Bueno, ahora que ha comenzado (oficialmente) la campaña electoral, quizá no fuese malo pedir que sea esta la última vez que se celebra en las condiciones actuales de injusticia, desorden y desfase en relación a lo que la gente en la calle ve, siente y anhela. Empezando por eso que sigue llamándose 'pegada de carteles', pistoletazo de salida en el que, por cierto, desde hace años no se pega cartel alguno, desde luego. Y muchas más cosas.
Las campañas electorales españolas son una antigualla. No solamente por la falsa pegada de carteles, sino también por las excesivas injerencias de la junta Electoral, la prohibición de publicar sondeos desde una semana antes de las elecciones, la pervivencia de esa absurda jornada de reflexión… y por la propia normativa electoral. Una normativa que debería haber sido reformada hace ya bastante tiempo, desde el método D'Hondt, tan inconveniente para una distribución territorial como la nuestra, hasta la necesaria introducción de las dos vueltas para un sistema presidencial. Pasando, claro, por el desbloqueo de candidaturas, la limitación de mandatos y un larguísimo etcétera.
Pero, como bien decía Pompidou, la pereza es un elemento motor de la humanidad, y es la pereza (y el miedo, otro factor que hace que el mundo se mueva*hacia atrás) la que ha impedido desde variar esa normativa electoral hasta repintar la propia Constitución. Y así, entre la pereza, el miedo y el ventajismo, andamos en esta campaña: ni siquiera se han tomado la molestia de regular adecuadamente los necesarios -sí, necesarios_ debates electorales y, así, los ciudadanos andamos a expensas de que los responsables de los partidos acuerden, a cara de perro y con la ausencia de la más mínima transparencia, quiénes debaten y contra quiénes, en qué condiciones y sobre qué no se habla, porque no conviene.
Así, si le digo la verdad, espero muy poco de ese debate 'a cinco' previsto para el próximo día 23. Un debate en el que Sánchez, habiéndose garantizado ya la fidelidad de Podemos, sale frente a tres partidos de la derecha (o del centro-derecha, al menos dos de ellos, si usted quiere) que van cada uno a lo suyo. Me parece que el resultado de la confrontación televisiva está cantado. Y sospecho que el de las propias elecciones, también.
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La pegada de carteles y otras antiguallas
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