“Esta distinción es el más alto honor que se puede conceder a un melillense de nacimiento, crianza y corazón”. Con estas palabras, el teniente general Miguel Martín Bernardi arrancó ayer su discurso, donde reiteró en varias ocasiones su “sincero e inmenso agradecimiento”, y en el que repasó sus diferentes etapas vitales en Melilla. “Todas han dejado en mi recuerdo un poso de felicidad”, aseguró.
El teniente general rememoró su niñez, que vivió como otros niños de su generación “jugando en las calles, y disfrutando en los Pinos de Rostrogordo y la playa”. También estudiando en La Salle, “una institución modélica que buscaba una educación integral, exigente en conocimiento y valores”.
Aquellos 12 años le “marcaron para siempre”, y le proporcionaron “herramientas para la exigente carrera militar” que vendría después y que aún continúa como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército.
Una profesión que, debido a las diferentes responsabilidades que fue adquiriendo, le llevó lejos de Melilla y posteriormente le volvió a traer aquí junto a su mujer y su primera hija, a quienes se sumaría después la segunda, nacida ya en esta ciudad. También rindió homenaje en el discurso a su familia, “auténticamente melillense”.
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