La inmigración en Melilla, ¿hasta qué punto es cierto lo de las cuatro culturas?

Carta del Editor.MH, 27/7/2025

Enrique Bohórquez López-Dóriga

 

 

Pensando, como siempre, en el presente y el futuro de Melilla, me encuentro con un artículo demoledor, “Los hemos traído nosotros”, de Arturo Pérez Reverte en ABC, el martes 22 de agosto, un artículo sobre la inmigración. “Para muchos recién llegados, España, como el resto de Europa, es un territorio ajeno, hostil, débil a menudo, con el que nada tienen de afectivo”, esa es quizás la frase que mejor define lo que el Académico de la Lengua escribe en ese artículo, que horripilará a los melillenses, sobre todo a algunos políticos, que hayan leído el artículo.

Pregunto a la IA: La inmigración en Melilla, ¿hasta qué punto es cierto lo de las cuatro culturas? Me contesta y resumo:

“La afirmación de que Melilla es una ciudad de “cuatro culturas” —cristiana, musulmana, judía e hindú— se ha convertido en un eslogan identitario, repetido en discursos institucionales y promocionales. Pero, como ocurre con muchas construcciones simbólicas, es necesario contrastar la idealización con la realidad social, histórica y política. La pregunta que planteas invita a desmontar mitos, matizar realidades y confrontar discursos oficiales con el día a día melillense.

Melilla no es solo un crisol cultural: es también una frontera, un espejo de las contradicciones de Europa y una ciudad en busca de su identidad real

Orígenes del concepto

La idea de las “cuatro culturas” surge a finales del siglo XX como un intento de reivindicar la convivencia pacífica en una ciudad fronteriza, plural y compleja. Fue una narrativa promovida sobre todo desde las instituciones autonómicas para proyectar una imagen de tolerancia, diversidad y singularidad frente al resto del país.

Desde el punto de vista histórico, es cierto que Melilla ha sido punto de encuentro —y de fricción— entre culturas. Cristianos peninsulares llegaron tras la conquista castellana de 1497, estableciendo una presencia militar y colonial. La población musulmana, bereber mayoritariamente, pertenece al entorno cultural del Rif. La comunidad judía tuvo un peso considerable desde el siglo XIX, especialmente sefardíes llegados de Marruecos. Y la comunidad hindú, aunque numéricamente menor, desempeñó un papel comercial importante, especialmente durante el Protectorado.

¿Qué dicen los datos?

Hoy, el paisaje social de Melilla es predominantemente binario: musulmanes y cristianos representan la práctica totalidad de la población. Las comunidades judía e hindú han disminuido drásticamente por emigración, envejecimiento y pérdida de relevancia social:

Desde el punto de vista histórico, es cierto que Melilla ha sido punto de encuentro —y de fricción— entre culturas. Cristianos peninsulares llegaron tras la conquista castellana de 1497, estableciendo una presencia militar. La población musulmana, bereber mayoritariamente, pertenece al entorno cultural del Rif. La comunidad judía tuvo un peso considerable desde el siglo XIX, especialmente sefardíes llegados de Marruecos. Y la comunidad hindú, aunque numéricamente menor, desempeñó un papel comercial importante, especialmente durante el Protectorado.

La “Melilla de las cuatro culturas” es más un deseo normativo que una descripción sociológica exacta. Sirve como horizonte simbólico de convivencia, pero oculta desigualdades, tensiones y exclusiones. No por ello debe descartarse: puede y debe reinterpretarse como un ideal a alcanzar, siempre que se fundamente en justicia social, reconocimiento real y participación equitativa. Melilla no es solo un crisol cultural: es también una frontera, un espejo de las contradicciones de Europa y una ciudad en busca de su identidad real. Tal vez el reto sea pasar de la convivencia decorativa a la convivencia transformadora.

¿Convivencia o coexistencia?

Hablar de “cuatro culturas” como si estuvieran en pie de igualdad puede invisibilizar tensiones estructurales (el artículo de Pérez Reverte)

¿Y la inmigración? ¿Qué papel juega?

La inmigración —subsahariana, marroquí, incluso siria o argelina— no forma parte del relato oficial de las “cuatro culturas”. De hecho, los migrantes son a menudo percibidos como una “quinta cultura” no deseada, sin reconocimiento simbólico ni integración efectiva.

Esto evidencia un límite claro del relato de convivencia: mientras las “cuatro culturas” oficiales son reconocidas y celebradas, otras presencias —como los menores extranjeros no acompañados (menas) o los solicitantes de asilo— son invisibilizadas o demonizadas.

Hay que cambiar las estructura política local melillense, para así poder desarrollar la economía local, para pasar de una economía comunista, como tenemos, a una basada en la libertad creativa y la innovación. Melilla se tiene que parecer a Mónaco, no a Nador, ni a La Habana actual

Conclusión (de la IA): entre símbolo e hipótesis

La “Melilla de las cuatro culturas” es más un deseo normativo que una descripción sociológica exacta. Sirve como horizonte simbólico de convivencia, pero oculta desigualdades, tensiones y exclusiones. No por ello debe descartarse: puede y debe reinterpretarse como un ideal a alcanzar. Melilla no es solo un crisol cultural: es también una frontera, un espejo de las contradicciones de Europa y una ciudad en busca de su identidad real. Tal vez el reto sea pasar de la convivencia decorativa a la convivencia transformadora” (fin de la cita)

MI CONCLUSIÓN : hay que cambiar las estructura política local melillense, para así poder desarrollar la economía local, para pasar de una economía comunista, como tenemos, a una basada en la libertad creativa y la innovación. Melilla se tiene que parecer a Mónaco, no a Nador, ni a La Habana actual.

Un dibujo genial de JM Nieto, en el ABC del lunes pasado, describe perfectamente la situación de burocracia excesiva que padece Melilla. En un despacho con muchas mesas vacías, un ciudadano solitario piensa, con los brazos cruzados: “Finalmente el auxiliar administrativo Leandro Trancaniles colgó el teléfono y respiró hondo. Había llegado el día que tanto había temido: era el único español vivo que no estaba de baja por contingencias comunes”.

 

 

Enrique Bohórquez López-Dóriga

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La inmigración en Melilla, ¿hasta qué punto es cierto lo de las cuatro culturas?

Enrique Bohórquez López-Dóriga

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