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¿Quién llorará a los 154 caídos? ¿Quién los recordará?

Imagen de Melilla

Por José Vicente Cobo

“¿Alguien me llorará cuando sin saber cómo ni por qué, una cadena atada a mi tronco ya mutilado, roto y dolorido, arranque mi cuerpo del suelo y de un tirón me dejen al descubierto y colgando sin saber qué está pasando?, ¿Alguien me llorará mientras seres humanos crueles dejan mis raíces por primera vez, en los 60 años de vida que ya tengo, bajo un aire frio y un viento rancio que no entiendo? ¿Alguien me llorará mientras seres humanos insensibles, los que a sí mismos se hacen llamar “reyes de la creación”, me tiran al fuego ardiente mientras mi savia aún viva, fluye por mis raíces y ramas? ¿Alguien se habrá dado cuenta de cuánto tiempo llevaba yo aquí?”

Los arboles no tienen voz, pero sienten, se comunican y sufren. ¿Alguien los oye? No. Se necesita sensibilidad, corazón, humanidad, altruismo, respeto y mucho amor, para poder oír en sus palabras sordas lo que sufren a manos del cobarde ser humano que los tortura como si de un objeto inerte se tratara. Para el ser humano la guerra contra la naturaleza no tiene límites, ni siquiera cuando el planeta tan tristemente maltratado clama antes de que el temido cambo climático, ya convertido en catástrofe climática, nos alcance como una espada de Damocles cayendo sobre nuestro cuello. Las doce ya han dado, y los ciegos que conducen nuestro devenir ni siquiera aciertan a conservar con cariño a aquellos héroes que durante años nos dieron sombra, frescor, aire puro, biodiversidad, alimentos e incluso una vida mejor: los arboles. Imposible imaginarse que aquellos que conducen el futuro del planeta puedan tener una sensibilidad, o en su defecto, una inteligencia superior.

¿Alguien podría imaginar que un Consejero de Fomento, por ejemplo, decidiera echar abajo 154 edificios modernistas de nuestra ciudad?, ¿alguien podría maginar que un Consejero de Deporte, por ejemplo, dañara las manos y piernas de 154 deportistas locales para que no pudieran competir en competiciones de renombre?, ¿alguien podría imaginar que un Consejero de Educación, por ejemplo, quemara los libros de 154 alumnos para que no pudieran estudiar?, ¿alguien podría imaginar que un Consejero de Económica, por ejemplo, dilapidara 154 millones de Euros de las arcar municipales?, ¿cómo puede ser entonces entendible que un Consejero de Medioambiente arranque del suelo, quite la vida, y asesine a 154 árboles sanos en plena savia?. ¿Somos los melillenses una especie a extinguir por nuestra falta de implicación en todo, o mejor dicho en nada?

Dolor, dolor y dolor. Sufrimiento indecible. Daño innecesario. Muerte por doquier. Gritos sordos de pena e incomprensión es lo que se vivirá en breve en esta ciudad condenada a sufrir mil y una cosa, todas merecidas, por permitir un holocausto sordo, que sin lugar a dudas se recordará siempre para vergüenza de los frívolos hechores que un día decidieron dejar de sentir la vida, y que a modo de jueces implacables, condenaron a muerte a 154 inocentes. DEP.

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Redacción

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