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Hoy nos jugamos nuestro futuro

Las elecciones de hoy pueden ser el inicio de una esperanza para el futuro de Melilla o el comienzo de una catástrofe que nos conduzca a la desaparición como ciudad española y desarrollada. Hoy nos jugamos gran parte de nuestro futuro y tenemos la opción, yo diría la obligación, de contribuir -con nuestro voto- a tener futuro, un futuro que hoy no está nada claro.
Los antecedentes de este gran día electoral no pueden ser peores para nuestra ciudad y para casi todos los melillenses, pero hasta en las mayores catástrofes -y lo de la compra de votos por correo en Melilla lo ha sido- se puede encontrar una luz, una esperanza de mejora. Creo que la enorme atención mediática que ha creado la corrupción electoral ha puesto de manifiesto que Melilla es importante para España y para Europa, mucho más importante de lo que muchos melillenses y muchos políticos locales -enormemente ignorantes y zafios- pueden siquiera imaginar.
El considerado como padre de la filosofía, Heráclito, en el siglo V antes de Cristo escribió “De la naturaleza de las cosas”, un estudio sobre el cambio, y concluyó que “todas las cosas fluyen, uno no puede bañarse dos veces en el mismo río y con la misma agua”. El cambio se consideraba necesario e inevitable hace casi tres mil años. Las cosas, como el agua de un río, fluyen, cambian, se transforman…. para todos, excepto para -por citar el ejemplo más cercano- para muchos dirigentes políticos locales: las listas de candidatos de los partidos de Melilla son, en general, un monumento al inmovilismo, al más de lo mismo, a la falta de imaginación. La sensación de que en Melilla no se puede votar a lo bueno -porque la experiencia nos enseña que lo bueno escasea en las listas partidistas- sino que estamos obligados a votar a lo menos malo, otra vez -y van muchas-es muy, muy frustrante.
Aún así, mi petición a los melillenses es que acudan hoy a votar, que no crean que porque nosotros “pasemos” de la política, la política va a pasar de nosotros, porque eso no va a suceder. Así que tapándonos la nariz o con sonrisas, como sea, es más que conveniente, es necesario que el pueblo melillense participe, cuantos más mejor, en la elección de los que van a ser nuestros representantes políticos, nuestros 25 diputados de la Asamblea local, durante los próximos y largos cuatro años. Debemos evitar que a la larga vergüenza que ha sido para Melilla lo ocurrido durante esta sucia campaña electoral no se sume una enorme abstención, un porcentaje de no votantes récord en España, camino al que vamos abocados tras el despilfarro y la no utilización de miles de inducidos y comprados (por las mafias locales) votos por correo. Unos dirigentes políticos elegidos por un porcentaje muy bajo del total del censo electoral no pueden considerarse, con orgullo y satisfacción, democráticamente responsables de un pueblo que les da la espalda a la hora de votar. Así que, aunque muchos de los que aparezcan en las listas electorales de los partidos no se lo merezcan -como es el caso- mi mensaje a los melillenses es que hoy cumplan con la democrática obligación de votar, pensando en Melilla y en el futuro de cada uno de nosotros.

Algunas frases para pensar y sonreír
“Menos mal hacen 100 delincuentes que un mal juez. Donde hay poca justicia, es un gran peligro tener razón”. No lo digo yo, lo dijo Quevedo (no el político local, sino el escritor del gran Siglo de Oro de las letras españolas). Y sí, tener razón y decirlo, acostumbra ser muy peligroso. Hay muchos jueces extraordinariamente buenos, pero también hay algunos muy, muy malos (nosotros los hemos padecido)
Otra frase, esta del absolutista rey francés Luis XIV, el rey Sol: “Cada vez que proveo una plaza vacante, creo cien descontentos y un ingrato”. Los políticos que han gobernado durante años lo deberían tener siempre muy en cuenta. Con los cíen descontentos siempre se puede contar. Lo del ingrato -que es aún más frecuente- pasa más desapercibido, pero es bien cierto. Si los políticos, con el dinero público, el dinero de los ciudadanos -el suyo no se toca- lo tuvieran más en cuenta e intentaran ganar votos de una manera más limpia, probablemente obtendrían mejores resultados personales y populares (del pueblo).
En fin, cuentan que Sócrates, mientras le preparaban la cicuta, aprendía un aria para flauta. ¿De qué te va a servir?, le preguntaron. “Para saberla antes de morir”.

Enrique Bohórquez López-Dóriga

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Hoy nos jugamos nuestro futuro

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