Por Gonzalo Fernández
Con objeto de dar una visión de la China que viví, voy a relatar en algunas viñetas cortas, pero que pretendo sean significativas, anécdotas vividas durante mi trabajo en China, que puedan proporcionar una visión adicional del mundo chino, complementaria a lo expuesto en los anteriores artículos.
En China no es oro todo lo que reluce, pero les encanta todo lo que reluce, en sus templos, en su florido lenguaje, en sus espectaculares instalaciones para recibir visitas, en particular si se trata de extranjeros. La ostentación, las apariencias, forman parte de su idiosincrasia.
La esvástica que se ve en la foto de la derecha está girando hacia la izquierda y es un símbolo sagrado y de buena suerte para los budistas. Resalta el dorado preponderante.
El dominio del inglés era entonces, y sigue siendo, más que rudimentario incluso al nivel de organismos del gobierno. Quizás es porque contratan al primo, siempre que sea del partido.
Como ejemplo valga el cartel que muestro, situado a la entrada de una atracción, pero letreros similares se pueden ver incluso en autopistas, es el “chinglish”. Lamentablemente en algún momento perdí esas otras fotos.
El “alfabeto” del idioma chino, los ideogramas, consta de miles de caracteres. Los niños deben aprender en la escuela los tres mil (sí, tres mil) caracteres más comunes. Este titánico esfuerzo de memorización supone un gran inconveniente para el desarrollo del pensamiento creativo y crítico. Un chino medio entenderá o pensará exactamente lo que se le ha dicho que piense.
Una anécdota significativa ocurrió cuando invitamos a unos colegas a comer paella en un restaurante “español”. Decidí llamar por la mañana para encargar paella para ocho personas. El camarero que tomó la llamada dijo que no tenían paella para ocho personas. Le pregunté si tenían paella y me dijo que sí, pero no para ocho personas. Recortando en tiempo y en desesperación la historia, tenían paella, pero para cuatro personas. Encargamos dos paellas para cuatro personas.
No es ni mucho menos un caso aislado. Ocurrió con una pizza hawaiana que pedimos sin piña. Al final tuvimos nosotros que quitar la piña de la pizza, ya que la hawaiana sabe el camarero que viene con piña.
Si creen que esto se limita a camareros, les puedo asegurar que no es cierto. En el transcurso de mi trabajo tuve la oportunidad de experimentar varias experiencias similares, pero menos graciosas.
Los chinos son capaces de realizar obras espectaculares, como sucede con las recreaciones gigantescas en hielo, con tubos de colores iluminados en el interior que realizan en el festival del hielo de Harbin, en la frontera con Rusia y a 18 grados bajo cero. Pero si buscan el baño, es común y … encontrarán un rectángulo cerrado por muritos de hielo como de un metro de altura y nada más. El espectáculo helado en su interior no es tan atractivo como el de fuera.
Los chinos viven en su mayoría en casas muy, muy pequeñas y con escasos servicios. Por ello aman ir al parque a hacer sus ejercicios, como TaiChi u otros muchos. Es muy divertido ir a uno de los parques para ver a la población ejercitándose de muy diversas formas, cantando, bailando, haciendo caligrafía con agua …
El tren que lleva desde Shanghai hasta el aeropuerto de la ciudad es un motivo de orgullo para China. Alcanza más de cuatrocientos kilómetros por hora. La red de alta velocidad está creciendo, dentro de las limitaciones que imponen los inmensos espacios.
China no respeta con España, y España no las hace respetar, las mínimas normas de reciprocidad que rigen las relaciones diplomáticas en todo el mundo. Por ejemplo, no permite a los diplomáticos españoles acreditados obtener más que una matrícula diplomática, mientras que sus pares en España pueden obtener todas las que quieran.
Otro ejemplo sería la prohibición de abandonar la ciudad de Beijing en coche, solo en avión o tren y en vagones específicamente para extranjeros, con toda probabilidad para tratar de evitar que vean, como yo tuve la oportunidad de hacer ignorando la prohibición, la realidad de la miseria de la mayoría de la población china, a tan sólo unos kilómetros de Beijing.
En este viaje y buscando salirnos de la autopista, arribamos por casualidad a una ciudad que simplemente no aparecía en el mapa. Preguntando a los locales, en chino, como se salía de la ciudad en dirección a Beijing, comprobamos que no sabían cómo hacerlo. Uno de los ciudadanos de las decenas que se reunieron, más colaborador, empezó a desplazar su dedo por el mapa hasta que, llegando cerca de Mongolia, a miles de kilómetros, decidimos agradecerle y fiar en nuestro instinto de navegación para encontrar la carretera adecuada, lo que milagrosamente conseguimos. La ignorancia se explica porque la inmensa mayoría del pueblo chino no tiene permiso del gobierno, ni medios, para abandonar el lugar donde viven.
Durante nuestra estancia en Beijing no había cadenas de TV en inglés, menos aún en español, por lo que comprábamos películas para cuando queríamos pasar un rato. Las mejoras películas piratas estaban en la tienda del gobierno para extranjeros, el Beijing Friendship Market. Por cierto, también vendían allí palos de golf pirateados.
Los chinos son enormemente curiosos y aún más con los extranjeros. En una ocasión fui al banco con mi intérprete y, cuando estaba en la ventanilla siendo atendido, apreció por mi derecha una cabeza mirando todo y preguntando a mi intérprete sobre lo que estábamos haciendo. No fue el único caso.
El permanecer en la fila es algo ajeno a su mentalidad. Se la pasan impúnemente, eso sí sin mirarte, ya que el mirarte directamente supone para ellos un desafío y con frecuencia lleva a una pelea. Estando en Singapur esperando en una fila en el primer lugar, cuando se levantó la señora que estaba siendo atendida apareció de la nada otra señora China muy enjoyada y se sentó para ser atendida. Pero Singapur es todo orden y respeto. El oficial de aduanas habló con ella en chino. No sé qué le dijo pero se levantó como centella y desapareció de la vista. Una pequeña reivindicación para todas las veces que había sufrido lo mismo.
Una situación que me impresionó y me confirmó la miseria que vive buena parte del pueblo chino, fue observar en la portada del diario “China Daily”, periódico oficial del partido en inglés, la foto de un sonriente ciudadano mostrando unos pocos cientos de “yuanes”, unas pocas decenas de dólares entonces, con un subtítulo parecido a este: “el ciudadano XXX va a su ciudad, con ocasión del año nuevo chino, con el fruto de su trabajo del año”. Si el partido presume de eso …
Es cierto que China es la segunda economía del mundo por PIB, pero ocupa el lugar sesenta y seis en renta per capita. Al estar muy mal distribuida la riqueza, sigue habiendo mucha pobreza e incluso pobreza extrema. Según datos del Banco Mundial, en 2.020 y utilizando un umbral tan bajo como 5.5 dólares diarios, unos 2.000 dólares anuales (1.600€), aún contaríamos a más de 370 millones de chinos como pobres.
No es oro todo lo que reluce.
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La China que yo viví, en anécdotas
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