Florentino Pérez y Joan Laporta representan dos visiones del liderazgo en el fútbol. La comparación salarial entre ambos clubes es notable.
El contraste salarial entre las directivas del FC Barcelona y el Real Madrid evidencia dos visiones del liderazgo en el fútbol: mientras Laporta cobra 6,6 millones, Pérez no remunera a su junta. ¿Amor al club o pragmatismo económico?
¿Amor al club o negocio? La curiosa disparidad salarial entre las directivas del Barça y el Madrid.
En el universo del fútbol español, donde los himnos resuenan con promesas de lealtad eterna y los presidentes se erigen como guardianes de la esencia de sus entidades, las cuentas anuales revelan una realidad menos romántica: el dinero. Mientras Joan Laporta, presidente del FC Barcelona, reitera en cada rueda de prensa su «amor incondicional» por el club culé –un mantra que ha repetido desde su regreso al poder en 2021–, las cifras de su directiva contrastan con el modelo de austeridad del eterno rival, el Real Madrid de Florentino Pérez. En un contexto donde ambos clubes se definen como entidades sin ánimo de lucro, la comparación entre sus estructuras de remuneración no puede ser más llamativa: 6,6 millones de euros para el equipo de Laporta en el último ejercicio, frente a cero euros para la junta madridista. ¿Es esto un signo de pragmatismo o una contradicción con el ideal asociativo?
El FC Barcelona, fundado en 1899 como un baluarte de los valores democráticos y el «més que un club», ha atravesado una de sus peores crisis financieras en la historia reciente. Deudas millonarias, ventas forzadas de activos y un Camp Nou en obras han marcado la era Laporta. Sin embargo, en medio de este vendaval, la directiva ha visto cómo sus emolumentos no solo se mantienen, sino que crecen. Según los balances presentados recientemente, Joan Laporta y su comité de dirección percibieron en el ejercicio cerrado a junio de 2025 una remuneración total de 6,6 millones de euros. Esto representa un incremento del 20% respecto al año anterior, cuando la cifra se situó en 5,5 millones de euros. El propio Laporta, que cobra alrededor de 1,2 millones anuales según estimaciones independientes, justifica estos pagos como «necesarios para atraer talento profesional» en un club que, recordemos, opera bajo el paraguas de una asociación sin fines lucrativos. Pero la pregunta surge inevitable: ¿cómo conciliar este desembolso con las palabras del presidente, quien en febrero de 2024 declaraba que «si cumplimos el presupuesto, finalizará la etapa más oscura de la historia del club», enfatizando el sacrificio colectivo?
En el otro lado de la barrera, el Real Madrid presenta un panorama de filantropía directiva que roza lo anacrónico en el fútbol moderno. Florentino Pérez, ingeniero de 78 años y magnate de la construcción, preside una junta directiva de 19 miembros –incluyendo cuatro vicepresidentes y una única mujer, Catalina Miñarro– que, por estatuto y tradición, no percibe ni un euro por su labor. Los balances oficiales del club lo confirman sin ambages: «Los miembros de la Junta Directiva no han devengado remuneración alguna por su condición de directivos» en el ejercicio 2023-2024, y la política se mantiene intacta para 2024-2025. Pérez, cuya fortuna personal supera los 3.000 millones de euros según Forbes, invierte su tiempo y contactos en el club sin contraprestación económica directa del Madrid. Esta filosofía, heredada de épocas en que los presidentes eran benefactores puros, ha permitido al equipo blanco navegar con solvencia: ingresos récord de 1.185 millones de euros en la última temporada y un patrimonio neto en efectivo de 598 millones. Críticos señalan que, aunque la junta no cobra salarios, sí disfruta de privilegios indirectos como viajes, entradas y redes de contactos que benefician sus negocios privados. Aun así, el contraste es evidente: en el Bernabéu, el liderazgo se mide en resultados, no en nóminas.
La ironía se acentúa al recordar el estatus legal de ambos clubes. Tanto el Barça como el Madrid son sociedades anónimas deportivas (SAD) con raíces asociativas, obligadas por ley a reinvertir beneficios en el deporte y no distribuir dividendos a socios privados. En teoría, esto debería priorizar el bien común sobre el enriquecimiento personal. Laporta, abogado de profesión y exsocio número uno del Barça, ha defendido públicamente esta remuneración argumentando que «gestionar un club de este tamaño requiere dedicación full-time, y sin compensación, se alejaría el mejor talento». Sin embargo, en un club donde los aficionados han aplaudido gestos como las donaciones voluntarias de jugadores durante la pandemia, ver al presidente cobrar mientras se aprieta el cinturón en fichajes genera murmullos. ¿Es el «amor» de Laporta menos genuino por ser remunerado, o simplemente más realista en un ecosistema donde el fútbol es un imperio económico?
Esta disparidad no es solo una anécdota contable; refleja dos visiones del liderazgo en el deporte rey. Mientras el Madrid apuesta por el mecenazgo de élite –con Pérez como figura casi paternal–, el Barça opta por un profesionalismo pagado que, paradójicamente, choca con su aura de club del pueblo. En un año electoral para el culé (con posibles comicios en 2026), estas cifras podrían avivar debates: ¿debe un presidente «amar» gratis, o es el éxito deportivo el verdadero aval? Por ahora, mientras Laporta y Pérez se miden en el césped, las nóminas siguen contando una historia paralela, una donde el corazón y la billetera no siempre van de la mano.
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