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La fragmentación política

Stanley G. Payne, uno de los más grandes hispanistas, en La Razón, el miércoles. A la pregunta de qué le preocupa más de lo que está sucediendo hoy en España responde: “La recuperación económica será larga, dura y difícil, pero aún peor es la fragmentación política, a la cual no se ve ningún remedio inmediato. En el siglo XXI, las izquierdas españolas se han vuelto a su vómito, enarbolando de nuevo la bandera de su tradición de los exaltados desde 1821 (los que iniciaron la tradición exaltada de la vida española, una característica que ha perdurado, y perdura, hasta nuestros días, como resalta Payne en su libro “En defensa de España, Desmontando mitos y leyendas negras”, publicado en 2017) brevemente superada durante los años de la Transición. Además, como es típico de las izquierdas españolas siempre tan destructivas, están muy reñidas entre sí”.


Lo peor de lo que ocurre hoy en España, según la autorizada voz de Payne, es la fragmentación política, y lo verdaderamente dramático es que, como el catedrático añade, no se ve ningún remedio inmediato a tal situación. El “turnismo” entre el partido conservador y el liberal era (página 130 del libro antes mencionado) artificial, pero este sistema era mejor que el de los anteriores períodos liberales, ya que permitía la alternancia en el poder y el sistema turnista prácticamente desapareció cuando lo hicieron sus dos líderes políticos principales, Cánovas (asesinado por un anarquista en 1897) y Sagasta.


La fragmentación política y la exaltación, la riña como sistema, también son especialmente notorias y nocivas en Melilla. Existe un Gobierno formado por dos partidos políticos, CpM y PSOE, que ya ni siquiera disimulan que no se soportan, a los que se suma el diputado de otro partido que ya no milita en el partido por el que se presentó a las elecciones (Ciudadanos) y que, además y con buen criterio, ya ha anunciado que dejará la política en cuanto se produzcan las nuevas elecciones. El complemento de los 13 diputados que conforman la mayoría de la Asamblea que sostiene al Gobierno es uno de los políticos más amorales, ignorante y ridículamente fatuo que la política melillense ha conocido jamás, Jesús Delgado Aboy, que se presentó a las elecciones como miembro de Vox y que ahora -tras ser expulsado del partido- vota siempre en el sentido opuesto a lo que lo hace el partido con el que logró el escaño. La oposición, PP (10 diputados) y Vox (que se ha quedado con 1), tampoco emite síntomas de acuerdo, sino más bien de competitividad electoral de cara a las elecciones -ya próximas- de mayo de 2023. Y de fondo, un Gobierno nacional -escasamente español- de tipo socialcomunista cuya actitud hacia Melilla (y Ceuta) no se caracteriza precisamente por la defensa de nuestras dos ciudades ante los ataques y acciones ofensivas de Marruecos, país especialmente empeñado hoy en destruir la identidad y la ya maltrecha economía de las dos ciudades españolas del Norte de África.


Melilla necesitaría una sólida representación local en las dos Cámaras (Congreso y Senado), más local (no religiosa ni étnica) y menos dependiente de las órdenes de los líderes de los partidos nacionales. Una representación que, para empezar, se centrara en resolver el primero y más grave de los problemas que Melilla y Ceuta tienen: dejar de ser Ciudades Autónomas, falsamente autónomas (puesto que nuestra dependencia del Estado es inmensa, como se puede contemplar un día y el siguiente también), para pasar a ser la 18ª Autonomía española. Necesitamos salir de nuestra excepcionalidad dentro del Estado español, o sea, dejar de no ser parte del régimen autonómico que nuestra Constitución contempla y protege, solucionar ese enorme problema diferencial -político, social y económico- que las dos ciudades españolas del continente africano padecemos. Un problema que, estoy firmemente convencido, solo se puede solucionar siendo ambas ciudades la 18ª Autonomía de España, con casi 180.000 habitantes, dos diputados y cuatro, o cinco, senadores, y contando así con un peso de defensa autóctona de nuestros intereses del que actualmente -tan dependientes del Estado como somos- carecemos.


Bastantes problemas graves tenemos en Melilla como para crear y alentar problemas evitables.


Se equivocan PSOE y CPM, se equivoca especialmente Elena Fernández Treviño, con su afán destructor de un monumento histórico que para la inmensa mayoría de los melillenses no significa más que eso, un monumento en una plaza céntrica erigido en memoria de los Héroes de España. Elena trabaja mucho y bien en su Consejería de Educación. Es una pena que, aludiendo a una lamentable ley de Memoria Histórica (o antihistórica, no sé) que será derogada más pronto que tarde, como merece el general sectario uso que de ella se hace, Elena insista en destruir y dedique su tiempo a crear problemas y a perder crédito personal, en vez de seguir centrada en lo que es útil para los melillenses y que ella sabe hacer muy bien.

Posdata
Me uno al pesar de los muchos melillenses que han lamentado la muerte de un gran melillense como Mariano Remartínez Buera, un gran médico y un gran luchador en y por nuestra ciudad. La pérdida de un gigante de su talla, con virtudes y defectos como todo ser humano, es una gran pérdida para nuestra ciudad. Se merece descansar en paz y ser recordado.

Enrique Bohórquez López-Dóriga

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