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El presidente se esconde

Es una anomalía que un presidente no informe a los ciudadanos a los que representa cuando es la máxima autoridad en la gestión de la pandemia. Y, sobre todo, cuando su futuro político está en el aire tras ser expulsado de su partido Ciudadanos. ¿Por qué lo hace? ¿Sus socios no le dejan hablar? ¿Tiene miedo de las preguntas de los periodistas, de meter la pata o de hacer el ridículo? ¿Tiene algo que ocultar y por eso no da la cara?

Había hace años, en la década de los 80 y los 90, un grupo musical que adquirió cierta fama que se llamaba La Dama se Esconde. Podríamos extrapolar ese llamativo nombre a lo que sucede en Melilla con su primera autoridad y, no lo olvidemos, máximo responsable de la gestión de la pandemia en la ciudad desde que se decretó el segundo Estado de Alarma en España.


El presidente se esconde, eso es algo que nadie puede poner en duda. Porque una cosa es que se deje ver en inauguraciones o eventos como el campeonato de Triatlón el pasado fin de semana, con preparadísimas puestas en escena, y otra es que realmente rinda cuentas ante los ciudadanos, una obligación que no está cumpliendo. Sus socios, Coalición por Melilla y Partido Socialista, son cómplices de ello porque lo están permitiendo e, incluso, en determinados momentos son partícipes de ese oscurantismo. Fíjense para comprobarlo, cuando las cosas se ponen feas, nadie sale a dar rueda de prensa.


Cuando estamos cerca de superar el cuarto mes del año, analizamos la agenda de convocatorias y resulta que Eduardo de Castro sólo ha ofrecido dos. La primera, el 25 de enero, para anunciar que iba a endurecer las medidas contra la pandemia en su próximo decreto. La última fue el 23 de febrero, aquella donde el presidente, en plena polémica sobre la paella con amigos de un consejero, dijo que su potestad de cesar era “teórica”. Reconocía que no manda aunque sea presidente con funciones que no ejerce. Ni manda ni sabe, porque en aquella comparecencia dijo que los trabajos que debía hacer Infraestructuras para instalar un hospital modular en el Patio del Cura ya habían terminado. Ni siquiera habían comenzado. No lo han hecho aún.


No hemos vuelto a ver a Eduardo de Castro desde entonces y han pasado casi dos meses. Es una anomalía que un presidente no informe a los ciudadanos a los que representa cuando es la máxima autoridad en la gestión de la pandemia. Y, sobre todo, cuando su futuro político está en el aire tras ser expulsado de su partido Ciudadanos. ¿Por qué lo hace? ¿Sus socios no le dejan hablar? ¿Tiene miedo de las preguntas de los periodistas, de meter la pata o de hacer el ridículo? ¿Tiene algo que ocultar y por eso no da la cara? No hay razones para que alguien que se erigió en adalid de la regeneración esté escondido y haga como que aparece ante la opinión pública con esas puestas en escena de las que hablábamos antes, en las que sólo tienen cabida su fotógrafo, la cámara de TV Melilla y las redes sociales. Al resto de los periodistas ni les informan, no vaya a ser que se presenten a hacer preguntas incómodas.


¿Qué dirían quienes nos gobiernan si esto les hubiera pillado en la oposición? Seguramente se estarían tirando de los pelos, pues por menos ya lo hacían y hasta lo denunciaban públicamente. Que le pregunten a Gloria Rojas cuando dedicaba los debates del Estado de la Ciudad a criticar el Portal de Transparencia. Ahora que es consejera debe considerar que es correcto, pues nada de lo que repudiaba en esa web ha cambiado. Nuestros gobernantes deberían leer el último informe de Reporteros Sin Fronteras sobre la libertad de prensa, publicado ayer, a ver si se ven reflejados en algunos de los atropellos denunciados. Los melillenses no se merecen tanto oscurantismo.

Redacción

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