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De dictadores y dictadorzuelos. Slava Ukraini.

El mundo antes conocido, que se encaminaba, aunque fuera muy poco a poco y con enormes excepciones, hacia la libertad, el respeto a los derechos humanos, la democracia, está desapareciendo rápidamente ante nuestros ojos. Por el contrario, resurgen con fuerza en todos los continentes las dictaduras o cuasi dictaduras, las ideologías extremistas de izquierda y, como reacción en los últimos años, las de derecha.

Una deriva hacia la dictadura de las minorías.
Las redes sociales, tan beneficiosas cuando son bien usadas, han pasado a ser en buena parte dominio de los marginados intelectualmente, de las minorías extremistas, de la muchedumbre no pensante. La llegada a Twitter de Musk, y sus primeras decisiones despidiendo a la mayoría de los directivos de alto nivel existentes, así lo sugieren. Nadie puede dudar de que Musk es intelectualmente brillante, pero con frecuencia parece, más aún recientemente, estar cegado por el brillo de su propio ego, lo que tan solo pronostica que se van a convertir en realidad sus palabras sobre lo que pretende hacer en Twitter: una profundización en la deriva de la aplicación hacia el extremismo y la anarquía. Así lo indican, también, sus recientes intervenciones en política internacional, en las que pretende ser considerado una especie de ‘gurú’ omnisapiente proponiendo, por ejemplo, una solución para la guerra de Ucrania que premia al agresor, Rusia, y castiga al agredido, Ucrania.

De aspirantes a dictadorzuelos nacionales.
La profundización en el social comunismo separatista del gobierno de Sánchez suponemos se encamina irremediablemente hacia una agonía, demasiado lenta para los intereses de España. Todos lo suponemos menos, oficialmente, el CIS de Tezanos, del que podría asegurar que ni él mismo se cree las encuestas que publican.
Pero, tras la pronosticada muerte de la antinatura coalición gobernante, va a quedar una España dividida cultural, social y políticamente, además de arruinada económicamente. La indoctrinación tipo marxista leninista que el gobierno de Sánchez ha pretendido hacer con las arteramente llamadas ‘memorias históricas’, no producen adelanto alguno para la sociedad de hoy, que en el año 78 y muy acertadamente, dio por cerrado el pasado para, todos juntos, enfocarse en el futuro. Con ello se pretendía dejar atrás lo que escribió Antonio Machado: “una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
Desde la muerte de Franco han pasado casi cincuenta años. Tan solo la obcecación de las minorías marxistas en el poder, mediante proxy con Sánchez, y el empeño de éste en permanecer en el poder a cualquier coste, pueden explicar esas leyes supuestamente históricas. Ya escribí sobre algunas de las fuentes, historiadores reputados, que pueden arrojar luz sobre la realidad de la historia reciente de España. Puestos a rememorar el pasado, podríamos pedir a Rusia que reintegrara a España las 510 toneladas de oro que, en 1936, el gobierno de la república (PSOE) primero trasladó a Rusia y luego le vendió a precio fuertemente descontado. Esta petición sería, creo, tan improcedente y estúpida como las ‘memorias históricas’ del PSOE actual.

Locales, el plan económico.
Parece que, para algunos políticos locales, el concepto de democracia es muy difícil de aprehender. Parecen no entender que la democracia, en palabras pronunciadas en 1863 por Abraham Lincoln (16° presidente de los Estados Unidos), es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. El poder político emana del pueblo y sirve al pueblo. A todo el pueblo, no solo a los que han votado una determinada opción política. Cito varias situaciones que apoyan ese punto de vista.
Gloria Rojas (PSOE) pide al PP que apoye sin reservas un plan económico para Melilla que, afirma la ministra Isabel Rodríguez, permitirá que Melilla “transite hacia una economía más verde e inclusiva”. Si eso es lo que realmente pretende el plan y apoya Rojas, entonces comprendemos que no cuente con el apoyo del PP, que es oposición y como tal está en su pleno derecho para apoyar un plan o no hacerlo. Añadiría que es su deber no apoyar un plan, y sugerir alternativas, si estiman que el plan no cumple con las necesidades del pueblo, al que representan.
La ministra Rodríguez que, si atendemos a cómo se expresa, es una mujer inteligente, parece estar tan abducida por las ideas que su partido defiende, que olvida que el objetivo primero, inequívocamente primero, de un plan económico es generar riqueza. Lo que Melilla necesita es un plan económico que genere la mayor cantidad posible de recursos económicos sostenibles. Si además el plan es ‘verde’, mejor. Lo que no consigo entender es como un plan económico puede ser inclusivo, o qué significa inclusivo en este contexto. Me temo que la ministra no se refiere a que al plan ‘incluye’ un amplio conjunto de objetivos a alcanzar, en todas las áreas económicas, y detalla cómo alcanzarlos. Creo que, en su afán ideológico, pretende decir que el plan incluye a todos los sectores de la sociedad, hombres y mujeres, blancos y negros, así hasta el infinito. Lo que parece claro es que, a los únicos que habría que forzosamente incluir en el plan, es a aquellos actores económicos que sean capaces de generar riqueza. No a aquellos que posteriormente, con espíritu social, tendrían acceso a la riqueza, que previamente se habría generado.
Me viene a la memoria una anécdota que estimo clarificadora. Estábamos oyendo cantar, muy mal, a un coro enormemente ‘inclusivo’, creado exprofeso para una determinada ocasión. Todos los sexos, todas las edades, todas las etnias estaban presentes. Mi compañero comentó que el coro era perfecto. Ante mi extrañeza, comento que el coro era perfecto en su composición, el único problema era que, al constituirlo, habían olvidado preguntar a sus componentes si sabían cantar.

Y locales, el Monumento a los Héroes de España.
El tema parecía haber quedado acertadamente enterrado. La población de Melilla, en su mayoría, se había manifestado contra la destrucción, afirmando además que no veían al monumento como una exaltación del franquismo. Lo que representara el monumento, cuando fue erigido, no es lo que representa ahora para el pueblo de Melilla, exclusivamente un monumento a los Héroes de España que, obviamente, debe ser respetado. Creo que Fernández Treviño se ha dado cuenta de esta realidad y, democráticamente, la ha asumido en nombre de su partido en Melilla.
Pero surge ahora un representante de Podemos en la ciudad, ‘exigiendo’ la destrucción. El uso de la palabra exigir es una constante en los partidos de extrema izquierda, y con frecuencia de izquierda, que tienden a olvidar que viven en una democracia, aunque sea muy imperfecta. En democracia nadie tiene derecho a ‘exigir’ nada que no sea la voluntad del pueblo, en este caso el de Melilla.
Ataca al PSOE, y al hacerlo se ataca a sí mismo, diciendo que el PSOE no se atreve a derribar el monumento porque teme perder votos, si lo hace. Con ello está reconociendo que la voluntad del pueblo de Melilla, o de su mayoría, es que el monumento no se derribe. Esa manifestada voluntad realmente constituye una ‘exigencia’, para cualquier gobierno democrático, de cualquier signo.
Parece claro que respetar la voluntad del pueblo no es una exigencia para Podemos. Lo que no constituye sorpresa alguna, ya que el partido apoya a todos los regímenes no democráticos del mundo siempre que, claro está, sean de izquierdas, cuanto más al extremo, mejor.

Gonzalo Fernández

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