Como ya se hicieron eco algunos medios durante nuestra estancia, formo parte de un grupo de antiguos alumnos (año 66) del Colegio de los Jesuitas de El Palo en Málaga, vueltos a encontrar después de 48 años sin haber tenido contacto, dedicados cada uno a sus actividades. En esta bella ciudad reside uno de nosotros, Guillermo Benet, al que la mayoría de Vds. lo conocerá, pues regenta uno de los restaurantes punteros, como es La Muralla. Aunque siempre suele haber discusiones cuando se propone el lugar de la próxima reunión, en este caso hubo unanimidad en aceptar la propuesta de Guillermo de venir a Melilla, sin objetar la distancia o el coste de desplazamiento, factores que en otras ocasiones han ocasionado vivo debate.
Y es que Melilla suscita una gran curiosidad entre los muchos que todavía no la conocen, debido principalmente a su situación geográfica, su españolidad acérrima, su mezcla cultural y su cercanía a Marruecos. Grata sorpresa hemos llevado al encontrar una ciudad plenamente europea que sin duda supera a muchas ciudades peninsulares -quizás más sonadas- en cuanto a su trazado urbanístico, sus casas modernistas, su historia, sus jardines, su limpieza, su playa perfectamente acondicionada, la amabilidad de sus gentes, y –por qué no – el exotismo de algunas vestimentas que tanto nos llama la atención a los peninsulares.
Mucho mereció la pena la visita al conjunto de Melilla La Vieja que tuvimos el placer de visitar acompañados por un ameno guía local, recorriendo su recinto con inclusión –entre otros lugares de interés- la celebres Cuevas del Conventico y los Aljibes, quedando impresionados por su historia y estado de conservación. A destacar la perfecta iluminación de que goza, que la hace surgir como mágica en la noche.
Por razones obvias, las cenas han tenido lugar en el Restaurante La Muralla, atendidos con exquisito mimo por Guillermo, Encarna y Úrsula, y de cuyo buen hacer culinario solo puedo decir que me han obsequiado con tres tallas más para los pantalones (una más cada día).
No obstante tuvimos ocasión de probar un par de diferentes restaurantes para las comidas siendo así que la relación precio-calidad fue óptima. Mención aparte debo hacer a esos momentos tan emotivos de nuestra asistencia al Sábado Legionario.
Que cantidad de recuerdos de nuestro paso por la entonces llamada IPS (Instrucción Premilitar Superior). Salvando –por supuesto- las distancias entre la IPS y La Legión, el uniforme, los desfiles, la música, la marcialidad, y el espíritu militar en estado puro que se respira en la misma, nos hicieron nublar los ojos a más de uno y en más de un ocasión durante la celebración. Esa emoción que trasmite La Legión es la que hemos mamado desde chicos en nuestras familias, en nuestro Colegio, en nuestra época. ¡¡Qué pena que nuestros hijos no han conocido directamente las virtudes militares que tanto nos han servido a nosotros en la vida….!!
Quiero ya terminar, por la escasez de espacio consustancial a los medios de comunicación, y –además- por no abusar de la benevolencia de aquellos que tengan la bondad de leer estas líneas cuyo motivo no es más que el agradecimiento. Por eso quiero agradecer, en primer lugar a Guillermo y Encarna que nos han abierto esta magnífica puerta de par en par y nos han atendido a todos y cada uno y en todos y cada uno de los momentos. A la ciudad de Melilla, en la persona del Excmo. Sr. Presidente de la Ciudad Autónoma Sr. Imbroda, a quien en visto más veces en tres días que en treinta años a mi presidente andaluz, lo que dice mucho de su proximidad a los melillenses.
Y finalmente a La Legión, a sus Caballeros legionarios y a sus mandos, al Comandante General Sr. D. Fernando Gutiérrez, al Coronel del Tercio Sr. D. Antonio Romero, y especialmente al Teniente Coronel Fernando de La Torre que compartió con nosotros mesa y mantel y que aguanto con dignidad y entereza las más que numerosas preguntas que le hicimos, muchas de las cuales le debieron parecer -con mucha razón- absurdas y motivadas por nuestra supina ignorancia. Sin olvidar al Brigada Villalobos que en nuestra visita al Museo nos hizo una abreviado resumen de algo que merecía la pena haberse tratado con un tiempo del que no disponíamos, máxime cuento temíamos –luego se demostró sin fundamento- que escasearan las viandas en el almuerzo que tuvimos el honor de compartir con la Familia Militar.
Honor que solo pudiera ser mayor si en el futuro tuviéramos ocasión de prestar nuevamente nuestro Juramento a la Bandera como ya hicimos en nuestra juventud, pidiendo de antemano perdón por semejante atrevimiento en esta petición. Todo ello nos han permitido revivir antiguas experiencias y sentimientos, que –aunque un tanto olvidados por la rutina- no cabe duda que todos los miembros de la promoción llevamos dentro con carácter indeleble. Un abrazo fuerte para todos en nombre mío y de mis compañeros
En resumen, ¡¡¡GRACIAS MELILLA!!!
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¡¡¡GRACIAS MELILLA!!!
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