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Alcaravanes: De aves limícolas a cazadores esteparios

Por Manuel Tapia, miembro de la Sociedad de Estudios Biológicos Iberoafricanos y responsable del área de conservación de la naturaleza de Guelaya-Ecologistas en Acción Melilla

Migrantes y sedentarios

El alcaraván común (Burhinus oedicnemus) es una de esas aves que se definen como migratorias aunque muchas de sus poblaciones son sedentarias. Como sucede con otras muchas especies, los alcaravanes que migran son los que viven en zonas con climas más extremos, y muchos ejemplares norteños, en el caso de Europa, se establecen en la España meridional y mediterránea o en el norte de África durante la estación fría, sumándose a los que viven de forma estable durante todo el año en esas zonas, gracias a sus inviernos suaves. Por tanto, como ocurre a su vez con otras muchas especies, la población de alcaravanes local se incrementa durante los meses invernales con el aporte de los ejemplares que llegan desde el norte.

Llanos de invierno y verano

 Es un ave de profunda vocación esteparia, de tal forma que no sólo rechaza las zonas arboladas, sino también las montañosas, por lo que están ausentes de muchas provincias españolas, principalmente las norteñas (por boscosas) y las más abruptas. Su vocación por las estepas hace que sean abundantes en regiones claramente esteparias como Castilla-La Mancha o Aragón, pero en el caso de esta región sólo abunda en verano, abandonándola casi por completo en invierno. 

Cánticos nocturnos en la llanura

El plumaje del alcaraván, de color terroso, se mimetiza muy bien en las llanuras abiertas. Sólo sus largas patas, adaptadas para correr en la llanura, la hacen destacar sobre el terreno, pero para evitarlo el alcaraván se agacha y se pega a tierra, donde prácticamente se funde con los colores de la estepa. Durante el día descansa e intenta pasar desapercibido ante sus enemigos, y por la noche se convierte en un cazador estepario capaz de alcanzar a la carrera insectos, reptiles e incluso pequeños mamíferos; prácticamente, todo lo que se mueva. Su visión nocturna es excelente, como delatan sus grandes ojos amarillos, quizás la característica más llamativa de esta ave. A pesar de ser tan discreta durante el día, de noche sus silbidos y trinos son constantes, convirtiéndose en un clásico de las noches en muchos lugares de la península. Para los campesinos y pastores que habitan las vastas llanuras ibéricas, estos trinos son muy conocidos, pero no lo son tanto para los melillenses que viven en los alrededores del llano de Rostrogordo, donde esta especie reside de forma habitual. Los habitantes de la zona conocida como el Poblado, frente al cuartel de la Legión, tienen la oportunidad de oírlos todas las noches, y casi durante todo el año, aunque son muchos los que desconocen que estos sonidos provienen de los alcaravanes. En algunos llanos de la Mar Chica estos cánticos nocturnos llegan a formar coros, pues allí se concentran gran número de alcaravanes en ciertas épocas del año.

De la marisma a la estepa

 Tanto el diseño morfológico como los hábitos cazadores del alcaraván están marcados por su adaptación a la vida en las estepas, y sin embargo, tal y como revelan muchos detalles de su morfología, esta ave forma parte de un orden, el de los Charadriiformes, compuesto básicamente por aves marinas y limícolas, como gaviotas y chorlitejos. ¿Cómo ha terminado un ave diseñada para las marismas convirtiéndose en un cazador estepario y nocturno? El azar y la evolución tienen la respuesta. Las altas patas de las aves limícolas, adaptadas para la vida en ambientes inundados, pueden convertirse en patas adaptadas para la carrera con unas pocas modificaciones, pues la longitud ya está lograda. Es necesario reforzar las articulaciones, y en eso el diseño del alcaraván ha cumplido a la perfección, hasta el punto de que su apellido científico, “oedicnemus”, significa “rodillas hinchadas”. La excelente visión de las aves limícolas es también un buen punto de partida para la adaptación a la visión nocturna, con el paso previo del aumento considerable de tamaño de sus ojos. Con todo esto, ya sólo falta un pico más ancho y fuerte y ya tenemos un ave emparentada con los ostreros convertida en un perfecto depredador nocturno, y habitando zonas tan lejanas al mar como las llanuras manchegas o los páramos castellanos y aragoneses. Sin embargo, su abundancia en los arenales de la Mar Chica nos puede llevar a pensar que de algún modo esta ave no ha perdido su relación con los ambientes ribereños; nada más lejos de la realidad: estamos ante un ave esteparia cuya estepa en este caso se encuentra atrapada entre dos aguas.

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Redacción

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