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MELILLA LEVÁNTATE: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos”

Mateo 9:14-17, Marcos 2:21-22 y Lucas 5:33-39.

José Megías Aznar [email protected]

Con el tipo de líderes que tenemos, Melilla está abocada al fracaso. La situación actual que vivimos: crisis económica, crisis social, crisis sanitaria y crisis institucional. Si hubiese alguien con alguna idea aglutinadora y de esperanza se podía haber convertido en el dirigente que Melilla necesita. La vocación de servicio público está ausente de sus mentes.

Este 2022 es la antesala del cambio político que debería tener Melilla. Mucho me temo que tras las elecciones del 2023 nuestra vida política siga igual. Tenemos dos líderes políticos anclados en el pasado. Sus recetas de hace 20 años no nos sirven para conquistar el futuro. Su imaginación está agotada (si es que alguna vez la tuvieron). Todos los proyectos políticos terminan si no se renuevan. El problema es que en Melilla los proyectos políticos se convierten en personales, y ya sabemos por la historia cómo terminan éstos.

El PP arrastra como liderazgo la casta meritoria. Imbroda lleva en la política desde 1979 (yo lo conocí como primer teniente de alcalde). No ha hecho otra cosa que vivir de la política y para la política. Con la UMI y la UPM, nunca pasó de 3 concejales. Se anexionó al PP coyunturalmente y se lo comió. Desde el 2000 no ha perdido las elecciones. No perder las elecciones no significa tener ideas, imaginación, etc. Ganar unas elecciones democráticamente no significa ser demócrata. Ha gobernado 19 años y Melilla no ha entrado en la modernidad del siglo digital. No resolvieron ninguno de los problemas estructurales que tenemos: transporte, paro, economía, tejido empresarial y un largo etc. de carencias que tenemos históricamente, que ni se planteó resolverlas. Él estaba en mantener el poder y para ello se rodeó de gente que no le hicieran sombra y que nunca fueran una alternativa. Por eso, dura y dura como Duracell.

En el pasado Pleno de presupuestos dio la réplica con argumentos esotéricos y propios de un fantasma errante. No se los había ni leído; por tanto, no podía hacer ninguna propuesta para mejorarlos (y mira que son malos y arbitrarios los presupuestos). Pero su yo ególatra quería que supiéramos que es el que manda. Él va a ser el candidato del siglo pasado y sin enterarse que hemos cambiado de siglo con una pandemia y una economía inexistente por el cierre de la frontera.

Últimamente ha adquirido protagonismo público con argumentos decimonónicos, sin darse cuenta de que su discurso no ilusiona a nadie, pero cree que diciendo “aquí estoy” va a ganar las elecciones. Los brillos de antaño son ahora el verdín del tiempo.

El que no se ha ido tampoco y lleva desde 1995 en la misma poltrona es Aberchán. Creó un partido (¿) a su imagen y semejanza para mantenerse en el poder por los siglos de los siglos. La estructura política de CPM no tiene nada que ver con los partidos políticos actuales. De cualquier partido se pueden encontrar los estatutos, menos los de CPM. Han celebrado diferentes “asambleas” o “congresos” sin menor rigor de los mismos. Sus reuniones plebiscitarias han sido para resaltar la figura de su líder carismático, con la característica de ser elegido por la gracia de Dios o según, los principios del wahabismo. La estructura organizativa de CPM no existe, es la que se le ocurra al jefe.

La única referencia estatutaria que aparece en Internet de sus estatutos es la “propiedad de la sede, que es de todos los militantes”, pero ninguno de éstos paga ninguna cuota no sé cómo pueden ser propietarios. En veinte años en ese conglomerado nunca vi los estatutos (que nadie tiene) ni la escritura de propiedad de la sede. Militantes conocidos son los que tiene un cargo o cobran del partido, los demás son los que pasan por allí. Y estos son simpatizantes, no militantes. Lo mismo ocurre en el PP que hay muchísimos simpatizantes y poco militantes (los que pagan una cuota).

La deriva que ha tomado CPM desde que está en el gobierno es preocupante. Parece que nada más tienen como objetivo “los suyos”, a los que dar trigo para que se mantengan fieles. Todo su fin es ganar las elecciones próximas como sea. De ahí que los presupuestos sean fundamentalmente orientados a conseguir estos fines. Al igual que las relaciones con la CIM, que controlan, para desde una creencia orientar su política. Una política que no es la equidad, la solidaridad, la asistencia a los necesitados, etc., sino que con estas “falsas políticas” benefician a los de siempre, a los amigos del poder. Vean el BOME del 7 de enero.

En CPM nadie se mueve o piensa como su partido hermano de Ceuta, Coalición Caballa, que se ha refundado en ¡Ceuta Ya!, para ser más plural al servicio de los intereses ceutíes. En Melilla el inmovilismo es la prédica del Salafismo.

Estas dos orientaciones políticas de Imbroda y Aberchán nos han llevado a la situación actual. Dividir a la sociedad melillense en dos. Los odios que se profesan los dos no son el camino al futuro. Superar este atavismo es necesario para poder afrontar con esperanza en nuevos políticos y políticas. Si los dos de verdad quieren a esta Ciudad, den paso a nuevas personas y proyectos, los suyos están agotados.

Salgan de su jaula y elévense a donde quieran, pero déjennos en paz.

PD

El cinismo del «Beatus ille», que algún aprovechado quiere ahora vendernos, no cuela.

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