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Carta del Editor

Inmigración cada vez más insoportable

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La sensación de los madrileños, y la de los españoles en general, es que vivimos, los melillenses, en una situación de pre guerra, o algo así por las avalanchas de inmigrantes, las cuchillas y los muertos de Ceuta. No es para tanto, les contesto, pero realmente sí es para mucho, para preocuparse, y ocuparse, mucho. Cuando inicio esta Carta del editor estoy en Madrid, comprobando y disfrutando, entre otras cosas, de la calidad de las Gacetas Locales y de la revista Arte de Vivir que editamos en la capital y oyendo, una y otra vez, cómo me preguntan por la situación de Melilla, lugar que ahora se ha vuelto a poner de actualidad por esto de la inmigración, las cuchillas, las denuncias de hasta la misma UE, los muertos en la frontera de Ceuta, los asaltos masivos y cada vez más frecuentes. La sensación de los madrileños, y la de los españoles en general, es que vivimos, los melillenses, en una situación de pre guerra, o algo así. No es para tanto, les contesto, pero realmente sí es para mucho, para preocuparse, y ocuparse, mucho.
Se mire como se mire, se analice como se analice, lo que está pasando con el asalto de inmigrantes por las vallas de Melilla y Ceuta es insostenible, insoportable para todos, Melilla, Ceuta, España, Comunidad Europea, ciudadanos, etc, para todos. Para todos, menos para las mafias que trafican ahora con personas -como en épocas históricas anteriores traficaban con esclavos- mafias de ignorada, aunque más que presunta, nacionalidad y también para aquellos antisistemas y partidos políticos de la oposición que anteponen sus intereses electorales a cualquier otra consideración humana -aunque se disfracen de humanidad- o de interés general de los ciudadanos a los que dicen servir, aunque en realidad se sirven de ellos.
Como recogía este periódico el martes, el día anterior, lunes 17 de febrero, unos 250 inmigrantes, presuntamente cameruneses, intentaron entrar, ilegalmente claro, por las fronteras de nuestra ciudad con Marruecos y unos 150 de ellos lo lograron, dando a continuación grandes muestras de comprensible alegría por las calles de Melilla, mientras se dirigían, como es habitual, al CETI o a la comisaría de Policía, para "legalizar" su situación. Fue el subcampeonato de este triste campeonato que se ha establecido sobre el número de inmigrantes que consiguen violar nuestras fronteras, europeas en Africa. El campeón de los asaltos se remonta, todavía, al 3 de octubre de 2005, casi 9 años atrás, cuando 650 personas intentaron el salto de una valla todavía relativamente baja, de sólo 3 metros, sin helicóptero y sin siga tridimensional, y 350 de ellas lo lograron. Lo del lunes, dicho sea con toda ironía, tiene más mérito, especialmente si se comparte lo que la Delegación de Melilla ha asegurado, que este último asalto se ha realizado "bajo una férrea coordinación", ó sea, que las mafias, con sus apoyos internos en Melilla, van perfeccionando sus sucios métodos, sus repugnantes métodos.
Como era de esperar, y de temer, desde todas las fuentes oficiales se apresuraron a decir que el pasado lunes, en Melilla, la Guardia Civil no usó material antidisturbios para intentar evitar el asalto masivo saldado con la entrada a su presunto El Dorado de 150 emigrantes más. Era de esperar, tras lo ocurrido en Ceuta, la lamentable muerte de 15 inmigrantes y la consiguiente alarma social. También era previsible la no utilización de material antidisturbios, con su corolario de nueva entrada masiva (que aumentará notablemente los beneficios de las mafias, que ya han subido sus tarifas "oficiales" por traslado y asesoramiento), porque, como decía Amin Azmani en un buen artículo que publicó nuestro periódico el martes, los Agentes se quejan, con razón, de recibir "ordenes contradictorias", lo que les deja, indefensos, a merced de todas las críticas, bien por actividad, bien por pasividad. Tarea muy difícil la de los agentes de la Guardia Civil y muy ingrata, aunque reciban desde muchas instancias oficiales y privadas la gratitud de muchos ciudadanos por intentar cumplir con su deber de protegernos sin el paraguas de una ley que verdaderamente les proteja.
Porque ese es el verdadero centro del problema, que la Ley de Extranjería socialista mantenida hasta ahora por el PP es desastrosa para Melilla y Ceuta (además de para España y el resto de Europa) y aquí no se puede aplicar, salvo que aspiremos a suicidarnos como sociedad, tras dar paso -como lo estamos haciendo, poco a poco, sin prisas ni pausas- a los aproximadamente 30.000 emigrantes que, según datos marroquíes, esperan en las proximidades de Melilla y Ceuta para dar "el salto" cuando las mafias se lo indiquen, y además tras conseguir acelerar ese "efecto llamada" que Zapatero y sus ayudantes alentaron, o sea, hasta que 10 ó 20 millones, por ejemplo, de centroafricanos, argelinos, marroquíes, sirios, etc, etc, pasen por nuestras fronteras y se distribuyan rápidamente por la "próspera" Europa comunitaria, porque en nuestras con ciudades norteafricanas no cabrían físicamente, claro.
Por supuesto que, como pide una y otra vez Juan José Imbroda aquí y en el Senado, Europa debería y debe "intervenir más", pero el paso previo e imprescindible, que afortunadamente ya se está analizando y espero que se traduzca pronto en una nueva Ley, es cambiar en España la Ley de Extranjería en Ceuta y Melilla para permitir las llamadas "expulsiones en caliente". Y el segundo paso es que Marruecos, el país del que proceden los inmigrantes antes de entrar en nuestras fronteras, acepte, sin dilaciones ni firmas previas, esas expulsiones y devoluciones, algo que costará dinero a la Unión Europea, sin duda, pero será dinero bien empleado si se consigue vigilar que se emplee bien, vía los resultados de los devueltos y admitidos en Marruecos.
Como le decía a Juan José Imbroda en una conversación telefónica esta semana, desde el punto de vista melillense lo que creo que se debería hacer es algo así como obtener de la necesidad virtud. Tenemos necesidad de que el gobierno español y la Comunidad Europea nos ayuden a solucionar este problema de la inmigración que, efectivamente, afecta a todos. La atención que ahora y de nuevo nos prestan los medios de comunicación exteriores y los políticos nacionales e internacionales puede y debe ser aprovechada en nuestro benéfico, que en este caso coincide con el de todos. Ese es el camino que, con acierto, se está siguiendo ahora.
Prácticamente en todos los medios de comunicación españoles Melilla y los inmigrantes han sido esta semana portadas y foco de atención en páginas interiores. Por razones obvias me ha llamado la atención un largo artículo que publicó el enviado especial de El Mundo el jueves. "Somos 80, ¿Cómo vamos a poder con 300 tíos? Estamos vendidos", frase proveniente de "una fuente anónima de la Guardia Civil", se titulaba el artículo, bien escrito pero que, como es habitual en el caso de Melilla -donde cualquier periodista o político que acaba de llegar se cree, como le ocurrió al ex delegado del Gobierno Enrique Beamud, en posesión de una verdad sólo por él aprehendida- acababa con un tópico y algún error. El tópico: decir que Melilla es una "ciudad de contrastes, donde la clase pudiente juega al golf a los pies del Monte Gurugú entre la valla que separa la Unión Europea y el CETI, donde se hacinan más de un millar de sin papeles". Lo cierto es que ni yo, que soy el presidente de la Federación Melillense de Golf, me había dado cuenta de que estaba rodeado de la "clase pudiente" local, porque, entre otras cosas, jugar dos horas al golf en Melilla puede costar menos de 6 € y las clases de iniciación para niños, que vamos a iniciar el próximo 1 de marzo en la Escuela Municipal, van a costar 30 € al mes, probablemente los precios más baratos del mundo. El error: colocar al campo de golf, construido donde antes había un mísero descampado, a los pies del Monte Gurugú (ya quisiéramos estar tan cerca).

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