A Cristo:
“…mírame Nazareno,
no dejes que me embargue el dolor,
hazme fuerte para poder soportar
el peso de tu cruz y así aliviarte,
por un instante, el sufrimiento en esta
tu semana de Pasión…”
A María Virgen:
“…secar tus lágrimas pido
y a tu vera quedar contigo
para calmar tu angustia y dolor
viendo a Cristo tu hijo
morir por mi en la Cruz…”
Y hoy, a pie de calle, en mudo silencio, observando, como cada año, el caminar cansino, lento, rítmico y respetuoso de quienes portan los más preciados valores de nuestra Fe, a la vez que recordar a quienes supieron inyectarme el verdadero sentido de amar para compartir, de pedir para servir, y cuantos más valores para y por con mis semejantes, todos ellos siguen vivo en los más profundo de mi corazón, y desde esta mi peculiar acera expresaros que esta tierra, Melilla, fue designio de Dios para el hombre y los hombres, y con la gracia de la licencia poética digo:
“Que fue por la gracia de Dios nuestro Padre,
que María, nuestra Virgen y Madre,
tuviese una tierra donde dar a luz a su Hijo,
a Cristo, el Nazareno,
y dentro de esa tierra,
donde el aire de levante se sentía feliz
observando al viento de poniente,
bajo la fragante brisa marinera,
fue Melilla la tierra por EL y para EL elegida.
La Melilla evangélica,
La Melilla mariana,
La Melilla cofrade,
Melilla, rodeada de cinco hermosas Cofradías,
de todos conocidas, de todos ilusionadas,
aunque la tristeza las embarga
en una lucha mantenida, día a día,
para llegar a tener en nuestras calles,
aquella, la gran ausente, la que falta”.
Y es de obligación, por mis años de observancia y por las muchas canas que me cubren y peino reivindicar la gran ausente:
llegar quiero ver mi tierra, Melilla,
como fin de la creación cofradiera”
Tal vez estos tres versos finales sean todo un reto para quienes lleváis el peso de las cofradías, lo sé, es difícil conseguirlo, también lo sé, pero.. hermanos cofrades, abrid vuestros corazones e invocar al Santo Espíritu, viniendo EL os hará recordar y revivir intensamente la Vida, Muerte y Resurrección de Cristo, que encienda en vosotros el fuego de su amor, y que cada Cofrade porte la llama de la LUZ, y que esta, no sólo sirva para iluminar la penumbra de las calles en los recorridos penitenciales y estacionales, solo así renovareis la faz de la tierra., y tal vez… algún día, tengamos aquella, la gran ausente en las calles de Melilla.
Saludo cordiales. Buenos días. Paz y Bien
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