La Mamounia, icónico hotel de Marrakech, simboliza lujo y esencia marroquí desde 1923. Con un rico legado, su diseño fusiona tradiciones y modernidad, atrayendo a celebridades y líderes, manteniendo su estatus como un oasis de hospitalidad.
El mítico hotel de Marrakech simboliza, desde 1923, el lujo, la hospitalidad y la esencia misma de Marruecos. Celebró recientemente un siglo de historias y leyendas.
Inaugurado en 1923, La Mamounia se alza majestuosa en el distrito de Hivernage como un palacio convertido en mito. Winston Churchill lo definió como uno de los lugares más bellos del mundo. Su nombre evoca mucho más que un hotel: evoca la esencia de Marrakech, su historia, su alma. La Mamounia es un mosaico de esplendor, un fresco refugio de arcos, capiteles y fuentes donde la artesanía marroquí se despliega en todo su esplendor.
Fue nombrado mejor hotel del mundo por los World Travel Awards en 2015. Pero los reconocimientos internacionales son apenas un eco de lo que significa. Es un lugar deseado y amado por artistas, líderes y celebridades de todo el planeta, que han encontrado entre sus muros y jardines el escenario perfecto para generar momentos inolvidables.
En el siglo XVIII, el sultán Mohammed Ben Abdellah quiso hacer un regalo de bodas inolvidable a su hijo, el príncipe Mamoun. Le entregó unos jardines amurallados de ocho hectáreas, un vergel donde crecían olivos centenarios, naranjos, palmeras y buganvillas. Aquellos jardines, bautizados como Arsat al Mamoun, se convirtieron en un símbolo de Marrakech, un oasis dentro de la ciudad roja. De ahí surgiría, dos siglos más tarde, el hotel que llevaría su nombre.
La Mamounia nació de una decisión dinástica, se consolidó bajo el apadrinamiento real y hoy sigue siendo un lugar de orgullo para la monarquía alauí.
Henri Prost fue el arquitecto encargado del diseño original. En la aventura le acompañó Antoine Marchisio. Ambos imaginaron un edificio que fusionaba la tradición marroquí con el art déco francés. Su intención fue crear un palacio para viajeros y élites donde el exotismo oriental se uniera al refinamiento europeo.
Winston Churchill (a quien el hotel que debe mucha de su bien ganada fama y popularidad) convirtió sus inviernos en Marrakech (en el Mamounia) en tradición, pintando acuarelas de los jardines y disfrutando de su luz. A Alfred Hitchcock se le ocurrió, dicen, la trama de “Los pájaros” observando la frenética actividad de las aves de La Mamounia. Por sus pasillos han desfilado figuras como Charles de Gaulle, Nelson Mandela, Yves Saint Laurent, Elton John o Madonna. Todos ellos han contribuido a construir la leyenda del mítico hotel.
El establecimiento no se aferra al pasado. A lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, ha sabido renovarse sin perder su esencia. Sus interiores siguen deslumbrando con mosaicos, maderas talladas y lámparas artesanales, pero las múltiples reformas han incorporado un spa monumental, riads privados y restaurantes de altísima cocina. La gastronomía es ahora unos de sus sellos de identidad: combina lo mejor de la tradición marroquí con propuestas internacionales que refuerzan su carácter cosmopolita.
El alma de La Mamounia se percibe especialmente en sus jardines. Pasear entre rosales y olivos centenarios es un placer que evoca cómo nació este lugar: como un regalo de un padre a su amado hijo, un espacio de recogimiento y belleza a prueba del paso de los siglos.
También tiene dimensión política: Hassan II convirtió el hotel en escenario de reuniones decisivas y encuentros diplomáticos. Mohamed VI, el actual rey de Marruecos, aunque más reservado, ha mantenido a La Mamounia como símbolo de hospitalidad real, un auténtico escaparate de Marrakech y Marruecos ante las élites internacionales y el mundo mismo.
La Mamounia ha sobrevivido a reyes y revoluciones, a épocas de esplendor y años inciertos, siempre fiel a su esencia. Hoy figura entre los mejores hoteles del mundo, pero su magnetismo va más allá de los premios o reconocimientos: es una mezcla de mito y realidad, que envuelve a quienes atraviesan su fascinante umbral.
Más allá de ser un templo consagrado al más refinado arte de la hospitalidad, La Mamounia es un escenario único en el que Oriente y Occidente se abrazan a la perfección, donde la memoria de un príncipe del siglo XVIII convive con las excentricidades de las estrellas/personalidades contemporáneas.
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