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La Mar Chica: un santuario para las aves

Por Manuel Tapia

Descanso de viajeros

Cualquier época del año es buena para visitar la Mar Chica, pero en primavera y otoño estas visitas cuentan con un aliciente más, la llegada de las aves migratorias. Estas dos estaciones coinciden con los desplazamientos pre y post-nupciales de las aves, y muchas de ellas tienen marcado en su ruta este humedal como parada obligatoria para descansar y alimentarse.

La poca profundidad de la laguna ofrece un refugio excepcional para las aves acuáticas, y sus orillas tranquilas son patrulladas por un sinnúmero de aves limícolas de todos los tamaños. Efectivamente, los humedales son uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad, pues a su vez contienen multitud de hábitats diferentes.

Las últimas lagunas litorales

La Mar Chica o Sebqa bu Areq está protegida por el convenio RAMSAR, un acuerdo internacional para proteger los humedales, precisamente por el valor ecológico primordial de éstos y por su gran fragilidad. Este acuerdo era vital para las zonas húmedas que aún existen, pues en el último siglo se han perdido o deteriorado gravemente gran parte de los humedales de las zonas más desarrolladas. Por poner un ejemplo próximo, la desaforada urbanización del litoral andaluz de las últimas dos décadas, que tan nefastos resultados ha tenido, ha acabado con prácticamente todas las lagunas costeras de esta región, con la consecuente pérdida de lugares de descanso y provisión de la fauna que las habitaba.

Turismo ornitológico
La Mar Chica, por su tamaño y sus características ecológicas, está llamada a ser un destino de primer orden para un turismo que está en pleno auge en la actualidad, el turismo ornitológico. Sitios como las salinas de Cabo de Gata o Tarifa han descubierto ya este filón, pues los lugares con condiciones especiales para poder observar la fauna aviar atraen un turismo de alta calidad y que no requiere grandes infraestructuras; más bien busca todo lo contrario, una naturaleza bien conservada. El parque ornitológico creado en la orilla de la Mar Chica a la altura del antiguo aeródromo de Tauima, en las afueras de Nador y no muy lejos del colegio español Lope de Vega, es una buena forma de combinar la conservación y el desarrollo del entorno de la laguna, y un ejemplo para otras localidades que se encuentran en sus orillas.

Flamencos y anátidas

En las zonas menos profundas y más cercanas a la orilla de la Mar Chica es fácil observar aves tan emblemáticas como el flamenco (Phoenicopterus roseus), rodeado por numerosas especies de aves acuáticas que van variando en cuestión de días en las épocas de migración. En zonas concretas y siempre en determinados días del año son muy abundantes los tarros blancos (Tadorna tadorna) y los patos cuchara (Anas clypeata), dos especies de anátidas especialmente llamativas por su bello plumaje. También se pueden ver especies muy escasas como el morito (Plegadis falcinellus), con sus plumas irisadas tan peculiares.

El morito es un ibis, emparentado estrechamente con el mítico ibis sagrado de los egipcios, que llegó a desaparecer en la península, aunque sucesivos programas de recuperación han conseguido que se vuelva a ver en el Levante y en Doñana. De hecho, muchas de las anillas que portan las diferentes especies de aves de la Mar Chica indican por su numeración que han sido colocadas por expertos de la Estación Biológica de Doñana. En los flamencos, algunas otras anillas indican que proceden de La Camargue, un humedal del sur de Francia, famoso por su población de flamencos. También se ve alguna que otra anilla procedente de la laguna de Fuentedepiedra, un lugar de la provincia de Málaga que se dio a conocer especialmente gracias a los documentales que rodó allí Félix Rodríguez de la Fuente sobre las colonias de cría de flamencos. Es una prueba de los grandes desplazamientos que realizan estas aves a lo largo del año.

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