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Carta a un hombre bueno

Querido Quino.

Dos palabras, hombre y bueno en toda la extensión, porque eso es lo que fuiste y practicaste a lo largo de tu vida: la hombría y la bondad para ejemplo de todos.
Fuiste un buen hijo, junto con tus hermanos, Juan Mario, que se adelantó en tu despedida de nosotros, Luis Javier, Eduardo y Jesús.

Amante padre de tus hijos Eduardo y Cristina, y tierno abuelo de tu nietecita. Como amigo, el más fiel y cabal que se pudiera encontrar. Y como militar, un oficial intachable, respetando al Cuerpo de Artillería, que tanto amaste y honraste a lo largo de tantos años de servicio.

Querido Quino, siempre nos quedará esa sonrisa tuya perenne que nos regalabas y ese trato afable que prodigabas a todo el que se acercaba a ti. No es extraño que hayas dejado tantos amigos, todos ellos apreciándote por tu afabilidad y buen hacer.

Ahora te podrás reunir con tus seres queridos que se adelantaron en tu marcha y te recibirán a las puertas del Cielo, abiertas de par en par para ti. Allí también podrás abrazar a tus queridos padres, Dulce Nombre y Juan, a tu añorado hermano Juan Mario y a todos aquellos que te aguardan para darte la bienvenida a un mundo de Luz.

Querido sobrino, te envío esta carta al Cielo en nombre de tu familia de Valencia, a la que se une toda tu familia de Melilla y tantos amigos como dejaste aquí.

Y es seguro que sobre el cielo de tu querida Melilla desde ahora brillará una estrella que lleve por nombre: JOAQUÍN QUESADA CARRASCO.

En nombre de todos, tu tía Mª Carmen Carrasco

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