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La cobardía del seudónimo

Por Abdelkader Mohamed Alí

La siguiente reflexión que desgranamos, pretende ser una distendida respuesta a un infame artículo aparecido en estas mismas páginas este pasado lunes, día 16, bajo el epígrafe “Descalificar a Imbroda, sea como sea” firmado con el señuelo “Estela R.M.”. La firma corresponde a un seudónimo que oculta la verdadera autoría del firmante o firmantes ocultos. Es más que probable que el artículo haya sido pergeñado en un despacho al alimón. De ahí a que nuestra inspiración también se fundamentará en sendas referencias. La primera en SALOMÓN, exactamente en la primera parte del Proverbio 15:1 de Salomón que dice: “Una respuesta blanda, quiebra la ira”. Y la segunda nos retrotrae a BLAS. Exactamente a los primeros versos del poema “Pido la paz y la palabra”. Sí, nos referimos a Blas de Otero, cuyo primeros versos refieren: “Escribo / en defensa del reino / del hombre y su justicia”. A partir de aquí el anonimato debería ir disipándose conforme avance la perspicacia del lector.

Hay reflexiones que por su singular exposición llevan implícitamente un retrato de su autor que por sí misma origina una aproximación fidedigna de la persona o personas que escriben. La contradicción se plantea cuando se escribe atrincherado tras un seudónimo, por lo que el ejercicio psicoanalítico tendremos que provocarlo desde estas líneas.

La libertad de expresión es parte central del equilibrio entre los poderes del Estado y es ejercida por personas conocidas, con nombre y apellidos. Máxime cuando se escribe en un medio público y la identidad determina buena parte de la reflexión supuestamente defendida. Como bien señala Alex Grijelmo, –un viejo amigo, jefe de redacción del diario madrileño El País–, en su libro “La perversión del anonimato” publicado en la Editorial Taurus, nos aclara: “El anonimato es imprescindible en unas ocasiones, y deplorable en otras”. Deplorable especialmente cuando se utiliza para atacar a otra persona públicamente. La cobarde ocultación evidencia una adulteración de quien escribe. Sus argumentos valen tanto como la falsedad del seudónimo al que recurren. Sobre todo cuando se interpela a alguien que escribe sus artículos con toda la identificación precisa: nombre, apellidos y foto personal. Pero también, todo seudónimo público siempre precisa de la complicidad que da acceso a la publicación. Lo que a todas luces origina un agravio comparativo. Injusto, sin duda. Ley del embudo por la que hay que transitar dadas las circunstancias. Grijelmo, maestro de periodistas, es el primero que aborda el tema del anonimato mal empleado, algo parecido a los salteadores de caminos que salen al paso con la cara cubierta. Nada bueno cabe esperar de la embestida enmascarada, ya que como nos dice nuestro amigo “El lenguaje es como un cuchillo: sirve tanto para cortar el pan como para matar”.

Si de verdad interesa dirimir posiciones de la actualidad, contrastar pareceres claramente antagonicos, hay posibilidades más honestas y aseadas, empezando por la transparencia de los contendientes, sin ocultarse tras un nombre falso. Un burdo anonimato que sale en defensa del Partido Popular y el imbrodismo. A la vez, una defensa ambivalente que puede confirmar una posición y simultáneamente procura no poner en peligro los propios intereses profesionales ocultando la identidad. Es la cobardía superlativa que garantiza la cartera del ámbito del criticado. Es el tradicional racismo, que mira al otro simplemente como medio de progresión económica ocultando las opiniones que comprometen. Muy típico por estos espacios melillitas.

Es así que no merece la pena entrar en una respuesta pormenorizada a manidos argumentos que caen con la inercia de su peso. Trillados pretextos utilizados permanentemente que sólo convence a la parroquia, siempre incondicional. Son los hechos los que deben determinar la realidad de las personas, no los juicios de intenciones. Vicios muy arraigados en una derecha cada vez más desfigurada que sorprende tanto a propios como a extraños.

El tono paternalista del artículo con que está presentado muestra un supremacismo que define a sus redactores. Es evidente que para estos personajes hay quienes debemos estar siempre agradecidos a la metrópolis el habernos “integrado” en el patio interior de las instituciones. Según esta lógica maniquea, haber ocupado escaño en una institución de la Unión Europea siendo morenito debe conllevar la pérdida de criterio, sobre todo si es crítico. Una extraña percepción del sentido de la libertad y toda la traca decorativa con la que tradicionalmente se presentan los poderes liberales.

Es similar a lo que ocurre también cuando se critica la mayor atrocidad humana cometida en el siglo XXI. Criticar el genocidio de “Israel” ha supuesto para quien suscribe un enrevesado ataque, eso sí, desde el anonimato. Retomemos el tema: La distinguidísima antropóloga argentina Rita Segato dice que el genocidio de Gaza es mucho peor que el Holocausto. Afirma Segato: “En el Holocausto había algún grado de pudor y el horror no terminó de verse hasta entrar en los campos de concentración. Ahora, para conocer el genocidio en Gaza, abres las redes sociales y te encontrarás con las escenas más horrendas en tiempo real”. (PikaraMagazine.com).

Criticar a Europa también me ha supuesto la reprimenda de mis críticos anónimos. Sin embargo, mal que les pese a los anónimos redactores, Europa ha demostrado en estos últimos veinte meses que ya no le importan los Derechos Humanos. La centralidad humanista ya no cotiza. El gran sociólogo puertorriqueño Ramón Grosfoguel, profesor en la Universidad de Berkeley, nos refrescaba recientemente en diversos artículos y conferencias pronunciadas, con estas palabras: “el hitlerismo no es más que el resultado de las prácticas coloniales que retornan a Europa, como un efecto boomerang”. Y aclara: “Mientras que los europeos suelen ver a Hitler como una excepción en la historia europea, muchos ‘Hitler’ han pasado por estas tierras. Es decir, no es algo excepcional, sino la manifestación del sujeto moderno por excelencia. En el Sur Global hemos sufrido el hitlerismo durante los últimos cinco siglos con españoles, portugueses, daneses, británicos, franceses, belgas, italianos.” Y, un dato histórico nada menor que también manipulan los “Estela R.M.”: El nazismo fue derrotado principalmente por la Unión Soviética.

El “hitlerismo” europeo en estos últimos veinte meses se ha experimentado en Gaza a manos del ente israelí. Las antiguas víctimas ahora aplican los mismos padecimientos a la población palestina. Y Europa, lejos de condenar este genocidio, ha practicado una complicidad evidente administrando bombas, ingentes armas y todo aquello que ayude al exterminio. Debieran de entender mejor que nadie, los anónimos escribientes, que si esto lo dice la Corte Penal Internacional y el Tribunal Internacional de Justicia no será por cuestión de antojo. Algún fundamento jurídico debe haber. ¿No les parece? Los fundamentos de los hechos son indiscutibles. Y querer comparar este bárbaro genocidio con otros conflictos menores, es simplemente mala fe. Inmundicia.

Es curioso, pero siempre se cumplen determinados patrones haciendo que la verdad sea calificada de “radical”, y a quien la esgrime de “agitador” unido al socorrido comodín de “islamista”, bla, bla, bla, bla… Es el tradicional estilo de los tramposos que acuden al ataque personal y no a los argumentos. Nada verdaderamente sustancial que estimule la reflexión. Trampas de mal perdedor. Y son los mismos que hablan de ‘convivencia’. Aun así, siempre estaré a disposición para debatir, discutir civilizadamente, contrastar allá donde prefieran. De ser en un medio público sería, sin duda, ideal. Ahí queda mi propuesta.

Y finalmente, por la defensa numantina que se hace del presidente Imbroda no es nada complicado deducir quien se oculta tras el seudónimo. Espero que llegados hasta aquí se tenga una objetiva intuición. En todo caso no cambia nada saber de la identidad oculta. Simplemente es porque “Hombre prevenido vale por dos”.

 

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