Hubo una época en que la obsesión por el físico de la actriz Megan Fox, nombrada mujer más sexy del mundo en múltiples ocasiones, se convirtió en una auténtica locura.
Es curioso que, sin embargo, ella afirme cosas como: «Tengo dismorfia corporal. Nunca me he visto como me ven los demás» o «Nunca en toda mi vida he amado mi cuerpo, nunca jamás».
En la política nacional y local también existe dismorfia (en este caso dismorfia política) y los políticos se ven a sí mismos, en este caso, mucho mejor de lo que los ven la gran mayoría de los ciudadanos: creen que lo hacen mejor que sus rivales políticos, que sus ciudadanos les adoran, que la gran mayoría aprecia sus “favores”, que Melilla o España prospera con ellos, que el otro es el corrupto o el que compra votos, etc. Es la dismorfia de Megan Fox, pero a la inversa.
Calma Chicha
“Hablar de calma chicha es hablar de la quietud. Pero no de esa que cura la fatiga, no de esa que abre espacios a la meditación, no de la que es remanso en la turbulencia de la vida. Hablar de calma chicha es hablar de la otra quietud, la que desespera, en la que no hay negro ni blanco, ni frío ni calor, ni bien ni mal… la que sabe a muerte (Arturo Ortega Morán)”.
Pues calma chicha es la que se percibe antes de las próximas y vitales elecciones de final de mayo. Da miedo (tanto en Melilla como en España) que nada cambie y se mantengan los inútiles (poco útiles, al menos para arreglar los problemas de sus gobernados) que ahora nos gobiernan; pero también dan miedo (un poco menos) los que pueden, si hay cambio, venir porque ya estuvieron antes y tampoco fueron muy útiles para los españoles y melillenses. La sensación es (con algunas excepciones como la de Ayuso en la Comunidad de Madrid) de ni fu ni fa.
Al menos Ayuso se atreve a decir lo que una gran mayoría de los españoles piensa.
Dijo, la semana pasada, la presidenta de La Comunidad de Madrid: «La ilegalización de Bildu es una batalla que se debería dar. Ellos no van a parar»
La presidenta madrileña alertaba, en una entrevista en La Razón, del «momento crítico» que vive España: «El 28-M no va de izquierda o derecha, sino de dejar o no que el país siga en manos de quien ha decidido, sin ocultarse ya, que el fin justifica los medios»
Le preguntaban a Ayuso si debía iniciarse el proceso de ilegalización de Bildu y su respuesta no puede ser más acertada: “El procedimiento está reglado, pero además de tener razón hay que ser eficaces. No sé si es ahora o con otra mayoría parlamentaria cuando podría comenzar ese proceso, pero con una amplia mayoría en el Congreso y en el Senado sí se puede instar al Gobierno a ello y es una batalla que se debería dar”.
No deberían ser legales los partidos que vayan contra la constitución y las leyes. La ilegalización de este tipo de partidos es una batalla que, como dice Ayuso, no debe dejarse en el olvido (porque es tanto como olvidar a las víctimas).
Melilla, en el foco
Ya lo decía en mi anterior artículo: en Melilla se compran votos…
Melilla está en bocas de todos (en España y Europa) por la compra de votos y sólo hay que ver algunos titulares de la prensa nacional:
Los datos son reveladores: el porcentaje del voto por correo alcanzar casi un 20% del censo. Esta cifra afecta a casi un tercio de los escaños que se deben repartir en la Asamblea melillense. Las cifras de la Ciudad Autónoma multiplican por siete la media nacional de solicitudes de voto por correo.
Cuando hablas con gente de fuera de Melilla sientes vergüenza a la hora de explicar lo que ocurre en la ciudad. Los políticos locales siguen con su distrofia política y se lanzan los trastos unos a otros, pero son Melilla y sus ciudadanos los que sufren esta ignominia.
Debería ganar las elecciones quien libremente (sin coacciones ni “ayudas”) decidan los ciudadanos, siendo esta la única forma de que se acepten los resultados de las urnas, aunque no nos guste el resultado.
“En la política nacional y local también existe dismorfia (en este caso dismorfia política)».
“No deberían ser legales los partidos que vayan contra la constitución y las leyes”.
“Debería ganar las elecciones quien libremente (sin coacciones ni “ayudas”) decidan los ciudadanos, siendo esta la única forma de que se acepten los resultados de las urnas, aunque no nos guste el resultado”.
J.B.
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Calma chicha. Melilla, en el foco.
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