Se llama Tranquilino, aunque yo lo llamo “El Paliza”, y tengo mis motivos. Es un amigo, y digo amigo porque nuestra amistad data desde hace más de 20 años. Este “compi” un día si y el otro también, me llama a la hora de la cena, cuando estoy ingiriendo un pedacito de queso con pan cateto, o un yogur con sabor de caramelo, o también el clásico vasito de leche con galletas, que hace años ya me recomendó una señora que se dedicaba a la política , lo que le agradecí muchísimo, y no sabe ella cuanto. Bueno pues este “garlocho”, que como verán bien que hace honor al nombre que sus padres, hace la tira de años, le impusieron en la Iglesia del Sagrado Corazón, cada noche me llama, y como una ametralladora me explica, con pelos y señales, (más bien sin pelos pero con señales), la vida cotidiana en “La Villa y Corte de Rusadir”, como él llama a nuestra ciudad.
El buen señor, después de hartarse de almorzar, y ponerse como el Kiko, apaga su móvil, desconecta el timbre de la puerta de su piso y el del teléfono fijo y, ¡hala!, de 3 a 6 de la tarde: oscura siesta con pijama y orinal. Y cuando se levanta del reparador siestón, se pega su duchita, se acicala como un jovenzuelo, siendo un carcamal, y a dar paseitos por la Avenida, Plaza de España, El Pueblo o la plaza de las Culturas. Ahí toma su cafelito, y habla con todo el que quiera escucharlo. Pero lo más significativo es que sabe leer en los labios de las personas que se encuentran en su entorno, cerca de él, enterándose de todo lo que hablan. También suele hacer fotos con el móvil. Menudo cotilla es el andova. Más tarde al oscurecer, se toma sus vinitos y alguna que otra tapa, y rapidito para su casa, no vaya a ser que le salga “El Tío de las Mantecas”. Luego, antes de meterse en la “piltra”, conecta todo lo desconectado, y ¡venga!: a dar la paliza a su amigo de Málaga, o a algún que otro antiguo adláter residente en Melilla.
Hace unos días, después de haber leído mi artículo sobre el Río Oro, ¡anda! que le faltó tiempo para llamarme y decirme que el río sigue igual de seco, con sus mosquitos sobrevolando su cauce, y que es el único río de España que desemboca en una alcantarilla, Créanme que me quedé perplejo: ¿Será verdad?, porque yo no me lo creo.
Así que desde estas líneas, le envío un abrazo y qué quieren que haga, si es un bendito, y tragón también lo es, por supuesto, esperando que en lo sucesivo no sea tan cotilla, y que viva feliz, y deje que los demás lo sean también.
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