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Los límites de la medicina

Por Diego Portillo

CRÍTICA DE CINE

Por vicisitudes del destino (y de una bacteria) llevo un tiempo ingresado en el hospital y me espera una operación que, cuando me la explicó con cierto nivel de detalle la cirujana, me llevó a pensar en la magnífica serie The Knick (HBO) que vi hace un tiempo y me fascinó desde el primer episodio hasta su vibrante final. 

La ficción, que consta por desgracia de sólo 2 temporadas de 10 episodios (con un final magistralmente cerrado, tranquilos), nos traslada al hospital neoyorquino The Knickerbocker en el año 1900. Una época en que los avances médicos se sucedían con gran rapidez debido a investigaciones que, en muchas ocasiones, bordeaban los límites de la ética médica. A raíz de las vivencias de los trabajadores de este hospital se nos presenta lo mejor y lo peor de la sociedad de esa época, tratando temas tan diversos como el racismo, las adicciones, la envidia, el machismo, las enfermedades venéreas o, incluso, el aborto o la eugenesia.  

Clive Owen (Hijos de los hombres, Plan Oculto, Sin City) interpreta magistralmente al atormentado cirujano John W. Thackery, adicto a la cocaína y una de las mentes más brillantes de la época para resolver problemas quirúrgicos hasta entonces sin solución. Le acompaña el recién llegado Algernon Edwards (André Holland), una mente tan brillante como la de Thackery, quizás más, pero con un problema para la sociedad de la época: es negro. Esto provoca que sea constantemente vejado y menospreciado por sus compañeros blancos, la mayoría menos hábiles quirúrgicamente pero que se creen superiores al recién llegado por el mero hecho de su color de piel. Todos los secundarios están espléndidos en su papel, con unos personajes detallados y con matices que se van desarrollando lentamente y evolucionando enormemente a lo largo de los capítulos. Poco a poco vamos conociendo sus motivaciones y anhelos, adoptando una importancia activa en la trama principal o en excelentes tramas secundarias que en ocasiones consiguen que nos olvidemos por momentos de la trama conductora de la serie. Actrices como Eve Hewson, Juliet Rylance o Cara Seymour, así como actores como Jeremy Bobb, Chris Sullivan o Michael Angarano; dotan a esta serie de unas interpretaciones de primer nivel en unos personajes fascinantes y absorbentes.

La dirección de Steven Soderbergh (curtido en la gran pantalla con películas como Traffic, Erin Brockovich o la saga Ocean´s) es soberbia, haciendo un uso magistral de los tiempos y los movimientos de cámara. Parece que no hay ningún plano dejado al azar, ningún movimiento de cámara que no tenga un sentido específico para intensificar la escena que nos muestra. Soderbergh usa constantemente la cámara al hombro y el  plano secuencia, dotando a las intervenciones quirúrgicas de un realismo pocas veces visto en pantalla pero sin caer en efectismos propios de otras series de temática médica. A esto ayuda una cuidadísima ambientación, en la que destacan los materiales quirúrgicos y procedimientos de principios de siglo, los cuales vistos hoy en día nos parecen impensables e incluso aberrantes. Tratamientos con cocaína o heroína, operar sin guantes o salir corriendo del quirófano para volver minutos después con algún objeto del exterior que no ha sido debidamente desinfectado poniendo en peligro la asepsia del quirófano entero y, por ende, la vida del propio paciente operado.

La banda sonora es otro de los detalles a tener en cuenta, con unos temas alejados de lo que esperaríamos en un drama de época (aunque esta serie es mucho más que eso, no se la podría encuadrar en un único género), pero que consigue engancharte desde el primer momento e introducirte en la acción que se desarrolla en pantalla con más fuerza que si hubiesen optado por una banda sonora más convencional. Pero es que no estamos ante una serie convencional.

Estamos ante una serie atípica, con un gran cuidado por los detalles y personajes, que nos transporta a una época no tan alejada como pudiese parecer. Una época muy diferente en muchos aspectos a la que vivimos hoy en día y, por desgracia, muy similar en algunos problemas que nos siguen ocupando también en la actualidad. Un retrato real y crudo sobre los inicios de la llamada medicina moderna mostrados a través de una serie de personajes con una fuerza y matices pocas veces vista en pantalla. 

Menos mal que, gracias a pioneros como el Dr. Thackery, la medicina ha avanzado muchísimo  desde entonces y ahora los procedimientos son mucho más seguros y controlados, por lo que mi operación poco tendrá que ver con los procedimientos vistos en esta recomendable serie. 

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Redacción

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