El calendario ha querido que el relevo del presidente de RTVE, cuyo mandato acaba de expirar, sea una de las primeras tareas políticas que haya tenido que afrontar el gobierno de Pedro Sánchez. No diremos que es tarea fácil, pero parece mentira que se haya hecho tan mal. No hace falta ser doctor en Harvard para llegar a la conclusión de que para dirigir una macrocorporación como RTVE que se quiere despolitizar, con más de 6.000 trabajadores y mil millones de presupuesto, se debería buscar a alguien con acreditada trayectoria en la gestión empresarial, con conocimientos en radio y televisión y con un perfil político de independencia.
Además, dado que la elección debe producirse en un parlamento sin mayorías estables, habría que haber urdido consensos antes de filtrar nombres. Y como los trabajadores de RTVE llevan años denunciando la manipulación en su empresa y diez viernes vistiéndose de negro para visibilizar la protesta, una consulta con ellos, un "a ver qué os parece", tampoco habría sobrado.
Con tan claras premisas, parece increíble que en el intento se hayan cometido tantos errores como para quemar en 48 horas a tres candidatos sin lograr consensos ni en el parlamento ni en la casa que espera presidente. Es verdad que, viniendo de donde venimos, un presidente que presumía de ser votante del PP, de haber aparecido en los papeles de Bárcenas en vez de los de Irán y de una imparcialidad contradicha por los trabajadores, cuya documentada denuncia de manipulaciones y censuras llegó hasta el Parlamento Europeo, casi cualquiera podría tener estatura suficiente para el relevo.
Pero no se trataba de parchear la miseria sino de intentar buscar la excelencia en una empresa pública crucial en una democracia. El sainete se ha culminado en las votaciones parlamentarias en las que un miembro del Congreso y otro del Senado votaron desde el anonimato al fallecido Lauren Postigo y a David Bisbal. Quizás pudieran defender, si supiéramos quiénes son, que sólo es una broma o una actuación para visibilizar su protesta por el sistema de elección o por los nombres propuestos. Pero el parlamento no está para hacer bromas con asuntos serios y las legítimas protestas tienen otros canales y procedimientos. Lo fácil sería decir se han comportado como chiquillos en un patio de colegio, pero no debemos ofender a los niños.
Su actitud sólo demuestra un inmenso desprecio a la dignidad de su cargo y del parlamento, a RTVE y a sus trabajadores. Algo impropio de sus señorías.
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