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Isabel Migallón pide a la patrona que los melillenses sigamos siendo “gente de bien”

Los salones del Club Marítimo acogieron ayer la charla de la investigadora Isabel Migallón con ocasión del 260 aniversario del pedimento de ratificación de la Virgen de la Victoria como patrona de Melilla. En su intervención, repasó algunos de los acontecimientos aportados por los melillenses del siglo XVIII en el escrito remitido al monarca para justificar su petición de ratificar el patronazgo de la virgen, incluyendo desde curaciones milagrosas, a intervenciones en momentos de penuria. Migallón, aprovechó la ocasión no sólo para que los presentes renovaran su juramento a la protectora de Melilla, sino también para rogar a la Virgen porque siga protegiendo a los melillenses y que sigan siendo “gente de bien”.

Isabel Mª Migallón invitó ayer a los melillenses a viajar al pasado, a rememorar el 3 de febrero, festividad de San Blas, una fecha emblemática para todos, un acto que tuvo lugar en 1756 cuando los habitantes de la Plaza de Melilla quisieron ratificar a la Virgen de la Victoria como su Patrona. 260 años han transcurrido desde aquel día en el que se reforzó la unión con la Virgen bajo la advocación de María Santísima de la Victoria, festividad instituida por el papa Pío V en 1571 para conmemorar el triunfo de la marina española en la batalla de Lepanto. “Quizá fue en ese mismo siglo cuando los habitantes de este pequeño enclave español la eligieron como su Patrona”, señaló la pregonera.

Ratificación
Tras agradecer a la hermana mayor de la Congregación de la Victoria que le encargara la misión de recordar esta fecha tan singular y de ponerse en las manos de la patrona en su exposición, explicó que los preparativos para el pedimento de ratificación de la Virgen de la Victoria como patrona de la ciudad se iniciaron a finales del mes de enero de 1756, cuando el gobernador de Melilla, Antonio de Villalba y Angulo remitía a Su Augusta Majestad Fernando VI, un escrito firmado por los miembros del Estado Mayor y algunos vecinos en la Plaza de Melilla para dar curso al pedimento de ratificación como “Única Patrona”, a la “Soberana Reyna de los Ángeles Maria Santísima de la Victoria”.

Aseguró Isabel Migallón que en el documento recoge alguna de las causas que motivaron tan especial devoción y veneración de los melillenses a la Virgen de la Victoria. En él se señalan “algunas de las intervenciones de la Virgen salvando la Plaza en momentos de extrema gravedad y penuria: hambres, epidemias, sitios, temblores de tierra, tempestades, y un largo etcétera”. Así se cuenta que en febrero de 1627 se vivieron días de hambruna, por lo que el 14 se enviaba una carta al rey Felipe IV en la que se hacía ver al monarca la necesidad que la plaza experimentaba por la falta de víveres y especialmente de pan y que solo tenían para cuatro días. Los melillenses “se encomendaron entonces a Nuestra Señora de la Victoria sacándola de su casa a la Iglesia Principal, comenzando también una novena. Al tercer día, a pesar del recio temporal llegó una embarcación, la saetía patroneada por Baptista Bartola, con algún socorro. ¡Sus plegarias habían sido escuchadas! ¡María Santísima les había salvado!”, indicó.

Otro momento de auxilio se refiere al 6 de mayo de 1649 cuando la Plaza fue atacada con gran furia murieron el Alcaide Gobernador, Luis de Sotomayor y otras personas, perdiéndose toda la Infantería y Caballería, quedando con tan solo 20 hombres para la defensa, pero “como María Santísima era su Patrona gracias a ella pudieron impedir que los enemigos triunfasen en la Ciudad”. También consideraron como milagroso un hecho ocurrido el 15 de abril de 1719, cuando el viento desplazó hasta las Chafarinas un navío con toda su tripulación y se temió que murieran a manos del enemigo. “Decidieron pues sus convecinos procesionar a la Virgen de la Victoria implorando la vuelta de todos ellos que se logró al poder recogerlos dos embarcaciones”.

En noviembre de 1720 una fragata y una falua salieron junto con el vicario y el cura, con el deseo de pasar el día en las Chafarinas. En el momento del regreso se levantó una gran tormenta que “arrojando mucha agua, rayos y zentellas, alborotando el mar, les puso en tal conflicto que solo respiraban para pedir misericordia, e implorar el Patrocinio de Maria santísima de la Victoria a quien se encomendaron y tuvieron a evidente milagro de esta Soberana Emperatriz, llegar a este Puerto a las diez de la noche con toda felicidad, por cuia fineza pasaron descalzos desde la Marina, a rendir las gracias a su bienhechora”, reza el documento.

Más cercanas en el tiempo fueron en 1752 y 1754 unas epidemias de fiebres tercianas que ocasionaron gran aflicción. De nuevo tuvieron que recurrir a la intercesión de Nuestra Patrona. “Recorrieron las calles y plazas de la vieja Melilla y al llegar frente al hospital, el de San Francisco, se le cantó una salve; pronto volvieron a la normalidad, recobrando la salud, quedando pues zanjado el brote epidémico”.

Estas fueron algunas de las justificaciones escritas en el pedimento con las que se pretendía dar mayor fuerza y firmeza a la ratificación como Patrona, de quien ya lo era. Pedían además que se señalase primero de noviembre para la celebración de la festividad de Nuestra Señora de la Victoria. Se eligió ese día, según Migallón, en recuerdo del tristemente famoso “Terremoto de Lisboa”, ocurrido en 1755 y que ocasionó miles de víctimas. “En Melilla se sintió sobre las diez y media de la mañana, pero sin que exista constancia de muerte alguna por el mismo a pesar de su virulencia”.

Ratificación
El 28 de enero de 1756, un año que calificó como de “Exaltación Mariana”, se convocó en la plaza pública a todos los melillenses con el fin de dar un paso más para la ratificación de la patrona. Pero el mal tiempo obligó a posponer este acto hasta el 3 de febrero, cuando bajo la presidencia de Antonio de Villalba y Angulo, gobernador de lo político y militar junto con Joseph de Osorno, comisario Real de Guerra, veedor, contador y Ministro de Hacienda se dio lectura al juramento en el que los melillenses mostraron su voto a María Santísima de la Victoria como patrona de la ciudad. El gobernador volvió a preguntar si todos estaban conformes con la ratificación, para recibir un “sí, aprobamos”, al unísono. El mismo apoyo recabó cuando se informó que se remitiría el documento al monarca para que diera el visto bueno.
“El pueblo de Melilla en pleno, todos los que allí se hallaban en aquel día de febrero, henchidos sus corazones de fervor mariano, a viva voz habían ratificado a Nuestra Señora de la Victoria como su Patrona. Revalidaron entonces lo que antaño hicieran aquellos otros melillenses que les precedieron en el tiempo y que quisieron que fuera ella la Madre y Protectora de todos los habitantes de esta Plaza. Era pues momento de que el escribano diera fe de todo lo acontecido y que en documento oficial quedaran plasmadas sus pretensiones para dirigirlas al monarca”, relató la pregonera.

Los actos no finalizaron, dado que al día siguiente, alrededor de las nueve de la mañana, los oficiales del Regimiento de Infantería de Toledo y del Destacamento de Artillería pidieron permiso al gobernador para trasladar a la Iglesia un “tarjetón” que había estado el día anterior expuesto en el frente del teatro de la plaza. En él, junto al escudo real, se podía leer: “Melilla, viva nuestra patrona. María Santísima de la Victoria”. A las ocho de la noche fueron convocados de nuevo todos los melillenses para proceder a dicha acción. Encabezaba la comitiva el estandarte de Santiago, seguido por un niño y una niña ataviados como ángeles siendo los portadores de la citada tarjeta. Tras ellos un coro con sus instrumentos y el sequito de personas con velas encendidas. “Todos quisieron estar presentes, todos quisieron expresar el agradecimiento a la Madre del Cielo por tanto favores recibidos. En aquella noche invernal, envueltos en su negro manto, roto solamente por la tenue luz de las bujías, sus voces resonaron por todas las calles de Melilla, donde solo se respiraba alegría y amor mariano. Plenos de fervor, elevaron plegarias, diciendo: ¡Viva María Santísima de la Victoria nuestra Patrona!”
Así una y otra vez hasta llegar a la Iglesia donde se cantó la salve.

Aniversario
“260 años han pasado Señora desde aquellos actos de veneración por ti y de ratificación de tu patronazgo instituido mucho tiempo atrás por unas personas que quisieron agradecerte públicamente todo lo que por ellos habías hecho en los momentos que más te necesitaron”, indicó Isabel Migallón, que aprovechó el momento para animar a los asistentes a la charla a ratificar de nuevo su juramento a la Virgen, repitiendo la fórmula de aquel 1756, la misma que cada 8 de septiembre se repite en la misa dedicada a la Virgen de la Victoria en su santuario de la Purísima Concepción.

Isabel Migallón pidió a la patrona, a la que ha velado por tantas generaciones de melillenses, que sea “la luz que ilumine los senderos por los que ha de discurrir nuestro caminar en este mundo terrenal; que los melillenses de nacimiento o adopción, seamos gente de bien, y continuemos dando ejemplo de convivencia en armonía”. Rogó que ilumine también a los gobernantes: “Ayúdales a proceder con rectitud y sabiduría y que nosotros también sepamos colaborar, en la medida de lo posible para que Melilla avance con paso firme hacia el futuro”.

Aseguró que Melilla es una ciudad única, “a la vista está cuando paseamos por sus calles, cuando nos deleitamos con unos edificios que asombran a quienes nos visitan por su belleza”. Pero lo que realmente “la hace especial es su gente, las personas que en ella viven. Ese crisol de culturas, esa amalgama de costumbres compartidas por todos porque desde niños las asimilamos sin darnos cuenta. Esto es lo que convierte a sus habitantes en personas hospitalarias y muy humanitarias en los momentos difíciles”. “Siempre digo que Melilla es una ciudad pequeña, geográficamente hablando, pero grande en humanidad”, afirmó. Finalizó su parlamento agradeciendo a todos su asistencia y dedicando vivas a la Virgen de la Victoria.

Jesús Andújar

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Jesús Andújar

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