Así como el hombre piensa así es él. Nuestro cuerpo es un cuerpo energético, pues todo se basa en vibración y lo igual atrae a lo igual. La ley de causa y efecto tiene efecto tanto en el alma como en el hombre, es decir que lo que el hombre piensa y cómo vive, se traduce en los posteriores efectos.
Las dificultades, problemas y enfermedades tienen un origen anímico, por eso toda persona es animada a cada instante a organizar espiritualmente su vida, a pensar positivamente y a ser desinteresada. De esta manera las energías en el ser humano pueden ser armonizadas para estar en condiciones de comunicarse nuevamente con las energías eternas, cósmicas y armoniosas. La comunicación con las fuerzas cósmicas armoniosas produce tanto en el ser humano como en la Tierra paz, armonía y amor.
Quien viva en la ley de causa y efecto creará siempre nuevas causas hasta que despierte en el Espíritu y siga las leyes de la paz, de la armonía y del amor. Las consecuencias que siguen a las causas creadas por los hombres son enfermedades, golpes del destino, necesidades y preocupaciones. El ser humano vive en este círculo vicioso tanto tiempo hasta que reconozca que es un ser cósmico que pertenece a la unidad divina, al Espíritu universal. Si el ser humano empieza entonces a dejar crecer en sí esta unidad cósmica, conociendo la esencia de la vida, que es el Espíritu, sanará y por medio de él también el planeta Tierra.
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