Para tratar de encontrar una respuesta a esa pregunta, podríamos analizar los contradictorios resultados de las recientes elecciones en la Unión Europea y en dos importantes países de América: Argentina y México, similares en sus capacidades potenciales pero no en su aprovechamiento.
En las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, los resultados en España han sido los siguientes: El Partido Popular (PP) obtuvo un 34.2% de los votos; El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) logró un 30.2% de los votos; Vox alcanzó el 9.6% de los votos. Otros partidos regionalistas o de extrema izquierda obtuvieron un porcentaje inferior al 5%.
El Parlamento Europeo, para los principales partidos o coaliciones, queda distribuido de la siguiente manera: Partido Popular Europeo (PPE): (26.25%); Socialistas y Demócratas (S&D): (18.75%); Renew Europe: (10.97%); Conservadores y Reformistas (CRE): (10.14%).
Si bien se observa una correlación en cuanto al signo político de los ganadores, en el Parlamento Europeo se incrementa muy significativamente la diferencia entre los partidos de derecha y los de izquierda. Esta tendencia se ha venido observando no tan solo para los partidos tradicionales, sino también con un acusado incremento de votos para los partidos denominados como de extrema derecha. A ello contribuye también el sistema proporcional de asignación de escaños (Ley d’Hont), frecuentemente utilizado en Europa, que no excluye las opciones más extremas, como lo hacen los sistemas mayoritarios que se usan, entre otros países, en Estados Unidos y Reino Unido.
Hasta ahora, en buena parte de Europa esa circunstancia se había visto frenada por la existencia de coaliciones ‘contra natura’ de partidos de la derecha e izquierda moderada, tratando de hacer un ‘cordón sanitario’ para evitar el acceso a cuotas de poder de los partidos más a la derecha, si bien lo mismo no ha ocurrido con los situados más a la izquierda, que han sido beneficiados por la tibieza ideológica que, en general, manifiestan los partidos de derecha.
Dado que, en este caso, no podemos utilizar la explicación que Bill Clinton dio a su triunfo electoral (It’s the economy, stupid’ – Es la economía estúpido) debemos enfocarnos en un grave problema, que afecta a buena parte de los países europeos, especialmente de la Europa occidental: la inmigración, en particular la ilegal y aún más la de personas que por su etnia o religión no quieren o pueden ser asimiladas por la sociedad que los recibe. El gran coste social y económico que esa inmigración supone para los países y sociedades receptoras está generando un clamor en contra, no siempre oído por los gobiernos y especialmente los de izquierda. La situación está alcanzado un punto crítico, con un rebrote de actitudes xenófobas.
Las percibidas como muy permisivas políticas sobre inmigración de la Unión Europea, están contribuyendo también a un progresivo alejamiento ideológico de muchas de las sociedades europeas, que no se ven representadas o escuchadas en el Parlamento Europeo, donde muchos países envían con frecuencia a políticos de segundo nivel, como premio a la lealtad hacia su partido.
Otro aspecto por considerar es el auge del populismo, siempre existente en la sombra pero que surge ahora con una manifestación más inteligente, que lo hace más atractivo para los votantes y, por tanto, más apetitoso para formar coaliciones con los partidos mayoritarios. Es un tipo de populismo diferente al de Estados Unidos, respetuoso de los acuerdos internacionales existentes y de las líneas maestras de la política económica y exterior de la Unión.
Un caso de estudio es el de México donde, con una participación electoral por debajo del 50%, Claudia Sheinbaum, candidata de Morena, ha sido declarada la ganadora con más del 60% de los sufragios. Morena es un partido marcadamente populista, respetuoso con las reglas de la economía liberal internacional pero marcadamente de izquierdas en el interior del país. A pesar de la amplitud de la victoria, o precisamente por ella, se han generado entre ‘los perdedores’ dudas sobre la justicia de la elección, por el uso propagandístico que el presidente López Obrador ha hecho de sus diarias y largas ‘mañaneras’, por el uso de recursos públicos por parte de Morena y por la reciente sustitución de buena parte de los vocales del Instituto Nacional Electoral, órgano encargado y garante de las elecciones, por personas afectas al partido en el gobierno. Además, se achaca al gobierno la ‘compra’ de votos con sus amplios programas sociales, que han alcanzado a buena parte de la población, muy necesitada dado el nivel de pobreza existente en el país.
Es de destacar que la economía de Méjico no ha sido un factor negativo en esta elección, ya que ha mostrado signos de recuperación y crecimiento a pesar de los desafíos globales y locales, destacándose el aumento del PIB per cápita y la reducción del desempleo, aunque la inflación sigue siendo un problema crítico.
Un caso diferente es el de Argentina. En las elecciones presidenciales de 2023, Javier Milei, candidato de La Libertad Avanza, partido antiperonista y anti populista, ganó la presidencia en la segunda vuelta, con el 55.7% de los votos. Aquí, el desastroso estado de la economía nacional fue un claro motivador para prescindir del atrincherado peronismo populista. La inflación había alcanzado un difícilmente creíble 140% anual y la pobreza se había disparado. Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el índice de pobreza se elevó al final del año 2023 a un 44,7%, lo que significa que 17,5 millones de argentinos se encuentran en situaciones de bajos ingresos, vivienda precaria, falta de acceso a servicios de salud y educación insuficiente o inseguridad alimentaria. Además, la indigencia también aumentó al 9,6% en el último trimestre del año.
Se puede concluir que el estado de la economía es un factor de indudable importancia en los resultados electorales. Pero cuando la economía se encuentra estabilizada o en crecimiento, caso de buena parte de los países de Norteamérica y de Europa, la inmigración ilegal pasa a ser un factor relevante en el resultado de las elecciones. Las sociedades desarrolladas buscan estabilidad y se defienden contra aquello que la amenaza.
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