¿De nuevo Fernando o Fernando nuevo?

En realidad no le traté mucho. Por lo tanto no me encuentro documentado para ampliar con uno más, esos panegíricos necrológicos, que como sentidos recordatorios, han aparecido en la prensa local, con motivo de su inesperada muerte. Que yo recuerde bien, el primer contacto que tuve con él a nivel comunicación, fue aquel día, el cual iba yo andando…

… -antes también se solía andar por Melilla, aunque no existiera esa gran profusión de zonas peatonales, como hoy privan-, para Correos, cuando Correos era un lugar céntrico, desahogado y cómodo, tanto para el público como para el empleado que tenía que atenderle. No como ahora, que mas que Correo, parece ser un “corro” de gente apiñada y cabreada por la falta de espacio- y el me dijo: ¡Quiero que presentes un programa de entrevistas en la Tele…! Al parecer tenía en cierta estima mi labor en la radio y él, como director en aquel tiempo de Tele Melilla, se acordó de mi, detalle que yo agradecí y procuré con mis defectos -yo venía de la radio- y mis virtudes –y hacia lo que podía por adaptarme al nuevo medio- dejarle en buen lugar, por lo cual, conseguí, con los tres programas que tuve la ocasión de crear y presentar, ampliar no solo la audiencia, sino también la hucha de la Tele, ya que de mis trabajos en publicidad, dejaba más de la mitad de mis beneficios, para ella.

Tres años estuve entre entrevistas, concursos participativos, mensajes religiosos y sociales, etc… Todo ello bajo el lema Melilla, ya que la ciudad, siempre fue para mí, el lugar donde se iniciaban y acababan todos mis proyectos y realidades profesionales, como en alguna ocasión, compartir con el.

Tal vez por eso, cuando publicó el libro LA MEMORIA DERROTADA, que escribió junto a Lorenzo Lechuga Villegas, al entregarme un ejemplar-que conservo-, venia ya con la siguiente dedicatoria: “Para el inclasificable, inefable e imprescindible ANDRES, paisano y paisaje irrepetible de Melilla”.

Al leerla creo que le dije: “Fernando, te has pasado”. Y él me contestó: “No, te he puesto esta dedicatoria, porque en realidad no sé cómo eres”. Le miré detenidamente: “A mí me pasa igual contigo” y añadí: “En realidad no sabemos quiénes somos, aunque nos empeñemos en saberlo. Nuestra memoria va perdiendo ya la memoria, es vieja y no nos recuerda…”. Él, con ese hablar suyo tan peculiar, lleno de monosílabas, apuntó: “Tal vez cuando seamos nuevos…. ¿Nuevos?” ¿Habrá comenzado él ya a serlo?

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