Sra. despedida, qué te puedo decir para describir lo que tú me inspiras. No me gusta la palabra adiós ni los besos ni apretadas maletas en las puertas de los taxis muy de mañana preguntando donde vamos ni ver suspirar ni lágrimas sobre grandes pañuelos.
Me gustaría que no existieran las distancias ni tantos recuerdos, ni escuchar que el tiempo pasa velozmente y otra vez volveré a tenerte.
Y sabes lo que pienso, que si, que este pasa veloz y se ha tragado parte de mi juventud y esas fechas tan agradables se fueron con mis mejores años y en ti se han instalado. Casi no te conozco, cuanto has cambiado, desearía que volvieran esos tiempos en los que cargabas con tu pesada cartera y que siempre a mi lado estuvieras, que triste son las ausencias
Dijo un escritor francés: Qué soledades dejan las ausencias, es el peor de los males.
Que triste es recordar a los amigos y a la tierra que te vio nacer y crecer, es tanta la melancolía, comparar, adaptase a esa nueva forma de vivir, son tan largas las distancias como los deseos de abrazar a ese compañero que me hace pensar; lo veré.
El verano se acaba y qué duro es el volver para poder abrazarlo nuevamente.
Cuantas cosas te diría, pero ya ves, me da melancolía decirte adiós. El saber mi bien te da alas y vuelas a tanta distancia. Ya lo dijo Lorca: Qué lejos estoy contigo y qué cerca cuando te vas. Y qué cierto es porque la mente no tienes ni barreras ni puentes, tiene esos dulces recuerdos y es tan maravilloso acariciarlos.
Despedida, no me gusta ni nombrarte, me gustan más las llegadas esos abrazos que se dan con el alma. Recuerdo aquellos padres que en tiempos duros marcharon a nuevos lugares, unos volvieron y otros quedaron en el camino. Qué triste despedida esos que después de largos años cada uno caminó por otros lados, se miraran y pensarán que de sus secretos fui su dueño. Qué triste y que dulce la despedida de los que decidieron dar la vida a favor de los demás. Qué triste es decir adiós a tantos conocidos, a tantos como quisimos que si que es cierto que todos quedaron gravados en el corazón.
Desde aquí hago una desgarradora despedida. Qué desgarrador es que de tu tierra te ausentes, que dejes sus calles, la escuela, amigos y todos esos lugares donde creciste y amaste. Tu mirada se posa en todo lo destrozado, ya no existe el pasado, la maldad todo lo ha borrado y te entregas a esos mercaderes del miedo, son dueños de tus sudores, crean ese estraperlo de tu cuerpo y mente, en el mar han depositado cuerpos de niños, viejos y enfermos, qué adiós lleno de lamentos eternos.
Paremos las guerras y dejemos que inocentes niños pueblen la tierra, qué tristes recuerdos desde estas líneas no dejo de oír sus lamentos y esos adioses tan siniestros, veo sus ojos acusadores, deseo que siempre te persigan, ya que habéis causado tanto tormento. No, no me gustan las despedidas las detesto, a veces he caminado por lugares donde las personas tal vez si que pensarán, se abrazan y suspiran, el tiempo pasa y nos veremos. Veo en otros y en sus ojos que me delatan, yo ya si llego, a mi casa, a mi patria ¿qué me encontraré? Nada, solo piedras y mis tristes pensamientos que nunca me dejarán.
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Carta a las despedidas
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