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El menos malo

Al cierre de nuestra edición no se conocía aun la decisión que los americanos adoptaron en ese martes 8 de noviembre, en el que se ha dilucidado si por vez primera una mujer lograba la Casa Blanca o si el candidato probablemente peor preparado de la historia para ocupar el "despacho oval" se hacía con el poder. Para muchos americanos la decisión entre la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump para regir los próximos años el hasta ahora país más poderoso del mundo se ha relegado, en esta ocasión a optar por el candidato menos malo. Si bien es cierto que el populismo cada vez más visible tanto en Europa como en el otro lado del Atlántico ha existido desde tiempo inmemoriales, también es cierto que brotes, como los que lleva protagonizando prácticamente toda su vida el multimillonario empresario, con sus constantes muestras de connotaciones racistas, sus declaraciones sobre la mujer y otras muchas salidas de tono, le han situado en un populismo radical, también es cierto que la candidata republicana a la Presidencia de los Estados Unidos, con sus errores al frente de la Secretaría de Estado del Ejecutivo de Barack Obama, entre otros, no goza tampoco de una gran estima entre los 219 millones de norteamericanos citados a las urnas durante la jornada de ayer, ante un sistema electoral que exige que para poder introducir en la urna la papeleta de turno o votar a través de las máquinas electrónicas de votos que son algo así como cajeros electorales, es necesario primero registrarse. Y sólo unos 150 millones de votantes lo han hecho.

Los resultados de las encuestas en los últimos días han sido tan ajustados que ayer nadie ponía las manos en el fuego por uno de los dos candidatos, salvo Allan Lichtman un conocido historiador, licenciado en Harvard, especializado en Historia Moderna de Estados Unidos y profesor en la American University de Washington que lleva 32 años vaticinando el resultado de las elecciones presidenciales en el país de las barras y las estrellas. Ha acertado siempre, no se ha equivocado jamás. Y su pronóstico era que el ganador sería Donald Trump, a pesar de que las encuestas daban una ligera ventaja a Hillary Clinton, para tranquilidad de miles de ciudadanos que en el mundo se han mostrado temerosos de una victoria del empresario al que consideran un auténtico kamikaze de reacciones imprevisibles. No obstante, la mayoría de los analistas políticos coinciden en que el sistema americano tiene unos mecanismos de control que reducen de forma considerable la capacidad de decisión del presidente y que, en consecuencia, no podría cumplir la mayor parte de sus anunciados, y para muchos preocupantes, propósitos.

Al cierre de nuestra edición no se conocía aún la decisión que los americanos han adoptado en ese martes 8 de noviembre, en el que se ha dilucidado si por vez primera una mujer lograba la Casa Blanca o si el candidato probablemente peor preparado de la historia para ocupar el “despacho oval” se hacía con el poder. Cuando los lectores vean estas líneas ya se conocerá la identidad de la persona que regirá los destinos de una de las naciones con mayor repercusión internacional. Y es lógico que preocupen en otros países los resultados electorales, por las repercusiones que pueden acarrear las políticas de los distintos candidatos. A modo de ejemplo y de efectos inmediatos, hay 150.000 puestos de trabajo pendientes de la firma de un convenio de colaboración entre la UE y los EE.UU. que dependen de quien se alce con la Presidencia.

Ya en España el lunes se hacían públicos los resultados del primer barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) tras la dimisión de Pedro Sánchez, pero anterior al debate de investidura y a la formación del nuevo Gobierno. Una encuesta que refleja el descalabro del PSOE hasta anotarse un nuevo mínimo histórico, el 17% de los votos. Un registro que empeoraba en 6,1 puntos el del sondeo de julio y que tiene dos grandes beneficiarios, el PP, que se disparaba incluso sin haber culminado Rajoy su reelección, y Unidos Podemos, que lograba ahora sí el 'sorpasso' que las urnas le habían negado en dos ocasiones.Con los resultados de la encuesta Rajoy volvería a ganar las elecciones y, en esta ocasión, con el 34,5% de los votos, un punto y medio más que en las elecciones del 26-J y dos puntos más que en el barómetro del pasado julio. El porcentaje actual de los populares duplica, por tanto, la marca que obtendría el PSOE, que pasa del 23,1% de hace tres meses al 17%. Una encuesta que confirma en España que, también como mal menor, Rajoy sigue siendo la mejor opción para la gran mayoría de los españoles.

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