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¿Hasta cuándo podrán soportar los oceanos tanta crueldad?

En un punto concreto de las latitudes infinitas del Universo, formado en períodos de tiempo inimaginables para nosotros, resplandece como un diamante blanco-azulado el maravilloso planeta Tierra. Un planeta perfecto abocado a la destrucción a manos de uno de sus incontables habitantes, el ser humano. Los mares de nuestro planeta están llenos de vida, de preciosos jardines de coral donde peces de colores se mueven alegres, causando una impresión paradisíaca al observador humano. Ellos viven en la unidad de su cardumen, se mueven llenos de armonía y consonancia, como si fuesen un solo ser. Su cardumen significa para ellos protección y amparo.

Innumerables arrecifes coralinos se han ido formando en el curso de milenios, viviendo en una simbiosis perfecta con su entorno. Las corrientes marinas proporcionan alimento a los corales y éstos dan protección y vida para un sinfín de peces. De hecho en los arrecifes de coral vive aproximadamente la cuarta parte de todos los peces conocidos. Se trata de un mundo submarino maravilloso que nos fascina y encanta, pero de extremada sensibilidad y fragilidad. La alteración más pequeña en la calidad o temperatura del agua marina, puede provocar una catástrofe ecológica incalculable, puesto que si mueren los corales desaparece la abundante y variada vida marina, que sorprende cada día con nuevos descubrimientos de especies no catalogadas.

Sin embargo el animal salvaje que es el hombre arrebata a las criaturas del mar, con crueldad y sin escrúpulos, sus espacios de vida. Los océanos son prácticamente barridos con redes de arrastre gigantescas y sus habitantes son condenados a una muerte en masa horrorosa. La pesca es tradición, y con grandes redes y sofisticada tecnología se persigue hasta a los últimos cardúmenes. Se les rodea para sacarlos brutalmente del agua. Sus cuerpos se van aplastando lentamente por el peso de los demás peces. Desesperados luchan en vano por sobrevivir. La “cosecha” es volcada despiadadamente sobre la dura cubierta del barco donde los desorbitados ojos de miles de peces delatan su miedo y su horror. Millones de peces son matados así cada día, cada hora, cada minuto, 24 horas al día.

Así trata el hombre a los habitantes del mar, a las criaturas de Dios. Ni siquiera se detiene antes los grandes y inteligentísimos mamíferos marinos como las ballenas, a los que con toda perfidia se les dispara con gruesos arpones de 3 puntas nada más salir a la superficie para respirar. Empieza entonces una lucha terrible por sobrevivir, arrastrándolas a bordo después de horas de lucha, allí sus cuerpos se fijan con largas estacas y con cortantes instrumentos se les desgarra piel y músculos. Luego con maestría se las despedaza a cuchillo.

Pero antes de que la variada vida marina sufra los brutales métodos de “recolección” para luego ir a parar al plato del consumidor ávido, tiene que sufrir no pocas torturas a manos del insensible hombre. Por ejemplo cuando el mar se convierte en un vertedero de las basuras de la civilización, provocando un envenenamiento lento de sustancias tóxicas de la moderna industria, también por pesticidas, medicamentos, plásticos, herbicidas, aguas residuales y un largo etc. O cuando los accidentes de los grandes petroleros y la radioactividad de las centrales nucleares contaminan los océanos y sus habitantes.

En los últimos 40 años se tiene constancia por lo menos de 24 petroleros accidentados con efectos catastróficos para el medio ambiente. El sufrimiento y la muerte penosa que sufren la mayoría de los animales y aves marinas son inimaginables. Por otra parte la basura en el mar es desde hace ya mucho un problema global, de hecho existen manchas gigantescas de basura flotando a la deriva y enredadas en los llamados remolinos de basura, el más grande es casi tan extenso como Europa central y está frente a Hawai.

Los océanos existen en nuestro planeta desde hace millones de años, pero el ser humano ha necesitado tan solo unos pocos decenios para sacarlos de su equilibrio. Los signos de la destrucción están ya desde hace un tiempo presentes por todas partes. ¿Hasta cuándo soportará todo esto la naturaleza?

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¿Hasta cuándo podrán soportar los oceanos tanta crueldad?

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