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Desde mi otero: Tora, tora, tora!! (¡Vacuna, vacuna, vacuna!)

Por Francisco Robles

El ataque japonés a la base estadounidense de Pearl Harbour, que llevó la Segunda Guerra Mundial al Océano Pacífico, y considerada como una audacia estratégica por los japoneses o como une acto traicionero e ignominioso por los americanos, tuvo como clave de objetivo cumplido, la frase “tora, tora, tora». Y al parecer los pilotos suicidas -los kamikazes-, usados por la desesperación de Japón en la última fase de la guerra, eran despedidos cuando despegaban con dicho grito, en un intento de infundirles el ánimo de aquel triunfo.

Hoy los datos de la marcha de la pandemia no dejan lugar a dudas, y la vacunación es la única forma eficaz de prevenir los efectos desoladores que anteriores olas tuvieron en las cifras de hospitalizados y de fallecidos, así como de sus efectos sociosanitarios aún no superados. Por ello y salvando las distancias, sólo cabe -remedando el grito antes aludido-, decir bien alto: ¡vacuna, vacuna, vacuna!

En opinión de los expertos, es ya casi unánime el que esta vacuna deberá de reforzarse con dosis de recuerdo, y aunque falta concretar el plazo, se apunta que sea de 9-12 meses con carácter general, asimilándose a lo que ocurre con la vacuna antigripal; y ello bajo la espada de Damocles que supone la baja cobertura de vacunación en la población mundial, el campo abonado para la aparición de variantes menores orígen de olas epidémicas -posiblemente prevenibles con las actuales vacunas-, pero también mayores que pueden hacerlas inútiles, y sean causa de nuevas olas pandémicas con efectos catastróficos a nivel global.

Se confirmó la predicción hecha desde todas las instancias, y las celebraciones de las fiestas navideñas -en especial las de nochebuena y nochevieja-, se han convertido en el nuevo semillero de la epidemia, en esta ocasión de la variante Ómicron, que ha confirmado su alta trasmisibilidad y también -afortunadamente- su menor poder en generar casos clínicos de importancia, debido sin duda a la buena cobertura de la vacunación en España; pero aunque la cepa Ómicron parece originar casos de menor gravedad clínica, esto es sólo válido para los vacunados, como demuestra la alta incidencia de casos graves en no vacunados, y en especial en la franja de 30 a 40 años, la de menor tasa de vacunación.

No cabe otra y hay que continuar con la vacunación de forma más sostenida e intensa, y si bien es cierto que -me refiero a Melilla-, se han hecho esfuerzos para ampliar tanto los puntos como los horarios de vacunación, no es de recibo que aún quede una importante proporción de población sin recibir la pauta vacunal -sea la tercera e incluso la primera dosis-; por ello es exigible en nuestra ciudad un mayor esfuerzo, y dedicar los recursos humanos necesarios para lograr la mayor cobertura posible en el menor plazo de tiempo, con ello se evitarán muertes y los importantes daños económicos que conllevan las bajas y la saturación de la Atención Primaria, que sin duda es la que viene soportando de forma más intensa, la epidemia en general y la presente ola en particular.

Sigo sin comprender qué ha impedido e impide, el establecimiento de un punto de vacunación y/o diagnósticos voluntarios, en los accesos -aéreo y marítimo- a la ciudad; hubiera sido un servicio público eficaz y eficiente, al menos en las fechas claves de desplazamientos de la población.

Y en este escenario se torna incomprensible la posición de los antivacunas, afortunadamente en España con menor fuerza que en países de nuestro entorno -por la responsabilidad de nuestra población-, y que ahora se ven obligados a estudiar e implantar su carácter obligatorio; tampoco comprendo la posición contra la exigencia del certificado vacunal en determinados ámbitos, en la imprescindible estrategia de aumentar la cobertura vacunal en los grupos refractarios, se ha demostrado como la medida más eficaz.

Hoy la esperanza es que 2022 nos traiga salud y a los gestores lucidez, para con ello lograr la prosperidad para todos. ¡Feliz Año Nuevo!

N.A..- Soy partidario de la vuelta a la normalidad y de la educación presencial, más al preverse que -en 1 o 2 semanas-, la presente ola epidémica empezará a bajar y de forma rápida; pero por los efectos que su alta trasmisibilidad causa en los dispositivos asistenciales, con un riesgo de colapso de la Atención Primaria, si ya no lo está, tal vez hubiera sido más acertado la demora en la vuelta a las clases presenciales, al menos en esas 1 o 2 semanas.

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Redacción

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