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El Quijote

Don Fernando Calvo de la Fuente, el maestro que teníamos los niños de la “tercera”, era un enamorado de El Quijote. Nos ponía cada semana la tarea de hacer unas planas sobre las andaduras del mismo. Estaba distribuido el trabajo escolar de la siguiente forma: “El Aguilar” (Antonio), que tenía buena dicción, leía en voz alta la lección que tocaba. Era el dictado. Yo, que tenía buena letra, iba escribiendo con tiza en la pizarra, para que los demás niños de la clase, copiaran, siéndole más fácil la tarea. “El Olegario” (Miguel) que era buen dibujante, con tizas de colores, en otro lugar de la pizarra, dibujaba la figura del Quijote relacionada con la lección que se daba, mientras que “El Ferrando” (Manuel), en otra banca, copiaba texto y dibujo en una libreta que el maestro guardaba y que íbamos llenando algunos alumnos de textos y dibujos, no solo de “El Quijote” (este tenía libreta aparte), sino de todos los temas de lecciones, que Don Fernando elegia cada día: Inventos, Geografía, Historia, etc.…¡Algo daría yo, por tener, parte de aquellas pequeñas joyas infantiles que desaparecieron, como tantas cosas inocentes y bellas desaparecen, a medida que el niño lo va haciendo también!
Después el maestro, sacaba a varios alumnos a la pizarra, para que explicaran lo que habían entendido de la lección dada. Él corregía y ampliaba conocimientos, con cierta ironía y gracejo, de viejo maestro de Unitaria en aquella postguerra de los años 40. Con su cigarro de picadura y su aliento inconfundible de café con leche ( tomaba dos o tres cada mañana), solía decir, cuando algún alumno no acertaba a contestar bien la primera pregunta: “Al primer tapón zurrapa”, o por el contrario, cuando alguno de nosotros, con un gesto triunfal, contestábamos bien, él lo corroboraba con media sonrisa – nunca le vi una sonrisa entera-diciendo: “y sonó la flauta por casualidad”, rememorando la fábula de Tomas de Iriarte, “El Burro Flautista”. Tanto una expresión como otra, solía decirla con el mismo tono. Sin ninguna aspereza ni recriminación. Más bien desenfadado y paternalista, que los niños solíamos repetir, cuando fuera de clase se presentaba la ocasión para hacerlo.

Ya de mayor, aunque nunca me sentí mayor delante de él, me lo encontré en Málaga. Precisamente junto a los puestos de libros, que se suelen instalar en el Parque malagueño, conmemorando la Festividad del Libro, con motivo del recuerdo a Miguel de Cervantes. Le saludé con ese respeto que los niños de entonces- aunque éramos traviesos, juguetones, cabezones e imprevisibles- solíamos tener hacia nuestros maestros. Sobre todo, a los maestros, como D. Fernando, que, con la mayor naturalidad y nobleza, siempre solían tener una mirada atenta y una palabra justa para sus alumnos. Le dije:
D. Fernando, ¿Por qué Cervantes, al comenzar El Quijote, dice: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” …?… ¿Por qué no quiere recordar ese lugar? Él me miró con la misma mirada que nos miraba cuando éramos niños. Me contesto: Ta vez, él no quería recordar ese lugar de los infortunios, de las cárceles, de los cautiverios, traiciones, pobreza, soledad y fracasos. De ese lugar donde anida la desgracia, fecundada por la “gracia” recomendada y elegida. De ese lugar, donde un simple molino de viento, se convierte en un gigante maléfico, que hay que combatir, aun a riesgo de la propia vida…De ese lugar de mentiras, convertidas en epopeyas de verdades absolutas…..Tal vez, él no quería recordar ese lugar, ya que siendo un hombre noble, lúcido, de sonrisa melancólica, resignada e inteligente, pudo también dejar a la hora de su muerte, una visión clara y participativa, del otro lugar, al cual entregarle sus mejores recuerdos, diciendo: “Adiós gracias, Adiós donaires, Adiós regocijados amigos. Que ya me voy muriendo y deseando veros prestos contentos en la otra vida” …Tal vez. Se quedo mirándome al tiempo que encendía su inseparable cigarro de picadura. Yo me arriesgue y le dije: Tal vez ese lugar, cuyo nombre él quiere olvidar y sin embargo no solo lo recuerda, sino que lo pervive mas allá del tiempo, no sea otro que el de España. Esa “Mancha” que llevamos en el alma, tal vez antes de nacer… ¿No? Me miro y me dijo: Tal vez. Y con su media sonrisa agregó: Y sonó la flauta por casualidad….

Ya no volví a verle. Paso el tiempo y me dijeron que había muerto…. ¿Muerto?… ¿Qué es la muerte?
Buenos días maestro. Buenos días siempre…

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