Categorías: Opinión

El poder de las etiquetas en geopolítica

Gonzalo Fernández

Desde los inicios de la historia mundial las llamadas etiquetas han sido armas invisibles, pero decisivas, en el tablero mundial. Se trata de unas cortas frases afortunadas, usadas para simplificar, clasificar o incluso manipular realidades. Cuando logran conectar con el público objetivo, se convierten en importantes instrumentos de poder. Con ellas, los Estados y sus líderes buscan definir el mundo en términos de amigos y enemigos, de “nosotros” frente a “ellos”, moldeando percepciones en todos los ámbitos. La etiqueta nunca es neutral, encierra siempre una intencionalidad política.

 

Una instantánea simple de una situación compleja.

La geopolítica se desarrolla en un espacio de enorme complejidad, con intereses cruzados, alianzas cambiantes, conflictos de difícil explicación. Los gobernantes han aprendido que las personas no procesan matices con la misma facilidad que símbolos simples. Llamar al adversario “imperio del mal”, como hizo Ronald Reagan respecto a la Unión Soviética, es más eficaz que detallar el entramado ideológico, económico y militar del bloque comunista. La simplificación se convierte en relato y el relato en política.

La práctica es antigua. Roma llamaba “bárbaros” a germanos, godos o hunos, reduciendo pueblos muy diversos a una amenaza común. En la Europa moderna, “el turco” resumía al vasto Imperio Otomano. La etiqueta operaba como un atajo mental que convertía al enemigo en figura monolítica.

 

Etiquetas para movilizar a las sociedades.

Las etiquetas cumplen también una función psicológica: generan cohesión interna. Durante la Guerra Fría, Washington hablaba del “mundo libre” frente a la “tiranía comunista”. Con ello no solo se deslegitimaba al rival, sino que se dotaba de sentido heroico al sacrificio ciudadano y justificaba pagar más impuestos, enviar tropas a Corea o Vietnam, y aceptar limitaciones a las libertades. En la URSS, por su parte, se hablaba de “imperialistas” o “burgueses decadentes” para reforzar la identidad socialista. En la actualidad, Putin define a Ucrania como “nazi” para evocar en la población rusa los duros fantasmas de la Segunda Guerra Mundial, muy presentes en el subconsciente popular.

 

La creación de enemigos abstractos.

Las etiquetas no siempre designan países concretos. También conceptos difusos que permiten justificar políticas expansivas. Tras los atentados a las “Torres Gemelas” George W. Bush inauguró la “guerra contra el terrorismo”, una expresión deliberadamente ambigua. El enemigo no era un Estado, sino un fenómeno global, sin fronteras ni plazos. Esa indefinición permitió a Washington intervenir en Afganistán o Irak, así como justificar en casa la severa restricción de las libertades individuales que supone la “Patriot Act”. Algo similar ocurre hoy con expresiones como “amenazas híbridas” o “guerra en la zona gris”, empleadas por la OTAN y la Unión Europea para englobar desde ataques cibernéticos hasta campañas de desinformación.

Cuanto más abstracto sea el enemigo, más amplias serán las prerrogativas del poder.

 

El poder de la estigmatización.

Etiquetar es también condenar. Durante el macartismo, en Estados Unidos bastaba con ser acusado de “procomunista” para arruinar la vida de una persona. Fue una caza de brujas sostenida por etiquetas. En el extremo opuesto, en regímenes comunistas, ser señalado como “contrarrevolucionario” equivalía a ser enemigo del pueblo, con consecuencias fatales. En la actualidad, términos como “populista”, o “fascista” se utilizan con la misma intención estigmatizadora, sustituyendo el debate racional por la descalificación moral..

 

España: etiquetas como arma política interna.

En los últimos años, las etiquetas han invadido el discurso político español. En el Congreso, la derecha califica al Ejecutivo de coalición como “socialcomunista” o “Gobierno ilegítimo sostenido por separatistas y filoterroristas”. Es un intento deliberado de situarlo fuera de la normalidad democrática. Por su parte, el oficialismo no duda en usar etiquetas como “ultraderecha” o “fascista” contra Vox y parte del PP, buscando deslegitimar su agenda política.

La mal llamada memoria histórica también ha dado pie a etiquetas con carga moral. Quien apoya las exhumaciones y cambios de nomenclatura es “demócrata”; quien se opone, “nostálgico del franquismo”. El lenguaje sustituye a la argumentación racional.

La influencia de las etiquetas se refleja también en la imagen exterior de España. Basta recordar cómo la prensa internacional, tradicionalmente poco amiga de España, recogió los choques del “procés” de 2017 bajo titulares que reproducían las etiquetas dominantes: “rebeldes catalanes” frente a “Estado represor”.

 

La batalla por la superioridad moral.

Una etiqueta no solo clasifica: también otorga o arrebata legitimidad. El que logra imponer su etiqueta obtiene ventaja moral. Cuando Occidente habla de “democracias liberales” frente a “autocracias”, establece una línea divisoria que presenta sus propias acciones como moralmente superiores, incluso a veces contradicen sus propios principios. China contraataca con la idea de “cooperación Sur-Sur” y de un “mundo multipolar” frente al “hegemonismo occidental”, apelando a una reclamada legitimidad de la justicia histórica.

 

La lógica mediática de la etiqueta

En el siglo XXI, las etiquetas se han vuelto más veloces y virales. Las redes sociales y la comunicación instantánea obligan a encapsular mensajes en fórmulas breves, fácilmente replicables. De ahí el éxito de términos como “fake news”, “deep state”, woke” o “cancel culture”, que en pocos palabras contienen un peso ideológico enorme. La política internacional ya no se explica en documentos extensos, sino en hashtags. El riesgo es que la complejidad desaparece, pero la influencia emocional se multiplica.

 

De las etiquetas a la política real.

Las etiquetas no son inocuas: condicionan decisiones estratégicas. A un país calificado como “Estado canalla” (rogue state), como lo fueron Irak, Irán o Corea del Norte, se le cierran las puertas de la diplomacia y se abren las de la confrontación. Llamar “conflicto civil” a lo que es una invasión extranjera cambia radicalmente la respuesta internacional. En Ucrania, Moscú habla de “operación militar especial” y no de guerra, no solo para consumo interno, sino también para intentar suavizar el rechazo internacional.

 

La pugna por imponer etiquetas.

La geopolítica contemporánea es, en buena medida, una lucha por imponer las palabras con las que se define la realidad. En Oriente Medio, Israel habla de “lucha contra el terrorismo” mientras Palestina habla, con mucho éxito, de “genocidio”. En América Latina, la oposición denuncia dictaduras en Cuba o Venezuela, mientras esos regímenes prefieren llamarse “revoluciones bolivarianas” o “procesos de liberación”.

La disputa no es semántica, es existencial. Quien logra que la opinión pública mundial adopte su etiqueta gana legitimidad y, con ello, poder.

 

Conclusión: entre la manipulación y la necesidad.

El uso de etiquetas en geopolítica es inevitable, pero también peligroso. Simplifican, movilizan y comunican, pero distorsionan. Una etiqueta puede unir a un pueblo o lanzarlo a la guerra, puede condenar a un adversario o legitimar a un aliado.

La tarea del ciudadano informado consiste en sospechar de esos binomios absolutos que dividen el mundo en blanco y negro. Detrás de cada etiqueta hay siempre un interés, una estrategia y, casi siempre, una manipulación.

La historia demuestra que quien controla el lenguaje, controla la percepción; y quien controla la percepción, tiene medio camino ganado en la batalla por el poder mundial.

 

 

Gonzalo Fernández

Acceda a la versión completa del contenido

El poder de las etiquetas en geopolítica

Gonzalo Fernández

Entradas recientes

El Club Voleibol Melilla cae ante el vigente campeón en el ‘tie-break’ en un emocionante encuentro

El Club Voleibol Melilla debutó como local en la Liga Iberdrola con un emocionante partido…

59 minutos hace

El filial del Torreblanca cae en Majadahonda en un final condicionado por las decisiones arbitrales (5-2)

El filial del Melilla Torreblanca perdió 5-2 ante el Majadahonda FSF en un partido igualado,…

2 horas hace

El líder Melilla Torreblanca se desquita con una goleada (0-4)

El Melilla Torreblanca C.F. se impuso 0-4 a la Penya Esplugues en un sólido partido,…

2 horas hace

Una nueva guerra civil en Palestina

Gonzalo Fernández Karl Max escribió: “La historia se repite, primero como tragedia y después como…

5 horas hace

El Virgen de la Victoria, mentalizado en enlazar un nuevo triunfo en la pista del BM. Málaga

El Club Melilla Balonmano Virgen de la Victoria se enfrenta al BM Málaga en un…

7 horas hace

Melilla vuelve a volcarse con la Carrera contra el Cáncer

ESTA XII EDICIÓN ARRANCARÁ A LAS 11’00 HORAS, DESDE LA PLAZA DE ESPAÑA El acto…

8 horas hace