Categorías: Opinión

La opinión de un melillense no residente y del resto de su numerosa familia

Recientemente hemos celebrado mi esposa y yo nuestras bodas de oro, evento que nos produjo una gran alegría por lo que representaba. Dicho acto, me hacía una gran ilusión celebrarlo en Melilla junto a mi familia exclusivamente – en total fuimos veintidós-, decisión que fue respaldada y organizada por mis hijos por los gratos recuerdos que tienen desde la niñez y, que a lo largo de los años transcurridos, algunos veranos han disfrutado de esta querida tierra, incluidas sus inmejorables playas. No encuentro palabras para expresar como se desarrollaron los casi tres días que estuvieron aquí, emoción tras emoción, de las que para mi algunas fueron de gran sorpresa, no así para el resto de la familia que sabían el plan que se había organizado.

Para completar este relato, merece especial mención la impresión que nos causó mi querida e inolvidable tierra en cuanto su aspecto en general, la limpieza de las calles, el impresionante, por bonito, Parque Hernández, la imagen que da la poda del arbolado de calle Marina y otras calles y avenidas; o sea, que encontramos a Melilla como para hacer un catálogo de propaganda turística de alto nivel si la comparáramos con algunas otras ciudades donde se disfruta de alto nivel turístico, tanto nacional como extranjero, donde tienes que ir esquivando las ramas de los árboles e incluso los excrementos de los perros por las aceras, o sorteando los ciclistas que van por las aceras a velocidad irracional hasta provocar el temor al salir de algún portal de que te arrastren al circular tan pegados a las paredes de los edificios. Creo que ya hay argumentos para que establezcan comparaciones.

Como conclusión, llegamos al convencimiento de que para conseguir tener una ciudad en el estado de bienestar de que disfrutáis, no puede ser de otra manera que trabajando por ella y para ella, dedicarle mucho tiempo e ilusión, a pesar de las dificultades y críticas desmoralizadoras que puedan producirse, aunque no dudo que el pueblo melillense sabrá valorar la suerte de tener al frente de la ciudad a quien tienen y a su equipo colaborador; y que les dure muchos años -qué cierto es el dicho de que las cosas se valoran cuando se pierden.

Si el transporte hacia Melilla, cualquiera que sea el medio, se consiguiese abaratar e incluso respecto al marítimo se redujera el tiempo de travesía, no nos extraña que para conseguir alojamiento habría que recurrir a una buena recomendación. ¡Qué playas!, ¡qué marisco!, ¡qué pescado!
Esta es nuestra opinión.

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