O el Partido Socialista espabila y elige cuanto antes un líder o Pablo Iglesias les madrugará la merienda. La primera sesión del debate de investidura de Rajoy fue un anticipo del futuro. Iglesias aprovechó la orfandad de liderazgo de los socialistas para quedarse con el púlpito de las izquierdas. No sé si hubo intención de facilitarle la tarea por parte de Mariano Rajoy pero lo cierto es que en términos mediáticos, la presencia del PSOE en la Cámara quedó circunscrita al morbo provocado por la silente presencia de Pedro Sánchez, el secretario general defenestrado.
Es verdad que el papelón de Antonio Hernando, portavoz tartufo del partido entretuvo durante un rato al personal. Pero sólo lo que duró su paso por la tribuna de oradores. El resto, fue el cara a cara entre Iglesias y Rajoy. Buscado por el primero y aceptado por el segundo. El presidente se siente cómodo frente a las acometidas del tribuno populista porque sabe que sus excesos le sirven en bandeja alguna de sus réplicas cargadas de sorna. Dadas las diferencias ideológicas, entre ellos no hay discusión política posible, todo es un juego dialéctico. A ver quien acredita más ingenio o peor lengua. Los periodistas de ocasión -no los cronistas parlamentarios veteranos-, hablo de los habilitados para la ocasión por los canales de televisión que han convertido la política en espectáculo, retransmiten con entusiasmo el entremés parlamentario. Y mientras tanto, el personal se va quedando con la idea de que lo que viene va a ser un duelo entre del PP y Podemos. Es el sueño de Pablo Iglesias. Un sueño facilitado por los errores cometidos por la dirección del PSOE. Si hace diez meses, tras las elecciones de diciembre, Pedro Sánchez en lugar de proclamar como un triunfo y definir como "histórica" la derrota cosechada en las urnas, hubiera exigido al PP contrapartidas a cambio de abstenerse en la investidura de Rajoy, ahora nadie cuestionaría el liderazgo del Partido Socialista en la izquierda. No analizó bien las consecuencias del "no es no" y ahora está donde está, con su partido dividido y sin quererlo, facilitando el sueño de Pablo Iglesias.
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El sueño de Iglesias
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