Que el concurso haya quedado desierto no significa el fin del mundo, porque el Estado tiene los instrumentos necesarios para garantizar que los melillenses podamos seguir moviéndonos en barco de una orilla a otra, como llevamos haciendo décadas El contrato marítimo ha vuelto a quedar desierto. El segundo intento del Estado por garantizar las líneas declaradas de interés público, como son las que unen Melilla con Almería y Málaga, ha vuelto a ser en vano porque ninguna compañía marítima ha presentado su oferta. Y no por falta de interés, ya que las que están actualmente operando en Melilla lo habían mostrado, llegando a asegurar que no se habían presentado en el primer pliego de condiciones porque los precios de los billetes eran tan bajos, que no les salía rentable la operación. Eso llevó al Ministerio de Fomento y a la Ciudad Autónoma a incrementar las tarifas, en algunos casos de forma bastante notable, hasta un 50% respecto a las que se habían establecido en un principio, que podían subir otro 20% más en la temporada alta de verano. Sin embargo, el pliego tampoco ha convencido a las navieras a juzgar por el resultado final. De nuevo desierto y con un panorama de incertidumbre respecto a lo que puede ocurrir ahora, ya que el Gobierno no ha desvelado aún si volverá a sacar un nuevo pliego, prorrogará el contrato actual adjudicado a Trasmediterránea o tomará otra alternativa.
En los días previos a que finalizara el plazo de ofertas, varios miembros del Ejecutivo melillense, entre ellos su presidente, Juan José Imbroda, aseguró que los melillenses no se quedarán sin barco porque esto mismo había ocurrido anteriormente en Baleares y en Ceuta y las navieras no se movieron de esos territorios, que siguen conectando con la península. Ayer, el viceconsejero de Turismo, Javier Mateo, también incidió en esa idea al apuntar que en caso de que si no se adjudicaba el contrato marítimo por quedar desierto, podría ser una señal de que las compañías quieren seguir prestando servicio pero sin contrato de por medio, sino en igualdad de condiciones y con la competencia como únicas reglas del juego. Es lo que está sucediendo en Baleares y Ceuta, de modo que no sería ilógico que en Melilla tarde o temprano se dé la misma situación. E incluso podría ser bueno para que se siga manteniendo la competencia entre Trasmediterránea y Armas, ya que la segunda no tendría que verse en inferioridad de condiciones respecto a la primera, que aún hoy tiene garantizados sus ingresos por gestionar un contrato público del Estado.
Que el concurso haya quedado desierto no significa el fin del mundo, porque el Estado tiene los instrumentos necesarios para garantizar que los melillenses podamos seguir moviéndonos en barco de una orilla a otra, como llevamos haciendo décadas. Lo que sí demuestra es que se han intentado adjudicar dos pliegos de condiciones que miraban más por el melillense que por la empresa, como ocurría hasta ahora, y que es algo de lo que podría hablarnos el PSOE algún día para saber por qué consintió un transporte marítimo tan pésimo para los melillenses en sus líneas de servicio público.
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