El tono grisáceo del mar de nubes que ha cubierto la ciudad desde primera hora de la mañana ya presagiaba que las cosas no iban a resultar fáciles para la Cofradía de la Flagelación en la mañana de este Domingo de Ramos. Las miradas preocupantes alzadas hacia el cielo se han mezclado con otras clavadas en la pantalla del móvil anhelando que el tiempo se comportase en este inicio de Semana Santa.
Finalmente, le fe ha podido más que la incertidumbre meteorológica, y las puertas de la casa de la Venerable Cofradía y Hermandad Franciscana de Nuestro Padre Jesús de la Flagelación y Nuestra Señora del Mayor Dolor se han abierto de par en par para que La Pollinica y María Santísima de Gracia y Esperanza hicieran su entrada triunfal en Melilla.
El retumbar atronador de los tambores marcando el paso, las largas filas de los nazarenos y las mantillas guiando la procesión, el denso humo del incienso quemado en el botafumeiro perfumando las calles o el pecho henchido de los caballeros legionarios entonando a pleno pulmón El Novio de la Muerte mientras acompañaba la procesión. Melilla ya respiraba Semana Santa a través de todos y cada uno de estos detalles, uniendo alegría y fe en cofrades y extendiéndola al resto de los ciudadanos que no perdieron la ocasión de inmortalizar este bello evento religioso.
Un feliz acontecimiento religioso que, lamentablemente, ha interrumpido abruptamente una suave llovizna justo en el momento que La Pollinica ha atravesado de manera triunfal las puertas del Parque Hernández. El capricho del destino ha querido que María Santísima de Gracia y Esperanza no cruzase las vejas del parque. Tan solo unos pocos metros le han separado de unirse a La Pollinica en un afable paseo verdoso por el céntrico parque -momento álgido de la procesión del Domingo de Ramos- y completar el itinerario previsto.
El crepitar de las gotas de lluvia sobre las delicadas tallas de madera han hecho actuar rápido a los hermanos cofrades, que han protegido las sagradas imágenes con un manto de plástico. A partir de ese momento, la incertidumbre sobre el futuro de la procesión ha reinado durante unos minutos hasta la Hermandad ha tomado la decisión de retornar a casa.
Al igual que al principio, el Novio de la Muerte ha acompañado a La Pollinica y a La Esperanza mientras las gotas de lluvia resbalaban por el plástico que cubría ambas imágenes para mezclarse con las lágrimas que despedían de sus ojos numerosos nazarenos, cofrades y demás apasionados de la Semana Santa melillense, abatidos por el hecho de que el tiempo les ha truncado esa mañana un comienzo glorioso de Semana Santa.
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