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Los melillenses necesitamos tener unas fronteras seguras y vivir el día a día sin la incertidumbre que genera este problema de difícil solución que nos ha tocado por exigencias geográficas. Al menos, dejar de sufrirlo en soledad, como ocurre ahora por la actitud injusta y egoísta de Europa Decía ayer el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, que el CETI melillense está al limite por su desbordamiento práctico. Cualquiera con un poco de cálculo puede darse cuenta de que no exagera. Donde caben 480 ahora mismo se está acogiendo a 2.300 personas. El sobreesfuerzo humano que está haciendo la plantilla del CETI es lo que está permitiendo que el centro soporte tal presión sin que llegue a estallar en mil pedazos, pero ni el CETI ni Melilla pueden ser escenario perpetuo del milagro de los panes y los peces en materia de inmigración. Es lo que los melillenses llevan clamando desde hace ya mucho tiempo. Demasiado, sin que haya un panorama de mejora por la ausencia de soluciones efectivas desde que reaparecieron los saltos masivos a la valla. Porque esta situación "al límite", como la calificó ayer el ministro, no es nueva desde que ayer saltaron otros casi 500 inmigrantes. Son ya bastantes meses, los mismos que llevamos mirando hacia Bruselas para que la Unión Europea reaccione y arrime el hombro, cosa que aún no ha sucedido y no por falta de oportunidades. Acabamos de atravesar unas elecciones al Parlamento Europeo sin que el debate de la inmigración haya copado apenas espacio ni tiempo de debate entre los candidatos a eurodiputados. Y ello a pesar de que el drama de la inmigración clandestina suma y sigue aquí, en Italia y en el resto de puertas traseras por las que a diario entran personas de manera ilegal en el espacio común europeo, creando nuevas víctimas de esta lacra y aumentando los beneficios de los únicos que se lucran de todo esto, como son las mafias.
Melilla y España no pueden seguir ejerciendo en solitario una labor de 28 estados miembros. Los melillenses necesitamos tener unas fronteras seguras y vivir el día a día sin la incertidumbre que genera este problema de difícil solución que nos ha tocado por exigencias geográficas. Al menos, dejar de sufrirlo en soledad, como ocurre ahora por la actitud injusta y egoísta de Europa. España no puede afrontarlo en solitario, como se está viendo desde hace meses, en los que las soluciones que se adoptan no son suficientes para un asunto de enorme magnitud que traspasa fronteras. Es necesario cambiar de una vez por todas ya esta situación, obligando a Europa a que actúe adoptando las medidas ambiciosas que requiere, y sin esperar a que se constituya el nuevo Parlamento Europeo. La semana que viene visita España la comisaria de Interior, Cecilia Malmström, una oportunidad de oro para conseguir que esta preocupación melillense y española empiece a ser también europea.
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