Carta del Editor
MH, 18/8/2024
Enrique Bohórquez López-Dóriga
Nuestro Editorial del jueves estuvo dedicado al futuro, o no, de reimplantar una Cámara de Comercio en Melilla. El primer párrafo del Editorial era: “El vicepresidente primero de la Ciudad Autónoma de Melilla, Miguel Marín, recalcó este martes su apuesta por crear una nueva Cámara de Comercio en Melilla después de la desaparición de la antigua en 2016 que, según explicó el presidente de la Confederación de Empresarios de Melilla (CEME), Enrique Alcoba, echó la persiana por una situación de “quiebra económica”.
No conozco, ni comprendo, las razones por las que Miguel Marín cree ahora que una nueva Cámara de Comercio será “muy positiva” para Melilla, ni conozco el papel, tan “importante” que le adjudican
Una cámara de comercio es una organización formada por empresarios, dueños de pequeños, medianos o grandes comercios con el fin de elevar la productividad. No es un organismo o institución gubernamental, y no posee un rol directo en la escritura y aprobación de leyes o regulaciones que afecten a los negocios privados.
Desde el mes de enero de 2011, y a raíz de la entrada en vigor del Real Decreto 13/2010, la pertenencia a las Cámaras de comercio dejó de ser obligatoria para todas aquellas personas naturales o jurídicas que llevan a cabo una determinada actividad comercial en el ámbito nacional. Por ello, el discutido pago del Recurso Cameral Permanente dejó de existir.
No conozco, ni comprendo, las razones por las que Miguel Marín cree ahora que una nueva Cámara de Comercio será “muy positiva” para Melilla, ni conozco el papel, tan “importante” que, según leo, le adjudican, tanto el vicepresidente primero y consejero de Economía, Miguel Marín, como el presidente de la Confederación de Empresarios de Melilla, Enrique Alcoba, a las Cámaras “para la captación de fondos procedentes de la Unión Europea”.
Mi experiencia directa con la Cámara de Comercio de Melilla fue hace muchos años, cuarenta, concretamente, y fue a propósito de mi intención de crear un periódico en Melilla, que se había quedado, tras la desaparición del Telegrama, sin periódico propio. Mi desagradable sorpresa fue que la dirección de la Cámara de Comercio melillense, en vez de apoyar un nuevo proyecto empresarial, hizo todo lo posible para impedir que el periódico naciera. Cuando la obligación de pertenecer y pagar a la Cámara desapareció, los “obligados” -el término que utiliza el fisco español para describirnos a los españoles,“obligados” a pagar- a pagar a la Cámara fueron desapareciendo, los sueldos y la burocracia de la Cámara de Melilla no pudieron atenderse y desapareció, en el año 2016.
Ahora, agosto de 2024, no se me ocurre qué “proyecto suficientemente atractivo” -según Miguel Marín- puede estar “trabajando en elaborar” el vicepresidente primero de la Ciudad Autónoma. He estado leyendo estos días sobre las incompatibilidades entre la planificación y la economía de mercado (Libro: “La revolución rusa: de Lenin a Stalin, 1917-1929”, de Edward H. Carr). El afán centralizador no es nuevo, ni exclusivo de este Gobierno local o de cualquier otro Gobierno. Ya la Constitución de la URSS de 1923 introdujo una Administración Política Unificada del Estado (OGPU) heredera, por cierto, de la primitiva Cheka: la centralización de la autoridad.
El colectivismo conduce al comunismo y al fracaso económico (Marx fue un gran pensador, pero un pésimo profeta) y colectivizando -eso es lo que predomina- no podremos salir de la miseria económica, colectivista, comunista, en la que Melilla se encuentra
Escribió Walter Lippmann que “los colectivistas sienten el afán de progreso, se consumen en un ardiente sentido de lo que está mal y en el impulso hacia las grandes acciones, cualidades que han faltado al liberalismo de las última épocas. Pero su ciencia se basa en un profundo malentendido, sus acciones son profundamente destructivas y reaccionarias, destrozan los corazones de los hombres y les presentan alternativas imposibles”.
Yo no dudo, ni quiero dudar, de la buena intención de nuestros políticos locales gobernantes, Miguel Marín incluido. Lo que sí creo es que el colectivismo conduce al comunismo y al fracaso económico (Marx fue un gran pensador, pero un pésimo profeta) y que colectivizando en Melilla -eso es lo que predomina- no podremos salir de la miseria económica, colectivista, comunista, en la que Melilla se encuentra.
Terminaron los Juegos Olímpicos. Tiempo de análisis, algunos muy curiosos, como el de que España debería haber logrado 27 medallas en función de su PIB, en vez de 18. El PIB de España, en miles de millones de euros: 1.580,7 (a modo de comparación: EEUU, 27.360,9. Alemania, 4.456,1. Israel, 509,9.). Otro análisis, el influjo de los migrantes: su sello genético estuvo en más de la mitad de las 18 medallas que la delegación española conquistó en París.
Juegos Olímpicos: España debería haber logrado 27 medallas en función de su PIB, en vez de 18. Liga: la revolución Mbappé y más dinero de la televisión
Pero empezó la Liga. La revolución Mbappé lleva a la Liga a otra dimensión, leo. El campeonato comenzó el jueves, y tendrá al francés- enamorado del Madrid y hablando muy bien español- como nueva gran estrella. Su llegada -publicó El Mundo el jueves- “ es un empujón para el torneo; la Liga ha crecido en redes sociales gracias al delantero; ayudará a negociar los derechos televisivos, admiten los expertos”. Vamos a tener Liga hasta hartarnos.
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