melillahoy.cibeles.net fotos 778 El candil web
Los avances insospechados que el desgaste o la acumulación del vivir, como así mismo,la falta de nutrientes suministrados en épocas de crisis o de postguerra, hacen que, de mayor, tu ancianidad sea de una u otra manera, cómoda o incómoda.
Y peor si has fumado o bebido, sin tiento.
Es siendo, incluso, un sano sanote puro machote o machota, que la acción del tiempo en ejercicio permanente, del trabajo, deporte, el parir, fregar, limpiar etc., hace que la acción corrosiva o de desgaste, aunque sea poco a poco y sin darte cuenta, te va inutilizando. Cosas tan simples como, una lesióncilla de pulgares, una artrosis, es en consecuencia una inutilidad añadida que, encima, te enfada. Y te hace ejercitar inconscientemente, otras maneras de hacer rutinas; tal como abrir el tapón de una botella, y siempre que sea a rosca. No habrá una cosa más simple que eso. Pues ahí estás tú, con tu sapiencia capaz, aprendiendo una nueva ingeniería.
Es esto, a lo mejor, lo de menos; pues otra cosa es ir buscando lugares con público… ¿por qué? Muy simple, sentirte protegido o atendido, por culpa de un "chorizo" o de una ventolera que te tira, un tropezón y al suelo; puede que también por un vahído, un síncope. Y tú, hecho un ovillo, torpe y futú, tienes que ser levantado en volandas, atendido por la sociedad circundante y bien andante; y es ahí, cuando te das cuenta que, que todos somos iguales cuando la confraternidad ciudadana rompe estereotipos de lo más separatistas, étnicos, de género o de cualquier otra moral diferente. Ahí, no hay ni "manolos" ni "mohamedes", ni blancos, ni negros.
Hace unos días vi y sentí, como una ventolera en las sempiternas "torres", se llevaban a una anciana, haciendo de Mary Popins, pero sin paraguas. El marido, otro inútil mayor, sujetado por el cinturón de seguridad al asiento del coche; aferrado como lapa ferruginosa tardía, dio lugar a que en segundos, ésa sociedad varia que tiene Melilla, reaccionaba con voluntad de servicio. Cuatro o cinco coches pararon para atender a la atrevida anciana; un chicarrón del norte, la levantó como si fuera una pluma. Otra ciudadana, élla con pañuelo de madrileña recatada, se desvivió en palabras y caricias cariñosas, entregandola las lentes que, volando o mejor dicho arrastrándose, habían ido a hacer puños para mangas viento en popa y a toda vela. Aquello no fue una comedia, fue una realidad. Por ello, aprovecho para dar a todos las gracias más sentidas, en nombre de la ancianidad. Esa que con suerte, todos llegamos.
Gracias a las cinco personas o más, que se desvivieron con ella; y a los conductores que en cola, no tocaron el claxon. Gracias
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