Nuevamente, un año más recordamos una de las efemérides que más relevancia ha tenido en la Historia moderna, la proclamación por las Naciones Unidas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, una norma que recoge la tradición humanitaria de la Humanidad. Y la recordamos en un año en el que las guerras y los desastres humanitarios avanzan en los más diversos lugares.
A las guerras de Afganistán e Irak se sumaron las de Libia, Ucrania, Siria, así como las guerras perennes y olvidadas de África; todas ellas con los recursos naturales y el tráfico de armas como causa.
Millones de refugiados que antes no veíamos porque quedaban lejos en campos de refugiados ahora llegan a Europa por oleadas, provocando penurias, exclusión, xenofobia; y se responde al problema levantando alambradas, liquidando principios fundamentales de la Unión Europea, como es el de libre circulación de personas.
Se ha creado un terrorismo global que lleva sus efectos a cualquier lugar del mundo, y que vivimos permanentemente en Europa, aunque su virulencia es mayor en otros sitios del mundo; un terrorismo que tiene su origen en intereses de la “Alianza Occidental”, que unas veces lo ha creado directamente o indirectamente, y otras lo tolera, pues resulta una buena excusa para promocionar la industria armamentística y defender sus intereses geoestratégicos: asaltar países y desvalijarlos, así como para restringir las libertades públicas.
En Melilla vivimos los efectos de todo este desastre con refugiados que no pueden pedir refugio, y han de saltar alambradas para huir; con leyes de impunidad para maltratarlos sin que haya responsables; con sanciones y detenciones gubernativas a fotógrafos, periodistas, y defensores de Derechos Humanos, para evitar pruebas, no informen o no averigüen el trato que se da a los refugiados en la valla. Frente a este acoso sigue saliendo gente valiente que, cada uno en su sitio, defiende a estos perseguidos por el hambre, la persecución y la guerra.
No podemos terminar el año sin recordar al periodista melillense Fernando Belmonte Montalbán, ejemplo de que en las situaciones más difíciles se puede trabajar por la paz y los Derechos Humanos. Militante antifranquista desde muy joven, destacó a mitad de los años ochenta por su defensa de los derechos civiles de los musulmanes melillenses, y en estos últimos años publicó, siendo coautor Lorenzo Lechuga, La Memoria Derrotada, testimonio de la lucha antifranquista en Melilla y de sus protagonistas, texto que obra en la causa que se sigue ante la Justicia argentina por los crímenes del anterior régimen, dando testimonio de lo ocurrido en Melilla. Descanse en paz.
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