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Guardias encapuchados

Hay imágenes que ilustran más acerca de las anomias que padece una sociedad que las cien palabras que reclamarían su descripción. Me voy a referir a una que nada más producirse dio la vuelta a España. No era para menos: varios guardias civiles, de paisano y encapuchados, entraban en el Parlamento de Cataluña para recabar documentos relacionados con la investigación abierta sobre la presunta financiación ilegal de la hoy desaparecida Convergencia Democrática.
El famoso caso del "3%" al que señaló en su día el entonces presidente de la Generalidad Pasqual Maragall apuntando con el dedo a Artur Mas, que a la sazón era el líder de este partido hoy maquillado como PDeCAT.
¿Qué hacían los guardias civiles entrando en el "Parlament" en estos tiempos de histeria nacionalista? Pues algo tan normal como cumplir con una de sus tareas habituales como policía judicial. En este caso buscaban pruebas de las andanzas non sanctas de Germà Gordó, ex conceller y supuesto "conseguidor" de mordidas a beneficio del partido fundado por Jordi Pujol a cambio de concesiones de obra pública para determinadas empresas.

Nada nuevo bajo el sol. En Cataluña todo el mundo decía saberlo. Ahora, naturalmente, toca probarlo y en eso están los tribunales.

Pero lo llamativo del operativo policial desplegado ha sido la presencia de los agentes de la Guardia Civil accediendo de paisano y encapuchados al "Parlament".¿Por qué sin uniforme? Y, sobre todo, ¿por qué enmascarados como tantas veces les hemos visto actuar en el País Vasco en operaciones antiterroristas? Lo que en un caso estaba plenamente justificado para preservar la identidad de los agentes, en éste, a mi modo de ver, no lo está. Y no lo está porque introduce un elemento anómalo en el procedimiento habitual de la policía judicial que, como se sabe, opera bajo las órdenes del juez que dirige las investigaciones. A quién cabe atribuir semejante decisión: ¿al magistrado? ¿A los propios guardias civiles? ¿Procedieron así porque se trataba de un registro en la sede del "Parlament"? ¿Por qué, en cambio, a la misma hora y con idéntico objetivo, otros agentes acudieron al Palacio de Sant Jordi, sede de la Generalitat, pero lo hicieron a cara descubierta? En cualquier circunstancia de la vida, la presencia de un encapuchado genera desconcierto cuando no directamente desasosiego. Quien se oculta tras una máscara, resulta amenazante.

La Guardia Civil, con la excepción apuntada de las operaciones relacionadas con la lucha contra el terrorismo, debe proceder a cara descubierta. Lo contrario es surrealista, el mundo al revés. ¡Menudo argumento victimista les han dado a los separatistas en plena berrea histérica como se hallan!

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Guardias encapuchados

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