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En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que se evitó” – Capítulo II

En esta campaña quedaron señalados para siempre los días de los defensores de Tifaruín, ocho días en los que la gloria eclipsó a la tragedia.

… Los hechos iban demostrando de día en día, la urgente necesidad de mejorar toda la línea avanzada, pero sobre todo, la del sector de Tizzi Assa y el frente que discurre entre Sidi Mesaud y Afrau.

Mientras, para fortalecer el frente, se colocó el miércoles día 16 de Mayo de 1923, un puesto en Peña Tahuarda, y el 20, el coronel Alfredo Coronel, al mando de su columna, estableció, sin novedad, otras dos posiciones entre Isummar y Afrau, llamadas Tifaruín y Farha, puntos que en agosto del mismo año habían de ser atacados por el enemigo

Siguiendo su norma de criterio, el Gobierno no aceptó la proposición de progresar hacia Alhucemas y únicamente consintió que se llevara a cabo una operación que garantizase la marcha de los convoyes. Ya en las últimas fechas de mayo, la situación del territorio melillense era alarmante. La persistente permanencia de gran cantidad de rifeños armados en los alrededores de Tafersit, fue lógico presumir que fuera este el lugar al que se dirigiría su principal esfuerzo y, por lo tanto, el que requería mayor atención, aunque sin desatender a todo el resto del frente.

Para atender debidamente la zona de vanguardia se procedió, el día 1 de junio, a ocupar y fortificar dos puestos en Afarún que mejoraron las comunicaciones entre Afrau, Tifaruín, Farha, Sidi Mesaud y Tafersit. Hasta el día 5 de junio de este año de 1923 no fue posible llevar a cabo las operaciones de socorro a las posiciones sitiadas, ya que con el desgaste sufrido en los anteriores combates habían disminuido los efectivos de las fuerzas de choque, aparte de que era preciso concentrar los elementos de municionamiento, enlaces y ganado para el convoy que había de llevarse a las posiciones. El ímpetu con que atacó la Legión unido al esfuerzo que realizaron las Tropas de Regulares, obligó al enemigo a desalojar sus fortificaciones y retirarse perseguidos por los fuegos de la Aviación y cañones de la posición de Benítez. Nuestras bajas se elevaron a 146 muertos y 309 heridos, lo que da idea de los tremendos combates tenidos en el frente y sobre todo alrededor de Tizzi Assa. En estos combates encontró la muerte el Jefe de la Legión, el teniente coronel Rafael Valenzuela.

El general Martínez Anido después de un estudio sobre la situación general en que se encontraba la zona Oriental, elevó dos proyectos al Alto Comisario sobre el plan de operaciones que se deberían seguir para acabar rápidamente y de una vez para siempre con la rebeldía de Abd el Krim y sus seguidores. En estos dos proyectos fechados el 12 del mencionado mes de julio,  proponía: en uno, el desembarco en Alhucemas a base de contar sólo con las fuerzas disponibles en el territorio; y en el otro, realizar un ataque al mismo objetivo verificado por tierra, o bien que ambos ataques se hicieran conjuntamente. A primeros de agosto de 1923, el alto comisario Sr. Silvela convenció al Gobierno para que accediera a un plan, por el que las líneas avanzadas de los dos sectores, Oriental y Occidental, deberían retirarse a posiciones más realistas. El capitán general de Barcelona, Miguel Primo de Rivera, aprobaba a distancia este plan, coherente con sus afirmaciones de años anteriores; en cambio, el comandante general de Melilla, Martínez Anido chocó de frente con Silvela y tiene que ser destituido.

Tanto los proyectos como el informe de la Alta Comisaría fueron elevados al Gobierno, el que después de pasarlos a estudio del Estado Mayor Central resolvió en sentido denegatorio, es decir, de prescindir totalmente de toda acción militar sobre Alhucemas. Al mismo tiempo comunicó que la línea que hasta entonces tenía la Zona Oriental habría que cambiarla por otra que sería determinada por dicho Organismo. Asimismo se ratificó en la decisión de que no se realizaran avances militares y la prohibición absoluta de iniciar nuestras tropas ofensiva alguna.

El general Martínez Anido, conforme había anunciado, solicitó le fuera admitida la dimisión de su cargo, siendo sustituido el 21 de dicho mes por el General de División, Enrique Marzo Balaguer. Mientras los españoles discutían, Abd el Krim trató de sacudirse el reciente fracaso de Tizzi Assa y concentró sobre la posición avanzada de Tifaruín, cerca de la costa de Afrau, la fuerza rifeña más poderosa hasta la fecha: casi una división de 9.000 hombres, con excelente artillería (procedente en gran parte de la capturada a los españoles en 1921). Asesores alemanes forman en su Estado Mayor. Va a ser la prueba de fuego para el emirato del Rif, una vez que el intento institucional del Amalato acaba de fracasar ruidosamente. La batalla de Tifaruín se desencadenó bajo el sol implacable de agosto: la guarnición española queda cercada, y la Comandancia General de Melilla tratará durante ocho días angustiosos de socorrerla. Abd el Krim, que por unos momentos creyó encontrarse otra vez en el escenario y el ambiente tórrido de Annual, ha cometido dos gravísimos errores: «Montar su ofensiva bajo el alcance de los cañones de la flota y creer que el pánico de 1921 iba a repetirse automáticamente en torno a Tifaruín. La posición de Tifaruin estaba formada por un recinto principal, estrecho y alargado y una avanzadilla en la continuación del eje principal de aquél, rodeados por la misma alambrada.

Mientras una guarnición que contó con la décima parte de los efectivos de Annual resistió bravamente el acoso de fuerzas rifeñas tres veces superiores a las que acabaron con Silvestre, el Estado Mayor español improvisó eficazmente una operación de socorro en que, por primera vez en la historia de África y de España, participaron  conjuntamente fuerzas de tierra, mar y aire. Dos acorazados, “del Gobierno de Antonio Maura”, el “España” y el “Alfonso XIII”, pulverizaron las posiciones enemigas de base, mientras los cruceros, destructores y guardacostas se aproximaban a distancias inverosímiles de aquel litoral mal fijado en las incompletas cartas náuticas de la época. La aviación con treinta y tres aviones bombardeó y ametralló a las harcas. Pero Abd el Krim adelantó sus posiciones hasta casi rozar las de la defensa con lo que pudo eludir buena parte del fuego enemigo desde mar y aire.

Al cuarto día de asedio el capitán aviador Joaquín Boy, piloto de uno de los aviones españoles, dejó caer sobre la posición unos sacos con víveres y barras de hielo, gran parte de los cuales cayeron fuera de la línea defensiva; sólo el esfuerzo heroico de un sargento y un soldado permitiría recuperar una mínima parte, y un mensaje; entre otras frases de aliento, Joaquín Boy advirtió a los cercados que el teniente coronel Franco, Jefe de la Legión, venía en su ayuda.

Franco que acababa de llegar a Ceuta en hidroavión procedente de Melilla, vuelve urgentemente a la ciudad melillense el 19 de agosto, en el mismo hidroavión que lo trasladó a la ida, y el lunes día 20 tomó, en Dar Quebdani, el mando de dos banderas (la 1ª y la 2ª), la ya veterana Legión fundacional. El día 22 marchó con ellas en la vanguardia de la columna libertadora que mandó el general Fernández Pérez hasta Sidi Mesaud (otro nombre para el archivo de la Legión: 142 bajas había costado abastecer la posición cuatro días antes) desde donde debieron partir, en dirección norte, para romper el cerco de Tifaruín, codo a codo con los Regulares de Melilla.  El revés sufrido por los rebeldes, una vez liberado Tifaruín, aireado por toda la prensa nacional, hizo desvanecerse el sueño del emirato del Rif y Abd el Krim, siempre espectacular, medita la idea que será su ruina: revolverse contra la zona francesa, no sin seguir hostilizando a los españoles en busca de un triunfo prestigiador que gane reclutas para sus harcas diezmadas.

Tan preocupante era el estado general del frente que casi toda la Legión (1ª, 2ª, 3ª y 4ª Banderas) permanecieron en su campamento de Ben Tieb donde continuaron con los aprovisionamientos y descubiertas.

 

(Continuará)

Bibliografía consultada al final del último capítulo

José Antonio Cano

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En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que se evitó” – Capítulo II

José Antonio Cano

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