, formar y manipular el agua a su antojo armado con su poderoso tridente sin rival que le plante cara.
En el caso de Melilla, este ser divino y todopoderoso y divino no tiene forma de hombre, sino de mujer y, sin necesidad de tridente, es capaz de atraer y guiar a una enorme masa de gente que, embelesada por el encanto y fervor que desprende su figura, la va acompañando en su itinerario hacia el ‘reino de los mares mecida bajo ‘las olas de un mar de cariño y devoción’.
Esta ‘reina’ no es ni más ni menos que Nuestra Señora la Virgen del Carmen, patrona del la Armada, de la Compañía del Mar y de los marineros que ayer volvió a reencontrarse dos años después del parón de la pandemia del covid-19 con su amado pueblo, el cual, lanzando constantemente ‘vivas’ y ‘guapas’ a la virgen, la acompañaron fielmente durante toda la procesión pese al calor abrasador.
Recorrido
Entronizada en una barca cuajada de flores, la Virgen del Carmen partió de su sede en la Asociación del Hipódromo rumbo a la Iglesia de San Agustín ‘balanceada’ por los hombres del trono y guiada por los firmes pasos de los miembros de la Compañía de Mar.
Una vez allí, el obispo de Málaga, Jesús Catalá, ofició una misa en honor a la patrona del mar hasta que esta siguió su trayecto por el barrio del Real hasta el Paseo Marítimo amenizada en todo momento por la música de la Agrupación Musical ‘Jesús Cautivo de Medinaceli’.
Antes de llegar a la playa de El Hipódromo, tal y como manda la tradición, esta hizo una parada frente a la casa de Carmen Leal, viuda de Francisco Gil Castro, quien en 1986 arriesgó su vida para salvar a un joven de morir ahogado. Así, la vicepresidenta de la Ciudad, Gloria Rojas, le entregó un ramo de flores a Leal en nombre de los organizadores. Un momento sumamente emotivo que cogió aún más intensidad cuando los portadores alzaron la imagen de la virgen al cielo ante la atenta mirada de todos los presentes.
Portada hacia el mar
El momento cénit de la procesión llegó cuando los porteadores se arremangaron los pantalones hasta los tobillos y se adentraron poco a poco en la playa del Hipódromo hasta que, con el agua hasta la cintura, portaron la figura de la virgen en la barca, la cual ‘zarpó’ lejos de la orilla recorriendo la dársena melillense acompañada de una cohorte de embarcaciones que hacían sonar sus sirenas. A la altura del puerto arrojaron una corona de laurel en recuerdo de cuentas personas perecieron en la mar.
A su regreso, los vecinos del barrio de Corea juntaron a la virgen con el retrato que tienen en el Industrial hasta su encierro en la sede. Al finalizar, los vecinos del barrio disfrutaron de una agradable verbena.
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