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De Pinocho a Pinueve

Pedro Sánchez en el congreso de los diputados

Por: Miguel Platón

Han sido tantas las críticas al nuevo Gobierno que aunque sólo fuera por caridad merece la pena resaltar un elemento positivo. La nueva portavoz, Isabel Rodríguez, comparece con una imagen impecable: bien peinada, vestida con elegancia y buena dicción.

Es todo lo contrario de la anterior, María Jesús Montero, con sus atuendos extravagantes, el pelo alborotado y una pelea continua con ciertas palabras, sobre todo las “eses” finales, que solían ganar estas últimas. Los fondos europeos, en palabras de la Montero eran “lo fondo uropeo”. Con la señora Rodríguez, por lo menos, “Uropa” ha vuelto a ser Europa. Y el “canalillo” parece haber quedado proscrito.

Lástima que en su primera comparecencia hubiera de rendir tributo a las miserias del sanchismo, al negarse a calificar de dictadura el régimen cubano. Algo así podía esperarse de un partido-basura como Podemos, pero el origen socialdemócrata del sanchismo permitía esperar un compromiso con la democracia que el pueblo de Cuba reclama en las calles, frente a la brutalidad de una dictadura de más de 60 años, que ha conducido, como en todos los países comunistas, a un callejón sin salida de represión, miseria y hambre.

Los defensores de la tiranía no tienen más recurso que la mentira, como achacar los problemas de la isla al embargo -que no bloqueo- de los Estados Unidos. Pude comprobar su falsedad durante mi primera visita a Cuba, en 1997. En la recepción del hotel utilizaban ordenadores de patente norteamericana, al igual que los programas empleados en ellos, y la única moneda utilizada -desde los taxis a tomar un mojito- era el dólar. Si tenías dólares podías alquilar un Mercedes con chófer y acudir a lugares vedados para la inmensa mayoría de la población, salvo para la oligarquía dirigente.

Conozco muchos de los mejores hoteles del mundo -desde Méjico a Nueva York, Londres, París, Berlín, Rabat, Kuwait, Bangkok y Sydney-, pero en ninguno de ellos había visto un desayuno buffet tan espléndido como el del Meliá Cohiba de la Habana. Resultaba indecente, frente a la evidente desnutrición y hasta el hambre de la mayor parte de los cubanos. Lo más sórdido era la presencia de numerosas adolescentes que ofrecían favores sexuales a los turistas.

La mentira ha sido también la respuesta del Gobierno a la sentencia del Tribunal Constitucional que declaró ilegal el uso del Estado de Alarma para ordenar, en marzo del año pasado, el confinamiento de la población. Es falso que se utilizara por razones de urgencia, porque en el mismo plazo podría haberse acordado el Estado de Excepción, instrumento idóneo para limitar derechos constitucionales. Nadie se opuso en el Congreso de los Diputados a esas medidas impuestas mediante el Estado de Alarma, y lo mismo ocurrió con la primera prórroga de quince días. Sólo al plantearse la segunda votó en contra Vox, que ahora ha ganado el recurso. Con toda seguridad, el Congreso habría votado a favor de las mismas medidas incluidas en un Estado de Excepción, que tiene mayores garantías gracias a su control parlamentario.

Otra mentira es que la política gubernamental salvara 450.000 vidas, dato indemostrable y que constituye una completa, total y absoluta estupidez. Mera propaganda inconsistente. En realidad, el sanchismo fue responsable de un número indeterminado de muertes adicionales, debido al retraso en tomar medidas -para salvar las manifestaciones feministas del 8 de marzo-, la incapacidad de dotar a los sanitarios de medios adecuados de protección y el desastre en procurar elementos necesarios, desde respiradores a mascarillas. Los recursos para conseguirlos fueron adjudicados a unas empresas sin experiencia e incapaces de obtenerlos en tiempo y forma. Casualmente casi todos eran chiringuitos catalanes, de la misma región que el entonces ministro de Sanidad, al filósofo Salvador Illa.

El nuevo Gobierno, en consecuencia, ha subido un nuevo escalón de falsedades con respecto al anterior. Si antes era conocido como el Gobierno Pinocho, ahora le corresponde el título de Pinueve.

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Redacción

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